Nosotros somos
creyentes, los sociólogos y antropólogos podrán aventurar explicaciones y
proponer soluciones que nosotros deberemos tener en cuenta. Pero nosotros somos
creyentes, debemos preguntarnos por lo que esta situación paradójica revela: QUÉ ME DICE DIOS EN ESTA COYUNTURA, QUÉ ES
LO QUE DICE EL ESPÍRITU A LAS IGLESIAS. La situación paradójica está
revelando toda una estrategia del Espíritu. ¿Invención nuestra? No. La
situación está ahí y la paradoja también, nos guste o nos disguste.
Si ha surgido eses interés generalizado y en esta
situación, es totalmente inexplicable sin recurrir a la acción del Espíritu del
Señor. Dios creador y señor del mundo, está presente en la historia y de un modo
particular en determinadas realidades históricas en las que se nos revelan de
un modo especial sus designios. En estos “signos de los tiempos” podemos
descubrir la potencia reconciliadora de Jesucristo, que orienta la salvación
del mundo hacia su salvación definitiva. “Es deber permanente de la Iglesia
escrutas a fondo los signos de la época e interpretarlos a la luz del
Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia
responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la
vida presente y de la vida futura y sobre la mutua relación entre ambas” (6).
El hombre
actual no puede quedarse sin propuesta del Evangelio, pues tiene que encontrar
el sentido profundo del cambio, que oriente en toda su hondura la vida nueva
emergente con sus valores, estilo, cultura, etc. Y, al mismo tiempo le ayude a
rechazar el mal que por la ambivalencia de la situación le amenaza. Esta
ambivalencia exige el discernimiento a la luz del Evangelio y el apoyo
incondicional a los auténticos valores que emergen en la novedad del cambio (7).
Si la cultura
que nace no es penetrada por el Evangelio, lo que llamamos inculturación,
quedará confiada a su propio devenir, en el que fuerzas ciegas o interesadas,
pueden frustrar o devaluar lo mejor del hombre. Una cultura que no humanice,
que no sea solidaria y que no libere supondría una regresión a lo peor del
hombre, una desintegración de lo humano. La verdadera novedad del cambio, que
está en la autenticidad humana de la nueva cultura, con su cortejo de valores,
podría frustrarse si no consigue mayores cotas de humanización en el hombre.
Ser experta en humanidad, en solidaridad y en libertad son exigencias constante
en la Iglesia del Señor urgida por su Espíritu y, al mismo tiempo, es propuesta
irrenunciable al hombre en la situación presente. Aceptar sus valores, criticar
sus errores, sembrar modelos de pensamiento y acción y liberar la verdad son
hoy tareas irrenunciables.
Si la paradoja se resuelve en este sentido, es porque el
Espíritu está empeñado en que pongamos en juego todo lo que somos, tenemos y
valemos para conseguirlo. Es en esta situación donde tenemos una Noticia que
dar, un Alguien que transmitir: Jesucristo, que hoy como en todo tiempo, es el
Señor de la historia, el Hombre Nuevo que llena de sentido toda verdadera
novedad de la misma.
Pero debemos
señalar que esta estrategia del Espíritu, no solo es incompatible con nuestras
estrategias, sino que nos urge a establecerlas para que, en una situación
cambiante –donde permanece lo viejo con lo nuevo y donde la ambivalencia puede
producir estragos- nadie se quede sin propuesta, que a unos estimule a avanzar,
a otros a prevenir, a otros a discernir… y,
a todos, a seguir al único Señor, verdadera garantía de la autenticidad del
cambio. Pero es imprescindible, al establecer nuestras propias estrategias,
conocer bien la situación, analizar bien los fenómenos antes de interpretarlos
en relación con la voluntad salvífica de Dios, fijarnos de forma muy particular
en los sectores de sufrimiento como portadores del querer de Dios, interpretar
a la luz de la Palabra oída en la Tradición eclesial, aceptar que esta puede
manifestarse en forma interrogante y, desde luego, no excluir el riesgo (8). Quien quiera enfrentarse a la situación
con la máxima seguridad y clarividencia total… no está en esta vida caminando
con luz de antorcha, está en la otra exigiendo el lumen gloriae. Newman, en sus dudas y oscuridades, dejo escrito:
“Protégeme al caminar. No te pido ver claro el futuro, solo un paso aquí y
ahora”.
— Este interés procede
del Espíritu porque la comunión y la evangelización son precisamente la misión
específica suya hasta lograr formar la humanidad de Cristo, el Cristo total
como fue obra suya –de Espíritu Santo- la encarnación.
— En estos cambios
históricos profundos se manifiestan signos de su Presencia –su acción es mucho
más amplia que la de la Iglesia- conocibles por su profundidad (conectan con el
ser y anhelos del hombre, de la creación y de la encarnación redentora) por su
constancia (no son fenómenos ni superficiales ni pasajeros) y por su
universalidad (se dan en todas las razas, culturas y países y en las mismas
religiones). Hay una lectura nueva de la Verdad que es Cristo que conducida por
Él nos va llevando a la Verdad completa. Hay nuevos valores que orientan y
definen una época diferente aunque no opuesta a lo antecedente con lo que se
amplía la comprensión del hombre y la comprensión de la Revelación adecuadas a
la nueva situación.
— Una cultura
humanizadora, solidaria y liberadora
conecta con lo mejor del hombre –ser más humano, más social, más libre- pues
responde íntegramente a lo que en él es constitutivo. Pero al mismo tiempo
corrige los desmanes de situaciones anteriores donde la libertad, la
solidaridad y la humanización o se desconectaban y contraponían entre sí o eran
flagrantemente conculcadas en aras de prejuicios sociales, raciales, políticos
o económicos.
— Aceptar una cultura
así supone aceptar sus auténticos valores, criticar sus desviaciones o
parcialidades o extremos, crear modelos de pensamiento y acción que profundicen
sus valores y los exorcicen de los
demonios interesados del pasado o del presente, liberar la verdad de la
esclavitud a que es sometida por los intereses económicos o políticos que
pueden dar al traste con el cambio.
NOTAS.—
6.- IM.
4 a.
7.- IM.
11 b.
8.- Revelación
y fe. Madrid páginas: 184 -185 T. D.
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