Es la consecuencia lógica de lo que hasta
aquí venimos diciendo. Si se da ésa situación paradójica, si ésta revela una
estrategia del Espíritu a quienes están implicados en la misma, no tenemos otra
salida creyente que escucharle y serle fieles, adentrándonos en un proceso de
conversión en la situación misma. Pero ésta fidelidad nos empuja en una
dirección: viviendo nuestras pobrezas, que son parte de la situación misma, no
podemos dejar sin sentido profundo al hombre y la cultura emergentes. Este sentido no se encuentra más que en
Jesucristo. Descubrir las “semillas del Verbo” en éste hombre nuevo y su
cultura, proponerle su plenitud en un conocimiento y una vida consecuente para
que libremente le siga, y ofrecerle los medios para irlo logrando, es lo mismo
que decir Evangelización.
Ahora bien,
se nos plantea una dificultad seria porque, así como podemos llegar a. un
acuerdo inmediato en la finalidad debemos evangelizar, en el momento en que
descendamos al cómo, aparecerán divergencias notables. Esto es debido a las
diferentes imágenes que tenemos de Dios, Cristo y la Iglesia, a las diferentes
lecturas que hacemos del Evangelio y la Iglesia y al diferente lenguaje que
utilizamos unos y otros. Por esto, creemos conveniente recordar algunas
constantes que pueden deducirse con certeza tanto de Jesucristo, como de Pablo,
como de las primeras comunidades cristianas, pues ahí podremos encontrar el cómo en la primera experiencia de
evangelización fundante, a la que siempre debemos remitirnos.
A.— EN JESUCRISTO
Aunque es imposible resumir en cuatro líneas
su Misterio insondable y hacer una síntesis conclusa, si podemos decir con
certeza:
1.- Que la evangelización nace en Él de su
experiencia interior, de lo que Él es por naturaleza: el Hijo que vive “in sinu Patris” y al que siempre está
referido.
2.- Que esta relación entrañable del Hijo
con el Padre tiene un constitutivo esencial, que sólo podemos entender con la
categoría Amor de la cual es su expresión, tan divina como Dios mismo, y que
llamamos Espíritu Santo.
3.- Que ese amor constituyente, por la
creación y la encarnación redentora, asume todo lo humano liberándolo de lo
inhumano —el pecado— y adentrándolo en el Misterio de Dios —comunión—, lo cual
expresamos con las categorías fe y conversión.
4.- Esta liberación de lo inhumano está
expresada respecto de la naturaleza, de la enfermedad, del demonio, del miedo,
del hambre. Y esa comunión está expresada en el asumir la carne y en la
solidaridad hasta la muerte tanto con los vivos como con los muertos.
5.- Toda su historia es recuperada y es
significativa para nosotros por la resurrección.
6.- Todo ello está hecho pero tiene que
realizarse en un proceso, significado en el renacer del Bautismo y la comunión
eucarística, en cada persona y cada tiempo. Y nunca está hecha definitivamente
hasta llegar a nuestra edad en Cristo.
7.- Por esto en la historia hay sucesivas
“extensiones” de la encarnación que por una parte no podemos despreciar y, por
otra, no podemos perpetuar.
B.— EN PABLO,
también podemos anotar con certeza:
1.- Que anuncia el Evangelio a partir de su
propia experiencia interior de encuentro profundo con el Señor.
2.- Su predicación y vivir es una respuesta
agradecida al Amor de Dios que le ha agraciado, hasta el punto de gloriarse en
las dificultades que son como la marca de calidad de su ministerio, pues tiene
conciencia de que llevan la marca de Jesús.
3.- El horizonte de su apostolado es salvar
la verdad del Evangelio manteniendo al mismo tiempo la unidad de la Iglesia.
4.- Renuncia alguna vez a algunos de sus
derechos en favor del Evangelio.
5.- Desarrolla una organización formidable
en los trabajos misioneros: personas, enviados, alojamiento, comidas.... etc.
