Son muchas las
veces que, al leer la Biblia en general, pero en los evangelios en particular,
descubrimos que, a través de determinadas palabras, se nos van mostrando
contenidos que, si leemos sin mucha fijeza, nos pasan desapercibidos. Es
justamente lo que nos pasa con Jesús y en concreto con las palabras que son
objeto de esta reflexión. Nos referimos a las palabras que hacen relación el
ver y el mirar que, cuando se dicen o aplican a Jesús, no debieran pasar
desapercibidas pues su contenido es un auténtico camino para conocerlo más y
mejor.
Al depender unos
evangelios de otros –sinópticos principalmente- lógicamente se repiten muchas
expresiones con los mismos contenidos en narraciones o hechos. En este trabajo
hemos ido escogiendo una para nuestro propósito dejando las repetidas en otros
textos pues no le añaden nada a lo que cada una revela, salvo que tuvieran
matices u orientaciones distintas que la enriquecieran.
I.- A modo de prólogo: MIRAD
Comenzamos con
esta palabra clave. Son muchas las veces que los evangelistas la ponen en boca
de Jesús. Unas dieciocho veces. En ocasiones también utilizan los verbos ver y
conocer. Pero no tienen el mismo contenido aunque muchas veces se empleen como
equivalentes. Cuando utilizamos el verbo ver, en sus distintos tiempos y
palabras derivadas, nos estamos refiriendo a aquella operación por la que,
utilizando los ojos, percibimos a personas o cosas mediante la acción de la
luz. Es decir, en su sentido principal para decir ver se necesita luz, se
necesitan objetos o personas y se necesitan ojos. Cuando utilizamos el verbo
mirar, nos estamos refiriendo a todo lo que abarcamos con la función de ver
pero le añadimos algo fundamental que lo distingue de éste. Porque queremos
expresar que fijamos la vista en un objeto, persona o cosa, pero le añadimos al
ver la atención. No es lo mismo ver que mirar pues esta le añade la atención.
Estoy atendiendo a lo que me ofrece la vista, si no fijo la vista con atención
queda en simple ver. Cuando empleo la palabra conocer me estoy refiriendo a una
operación de mis facultades intelectuales por la que averiguo la naturaleza,
cualidades, relaciones que tienen las cosas y también las personas. Añade al
mirar la profundidad el desentrañamiento de lo que las personas o cosas son,
sus cualidades, relaciones que establecen y circunstancias que les afectan y
sus consecuencias.
Con todo esto
queremos decir que, aunque a veces se tomen como equivalentes, no lo son. No será
lo mismo decir que Jesús vio a decir que miró o conoció. Nosotros hemos sacado
de los evangelios todas las expresiones en que los evangelistas emplean estas
palabras refiriéndose a Jesús o puestas directamente en su boca. Aquí nos
centraremos principalmente en el mirar de Jesús en sus distintas variantes.
La primera de
ellas es sin duda la expresión mirad. En la utilización de la misma hay siempre
una llamada de atención a personas, grupos o multitudes para que se fijen en lo
que va a decir o hacer. También a situaciones o circunstancias de la vida
propia o de la naturaleza. Veamos las principales que hemos recogido de los
cuatro evangelios.
Sobresale en
principio que el “mirad” se quiera centrar en Jerusalén: “Mirad estamos
subiendo a Jerusalén (Mt. 20, 17)”. Traen a sus espaldas un largo camino que
Jesús ha aprovechado para instruir a sus discípulos y a la gente. También les
ha advertido de lo que va a suceder en Jerusalén. Pero ellos no se han dado por
enterados. De hecho han ido discutiendo por el camino quien era el más
importante; Juan y Santiago, con su madre, le han pedido los primeros puestos
cuando establezca su reino. Creen que Jesús lo va establecer en Jerusalén. Pero
no se fijan –no miran- lo que Jesús añade ¡por tres veces! Que es lo que va a ocurrir
en Jerusalén. Son los tres anuncios claros de su pasión, muerte y resurrección.
Lucas añade, como conclusión del tercer anuncio: “pero ellos no entendieron
nada de esto”. Este lenguaje era misterioso para ellos y no comprendieron lo
que les decía (Lc. 18, 14). Por eso, que Jesús insista que miren, está
indicando que busca que tomen conciencia de lo que de verdad le aguarda a Él en
esa subida y a ellos en la parte que les toca. Ellos en la última noche
dormirán y Jesús los despertará del sueño apacible recabando de nuevo su
atención: “mirad que el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los
pecadores” (Mc. 14, 41).
Prestad atención
a esta subida porque en ella se va a cumplir no lo que vosotros pensáis sino lo
que yo os he anunciado. A vosotros os tocará también una parte. Cuando esto
llegue “mirad por vosotros mismos” (Mc. 13, 9). Jesús ha buscado la salvación
de Jerusalén –el pueblo judío al que ellos pertenecen, mostrándole su amor
hasta con ternura: “Jerusalén, Jerusalén… ¡cuántas veces he querido reunir a
tus hijos como la gallina reúne a sus polluelos entre las alas, y no habéis
querido! Mirad, vuestra casa va a ser abandonada” (Lc. 13, 34). Por eso deben estar atentos
“mirad que nadie os engañe” (Lc. 21, 8). Deberán
guardarse de toda codicia (Lc 12,15) pues entre ellos también hay maldad,
de hecho hay un traidor al que podrán descubrir “mirad la mano de quien me
entrega” (Lc. 22, 21).
Ellos deberán
guardar unas prescripciones al desarrollar su misión cuando se haya cumplido
todo lo que la subida a Jerusalén trae consigo, aunque primero tendrán que
contemplar las señales gloriosas de su entrega: “mirad mis manos y mis pies”
(Lc. 24, 39) y, recibido su Don –el Espíritu Santo- comenzarán la misión con
sus exigencias por eso “mirad que os envío como ovejas entre lobos” (Mt. 10,
16). Pero deben mirar con optimismo su tarea pues el Señor les ha dicho: “mirad
os he dado poder de pisotear serpientes y escorpiones y todo poder del enemigo,
y nada os hará daño alguno” (Lc. 10, 19).
Mirar que suben a
Jerusalén exige estar atentos a lo que en ella va a suceder.
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