Me sorprende la
facilidad que tienen muchos fieles para buscarse intercesores. Son legión los
santos en quienes se busca que intercedan por nosotros. ¡Y no digo nada de la
Virgen María!, siempre buscamos amparo en lo que llamamos su poderosa
intercesión, incluso en la liturgia. Son innumerables las oraciones en la
liturgia que buscan intercesiones. Y de forma agobiante sentimos esto cuando se
invita a la gente a que compruebe ese poder intercesor en aquellos que tienen
iniciado su proceso de santificación. Listas enteras en hojas o revistas que se
editan para contarnos como nos escuchan lográndonos de Dios las más diversas
ayudas; desde una curación a un puesto de trabajo, desde un aprobado en unos
exámenes a un buen novio. Incluso hemos especializado a los santos en el
ejercicio de su intercesión; unos lo son en el dolor de garganta, otros en el
de riñón, otros en las afecciones de la piel, otros en las causas imposibles,
etc., etc.… Es todo un repertorio, que supongo que le hará a Dios y a los
santos mucha gracia, salvada siempre la buena fe de la gente.
Pero a mí todo
esto no me deja tranquilo. Porque ¿qué se busca con todo esto? Desde luego
tratar de remediar una necesidad sentida y su forma es la oración de petición.
Que tenemos muchas necesidades no necesita demostración, que es legítimo
pedirle a Dios, sin ninguna duda. Pero ¿qué pedir, para que pedir y de qué
forma? Ahí tengo dificultades de comprensión muy serias que en otra ocasión
contaré. Ahora voy a fijarme en lo que planteé al principio: si existen
realmente esas intercesiones y tal poder de intercesión y si hay alguna forma
válida de entenderlas.
Lo primero que
se me ocurre es tratar de aclararme en los por qué de toda intercesión. Pues de
ello puede resultar que se esté practicando algo inútil y, también, una imagen
falsa del Señor.
1.- Si lo que se pretende es inclinarle a favor
de alguien, hay que decir que al Señor, nadie ni nada puede inclinarle porque
está siempre inclinado a favor de todos y de cada uno en cualquier
circunstancia que nos encontremos. Es nuestro Creador y nuestro Padre.
2.- Si lo que se busca es que favorezca a alguno
o a varios con sus dones ¿por qué a ese y no a otros que están en la misma
necesidad o quizá con necesidades mayores? Sería un Dios parcial que obraría
según el número de intercesores o la calidad de las intercesiones.
3.- Algunos apuntan que
es para calmar su ira contra nosotros que merecemos por nuestros pecados. Estos
olvidan que su ira es el vacío de su amor y esto nunca lo causa Él sino
nosotros su amor está siempre por encima hasta de nuestros pecados.
Sencillamente porque Él es bueno, independientemente de cómo seamos los hombres
y de lo que merezcamos por nuestros pecados.
4.- Otros manifiestan
con su forma de solicitar las intercesiones, a veces hasta lo dicen, que a Dios
lo sienten lejano y al intercesor cercano (esto se nos ha dicho muchas veces en
la predicación acerca de la Virgen). Algo así como si ella o ellos nos
quisieran más que Dios cuidándonos con más cercanía. Esto, además de falso, es
completamente injusto. ¿Quién nos crea, quien nos redime, quien nos salva?
¿Quién nos tiene preparado lo que ni siquiera podemos imaginar?, ¿y en nombre
de quién y por quien pueden actuar los santos y la Virgen? Nadie nos ha
mostrado un amor más grande que Dios.
Todo esto me
obliga, a decir que hay en muchos una mala comprensión de lo que es la
intercesión y, consiguientemente, muchas de las solicitadas son completamente
inútiles. También hace que me pregunte si hay alguna forma válida de
comprenderlas.
No quisiera
equivocarme, pero creo que la intercesión no está en ninguna acción ni súplica
con Dios sino en relación conmigo. No le tiene a Él por destinatario de lo que
con ella se busca. Él es inmutable en su amor para con nosotros y hace con
nosotros todo lo que nosotros le dejamos hacer sin necesidad de que se lo pida
ningún intercesor, así lo ha hecho en Jesucristo. La intercesión, entonces,
está en ayudarme a mí para que yo acepte
lo que está dispuesto a hacer y ha hecho por mí, no se lo impida y se lo
agradezca. Y esto en cualquiera circunstancia que la vida me presente. Que yo
le sea fiel y logre ser lo más feliz
posible con salud o con enfermedad, con riqueza o con pobreza, con vida corta o
vida larga, como nos enseñaron en los Ejercicios de San Ignacio. La intercesión
que pedimos lo que hace es disponernos para la aceptación de su amor en la
situación que se me presenta con dificultades o sin ellas. Por eso no puede
reducirse siempre a petición sino que incluye también la acción de gracias y la
intercesión.
Todo ello está
cimentado en lo que en nuestro credo llamamos “la Comunión de los Santos”, que
es comunión en lo santo y no menos en el Santo que es el Señor. Desde aquí
puedo entender la intercesión con petición y con acción de gracias. Es toda la
Iglesia la que triunfa del mal por mí y conmigo, toda ella se purifica por mí y
conmigo y toda ella lucha por su Reino por mí y conmigo. El éxito de la
intercesión no está en que el Señor, conceda esto o aquello. Su éxito está en
la comunión, que yo, unido a todos los santos del cielo y de la tierra, acepte
su amor gratuito como todos ellos lo aceptaron y hoy lo vuelcan hacia mí para
que yo también lo participe siempre unidos a Jesucristo y dependiendo de Él. Es
en Cristo donde intercesores e intercesiones se unen.
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