6.- Gran parte de su éxito se basa en su inculturación
en el mundo socio-cultural helenístico: el estilo integral de vida propio de
una sociedad.
C.— EN LAS PRIMITIVAS COMUNIDADES
Aún teniendo presente la gran variedad de
las mismas, pueden sintetizarse estos elementos comunes:
1.- La misión nace del descubrimiento
personal de Cristo resucitado, como buena Noticia para todos, y se apoya en la
fuerza del Espíritu que les hace hombres nuevos capaces de transformar su
mundo.
2.- Anuncian un modo nuevo de vivir y de
amar. Una nueva existencia: Jesucristo como sentido y horizonte para cada
hombre y esperanza para el mundo.
3.- No evangelizan desde el aparato ni desde
el poder. Ante todo evangelizan por lo que son y viven.
4.- El anuncio y la proclamación del Mensaje
acompaña la vida y forma parte de ella. Este es el sentido de Pentecostés,
primera experiencia cristiana que seguirá repitiéndose.
5.- Recibir la palabra de los apóstoles es
recibir la palabra de Jesús y recibir al Padre. El ministerio Apostólico funda,
guía y discierne.
6.- El Espíritu agrega a la comunidad a los
que han creído. Es una comunidad de hermanos que hacen memoria de Jesucristo,
se sientan a la mesa con el Señor, comparten los bienes con alegría y están
siempre a la espera del Señor.
Desde estas tres síntesis podemos concluir
diciendo:
1.- Que en todos hay una experiencia
interior de encuentro con el Señor en la base de la evangelización.
2.- Que este encuentro es posible, pues
Jesucristo es el Evangelizador y el Evangelio y, pues resucitó, está presente
en cada persona y tiempo por su Espíritu.
3.- Su acción exige la mediación de la carne
—ley de la encarnación redentora— en personas, historia y mundo, no es
inmediata.
4.- La mediación esencial es su Comunidad,
su Iglesia.
5.- Esta Comunidad —sus personas e
instituciones— están en función de seguir la ley de la encarnación, fundante de
toda la evangelización, que no serán otra cosa que extensiones de la única
Encarnación en cada persona y coyuntura histórica.
6.- Hasta que toda humanidad sea Humanidad
de Cristo.
Concretándolo en nuestra situación creemos que:
1.- Debemos recuperar la experiencia
interior del encuentro como objetivo fundamental de toda catequesis y de
cualquier proyecto de formación. No es que despreciemos la racionalidad ni
devaluemos la doctrina, que siempre serán necesarias para suscitar, potenciar y
discernir la experiencia. Se trata de
hacernos con esa conciencia de la realidad —esto en el fondo es experiencia— del Dios que nos sale al encuentro en Jesucristo gratuitamente a quien
escucho, acepto y sigo. Mientras no exista éste encuentro en profundidad —respetando
siempre la pluralidad de formas en que acontece— es imposible hablar de
evangelización, pues ésta descansa mucho más, en lo que somos y vivimos, que en
los apoyos doctrinales que la suscitan, disciernen o justifican.
2.- Su
consecuencia más inmediata es la primacía evangelizadora del “testigo” sobre el
predicador, aunque ambos se necesiten. La vida de los cristianos es el gran
argumento de la credibilidad de la fe.
3.- Su
dinámica es la encarnación redentora, asumiendo el estilo integral de vida
propio de nuestra sociedad aquí y ahora.
No hacerlo, por temor a mancharnos con sus contradicciones,
sería tanto como traicionar al que puso su tienda en nuestro campo,
asumiendo nuestra carne y, purificándola
en sí mismo —no en ella—, pudo presentársela sin mancha ni arruga ni cosa
semejante sino santa e inmaculada.
4. - Si
la mediación esencial es su Iglesia, su Comunidad, hay que lograr verdaderas
comunidades eclesiales y, entre estas, siempre deberán tener una primacía
aquellas que más plenamente realicen la apostólica y católica Iglesia Una. Lo
que está exigiendo recuperar la identidad y la conciencia de pertenencias hoy
tan disminuidas entre nosotros.
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