Mira a los demás
Los evangelistas nos dicen que Jesús miró a grupos de personas, a la gente,
a los discípulos y también a cosas. Son miradas que reflejan no una simple
actitud superficial sino que nos muestran su propio interior.
a.- Mira a los
discípulos
En los mismos comienzos de su vida pública fija su mirada en dos que lo
seguían. Eran discípulos de Juan el Bautista que le señaló como el Cordero de
Dios (Jn. 1, 36). Jesús,
volviéndose al ver que lo seguían, les va a mostrar donde y como vive. Él los
había mirado y, en aquella mirada, iba ya la invitación a seguirle. Ellos,
junto a otros discípulos que se irán incorporando al seguimiento, podrán verle:
“De aquí a poco el mundo no me verá más; vosotros si me veréis, pues de la vida
que yo tengo viviréis también vosotros, aquel día conoceréis que yo estoy con
el Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros” (Jn. 14, 18-21). Ellos podrán verle porque Jesús los
ha mirado… “Dichosos vosotros por lo que ven vuestros ojos y por lo que oyen
vuestros oídos” (Mt. 13, 16).
Esto mismo ha hecho con Santiago y Juan y con Andrés y Pedro (Mc. 1, 16-19), son dos parejas de hermanos (Mt. 4, 18 y 21), sobre ellos ha puesto su mirada, los
ha visto. ¿Qué había en aquella mirada, qué fuerza y atractivo, que, dejándolo
todo, al llamarlos le siguieron? La mirada –los vio- preparó el camino a la voz
–los llamó- y no fueron capaces de resistirse.
A veces su mirada es para declararlos bienaventurados: “dirigiendo la
mirada a sus discípulos dijo: dichosos vosotros los pobres porque tenéis a Dios
por Rey” (Lc. 6, 20). Jesús hace de
ellos una alabanza porque, siguiendo al que los ha mirado, han elegido ser
pobres en ese seguimiento, con ello tiene a Dios mismo por Rey no a ningún rey
de este mundo sobre el que no está la mirada de Jesús y de sus seguidores.
Esto les asusta, e incluso lo ven como imposible porque la riqueza la ven
necesaria para vivir tanto ellos como la comunidad que forman. La tentación de
la riqueza está siempre al acecho bajo la forma de necesidad y parece imposible
renunciar a ella. Así se lo manifiestan a Jesús, entonces “Jesús se les quedó
mirando y les dijo; humanamente imposible, pero no para Dios” (Mc. 10, 27). Ellos deben moverse en el ámbito en que se mueve el que
los mira, es el ámbito del “orden de arriba”, la esfera de Dios.
Está atento a lo que necesitan o a las dificultades que pasan: “viendo con
qué fatiga remaban” (Mc. 6, 48) los saca de su apuro y los sacará siempre aunque a veces hayan sido
imprudentes. En este caso los libra del viento contrario y la fatiga porque
están bajo su mirada. Saben que si se está bajo esa mirada compasiva es la
garantía de su ayuda. No se fija ni en la tempestad ni en las olas que el
viento y el mar levantan, se fija en ellos, en las personas y en lo que están
padeciendo.
Pero los discípulos no siempre obran de acuerdo con el que los ha mirado,
por eso la mirada de Jesús se vuelve hacia ellos con indignación “Al verlo
Jesús se volvió indignado” (Mc. 10, 13). Se han dejado llevar de la búsqueda de tranquilidad y sosiego, tanto para
Jesús como para ellos, al ver que la gente traía niños para que Jesús los
tocara, ellos “les regañaban” y Jesús se indigna ¿por qué?, porque estos
chiquillos son imagen de los que tienen a Dios por Rey.
Esta misma actitud muestra cuando, mirando a los discípulos, “Jesús se
volvió y, de cara a ellos increpó a Pedro” (Mc. 8, 33). ¿Por qué se vuelve hacia ellos cuando ha sido Pedro el
que lo ha tomado aparte y ha increpado a Jesús? Porque no han comprendido a
Jesús cuando les ha dicho el primer anuncio de su pasión muerte y resurrección.
Participan de la misma actitud y mentalidad de Pedro. Tendrán que asimilar lo que
a continuación les dice; entre otras coas “que si uno quiere salvar su vida, la
perderá; pero el que pierda su vida por mí y por la buena noticia, la salvará” (Mc. 8, 35). El seguimiento incluye el cargar con la cruz.
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