* Un famoso pedagogo escribía: “nadie libera
a nadie, nadie se libera solo, el hombre se libera en comunidad”. Y nosotros
podemos decir: nadie evangeliza a nadie, nadie se evangeliza solo, el hombre se
evangeliza en comunidad.
* No podemos olvidar, pensando desde nuestra
fe, que el hombre, cada hombre, es llamado por Dios a la comunión con él, esta
llamada es su “alma” pero que no se hace efectiva sino por el conocimiento y el
amor en reciprocidad. Lo mismo que utiliza la mediación de los padres para
hacerlo carne, necesita —porque así lo ha querido— una mediación para que, lo que es
constitutivamente, llegue a serlo conscientemente y viva en consecuencia. Que
pueda conocer su nombre, vivir en su familia, estar conscientemente en comunión
con Él. En esta línea de mediación se sitúa siempre la evangelización, pues no
podemos olvidar que es en su Hijo donde hemos tenido esa noticia. Él es el
Evangelizador y el Evangelio.
* Esta comunión con Dios donde se ha
realizado plenamente es en el Hijo donde, siendo comunión divina, se identifica
con su mismo Espíritu que es comunión en reciprocidad, por ello, en el hombre
Jesús de Nazaret, la llamada a la comunión y su realización se han hecho
definitivas, y, en Él y solo en Él, tiene cualquier humanidad la posibilidad de
realizarse.
* Lograr que toda humanidad tenga acceso
consciente a Jesús, para ser Humanidad de Cristo y viva la comunión con Dios
—vivir en el Espíritu—, es la mediación que el N. Testamento y la Tradición
eclesial asigna al Espíritu Santo.
* La tarea del Espíritu es establecer la
comunión y esto funda precisamente a la Iglesia, que, en su ser más intimo, no
es otra cosa que comunión; por esto se llamó al Espíritu “alma” de la Iglesia.
Esta comunión es constituyente, lo es con el Padre, por el Hijo en el Espíritu
Santo. Este es su Misterio. Su ser profundo. Y esto es lo que ella nos da como
mediación necesaria querida por Dios: el Espíritu de comunión que nos hace humanidad
de Cristo. Esto es esencial, sin esto no hay Iglesia de Dios.
* Las comunidades de la Iglesia, donde ella
se realiza para responder siempre a su ser intimo —autenticidad—, necesitan
recurrir siempre al Espíritu de Comunión. De otro modo pueden ser muy
comunitarias sin responder a lo que son (comunitarismo) y dando otros espíritus
que, ciertamente, no son el Espíritu de comunión.
* Esta comunión profunda que nace del
Espíritu de Comunión, no solo no anula a las personas sino que, actuando en lo
más radical que las constituye y diferencia —su ser personal—, completa la
riqueza del conjunto para que sea el conjunto quien pueda presentar, o mejor
re-presentar, a Jesucristo, pues es Él de tal magnitud que no hay
individualidades que lo puedan hacer. Solo la totalidad —comunidad eclesial—
respondiendo al Espíritu de Comunión puede ser extensión representativa de su
Humanidad.
* Por esto las comunidades originarias
tenían conciencia de que evangelizaban primariamente por lo que eran y vivían.
Y aquí está quizá el nervio de la nueva evangelización o vivimos la comunión
eclesial o no hay forma de evangelizar en la actual situación.
* Porque sólo la comunión eclesial vivida
permite:
— la identidad cristiana de las personas y
las comunidades ¿cómo se puede acometer una evangelización sin identidad total
de las mismas? Sin esto, o con solo identificaciones parciales, no seriamos una
mediación coherente.
— la pertenencia.
— la participación corresponsable.
— la pluralidad de ministerios, servicios,
funciones y carismas.
— la jerarquización de ministerios, de
verdades, valores, proyectos, ‑etc.
* Pero, sobre todo, la evangelización misma,
pues ésta y la comunión son conceptualmente diferentes pero realmente son lo
mismo. El mismo termino lo indica “comunione
—común unión— cum munere —común
tarea—. No hay posibilidad de misión sino desde la comunión y para establecer
la comunión.
POR
TANTO: o asumimos todos la
tarea desde una comunión vivida en comunidad o quedamos la evangelización sin
principio, sin contenido y sin finalidad.
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