miércoles, 16 de febrero de 2011

30ª Pregunta: ¿Señor, quién es?

1º.- Quién la hace y por qué 

Es el discípulo a quién amaba Jesús. No se da nunca su nombre en este evangelio según san Juan. Está siempre cerca de Jesús, acompañándole incluso en su pasión y al pie de la cruz. Esto hace pensar que el evangelista lo utiliza como figura simbólica del auténtico creyente y de la comunidad seguidora fiel de Jesús, a quién Él ama y a quién ella responde con amor, gozando de su intimidad y acompañándole en todo el desarrollo de su proyecto. 

La pregunta la causa la afirmación que hace Jesús, con estremecimiento, después del lavatorio, durante la cena: “Si, os lo aseguro, uno de vosotros me va a entregar" (13,21). Esto provoca el desconcierto entre ellos “los discípulos se miraban desconcertados sin saber por quién lo decía” (13, 22). Tal y como se situaron mientras cenaban en torno a la mesa, Pedro estaba lejos de Jesús, pero el discípulo a quién Jesús quería estaba cerca, a su derecha. Es Pedro el que toma la iniciativa, pero está lejos -no goza de la intimidad de Jesús- sin embargo el discípulo amado está cerca -si goza de ella- y Pedro le hace señas para que pregunte "entonces él, apoyándose sin más en el pecho de Jesús" es el que hace la pregunta ¿“Señor quién es”? (13,25). 

2º.- Qué revela y provoca 

Lo primero que muestra la narración es que tratándose de una comida -donde más que el comer y el beber lo importante es la amistad, el compartir, la alegría de sentirse unidos- y ésta ser, además, la despedida que hace Jesús antes de su muerte, sorprende que Pedro esté lejos de Jesús. Para el evangelista no está cercano a Él, no goza de su intimidad. ¿Por qué? Porque, según ha mostrado en el lavatorio, realmente no comparte el proyecto de Jesús. Se somete a Jesús en lo que éste mande, pero, por ahora, "no le ama más que estos" (21,15), como hará después. Sin embargo, el discípulo símbolo de quienes le han entendido, se han adherido a Él, le han seguido en una identi­fi­cación cada vez mayor, éste si está cercano a Jesús, goza de su intimidad y puede compartir su secreto. 

La pregunta que le hace ¿es una curiosidad? Ni mucho menos. Al compartir con Jesús su proyecto hace suyos hasta los mismos sentimientos de Él. Sabe que ha llegado su hora y está deseoso de cumplirla. La traición de Judas es la ocasión para entregar su vida y, habiendo llegado su hora, desea hacerlo entregándose al plan diabólico del traidor: ”lo que vas a hacer hazlo enseguida" (13,27). El discípulo fiel comparte la entrega de Jesús. También comparte previamente la delicadeza e invitación que hace Jesús al traidor. Delicadeza porque lo protege frente a la inquisición de sus compañeros, compartiendo el secreto solamente con quién lo guarda. Invitación porque la oferta del pan mojado en salsa, es la búsqueda de que Judas se identifique con Él, como el alimento con quién lo asimila. Fue una invitación última al seguimiento que hace al traidor, compartida por el discípulo amado. Judas la rechaza. El texto no dice que comiera el pan que se le ofrece pues "tomó el pan y salió inmediatamente" (13,30). El amor de Jesús no excluye al traidor, respeta su libertad. Es Judas quién equivocada pero libremente, se excluye del amor de Jesús y el de su comunidad. En el trozo de pan va la comunicación de todo el proyecto de Jesús y de su vida ofrecido para que sea asimilado. Pero el traidor no lo acepta "y en aquel momento, detrás del pan entró en él Satanás”. No dice que lo comiera -que seria asimilar la vida y el proyecto de Jesús- pues a continuación añade "que tomó el pan y salió inmediatamente”. Jesús incluso le invita a que se lo lleve para entregarlo a sus enemigos: "lo que vas a hacer, hazlo enseguida". Judas ha rechazado la luz, está en el imperio de la tiniebla. Era de noche. 

3º.- La respuesta de Jesús 

Jesús responde a la intimidad del discípulo. Está identificado con Él y participa no sólo de su vida y proyecto, sino hasta de sus sentimientos y actitudes. Por eso no tiene con él secretos. A la intimidad del discípulo responde compartiendo su intimidad, que comprende su amor a Judas, que respeta su libertad, que hasta le facilita su decisión y, con su secreto, lo defiende de la curiosidad y el rechazo de los demás discípulos. 

Al reafirmarse Judas en su traición, rechazando la invitación de Jesús, su entrega tiene el camino despejado para realizarse. Por eso, nada más salir Judas a la noche, Jesús responde a la pregunta: "Ahora acaba de manifestarse la gloria de éste Hombre y, por Él, la de Dios" (13,31). La decisión de Judas ha abierto la puerta para que Jesús muestre la grandeza de su amor. La gloria es el esplendor del amor y, ahora, Jesús comienza a manifestarlo en toda su plenitud: "no hay amor más grande que dar la vida por los amigos"(15,13). La gloria manifiesta la presencia de la divinidad y, ésta está definida por el amor (lª Jn. 4,8). Jesús ha esperado la respuesta libre del traidor, no le ha negado su amor ni su invitación a seguirlo. Ha esperado con una delicadeza y un respeto enorme a su libertad. Pero cuando ésta se ha decidido por la tiniebla, la luz puede mostrar donde está la presencia de la verdadera divinidad -la gloria - y cuál es su verdadera revelación. Esto lo sabe el discípulo amado, paradigma de la comunidad creyente a la que se escribe éste evangelio. Por esto, ya des­de su prólogo se viene manifestando esa pre­sencia y esa realidad: "y hemos contemplado su gloria -la gloria que un Hijo único recibe de su Padre- plenitud de amor y de lealtad" (1,14). El Hijo ama como ama el Padre, su actitud con el traidor lo está mostrando a la comunidad creyente. 

4º.- Quién haría hoy esta pregunta 

Desde luego todos los curiosos de siempre que quieren la delación de los culpables, lo más autorizada posible, que se les someta a juicio y a la pena correspondiente: “que los condenen", "que se imponga la pena de muerte", “que no salgan de la cárcel”, "con esta gente no puede haber contemplaciones", "que se les aplique todo el rigor de la justicia", etc. etc. etc. ¿Quién les muestra amor?, ¿quién se preocupa principalmente de su recuperación?, ¿quién domina la espontaneidad de sus sentimientos, incluso ante atrocidades, pidiendo a Dios por los culpables?, ¿quién ha dado oportunidades antes de cometerse los delitos?.... Mirando el profundo respeto de Jesús a Judas y a sus decisiones –donde Él se jugaba la vida- la actitud de todos los curiosos delatores e inquisidores, que sólo buscan el castigo sin mirar a la persona, que piden siempre una justicia que camufle lo que verdaderamente sienten que son sus deseos de venganza, queda descalificada. Primero el amor y después, en él, con él y por él, las leyes. 

Los hay también que se mueven lejos -como Pedro- de Jesús, no están cercanos, no comparten intimidad alguna con Él ni comparten su proyecto ni su vida, y sin embargo, quieren penetrar en todos los secretos divinos y humanos, de Dios y del prójimo. Unos mandan por delante intercesores y mediadores, otros como si tuvieran algún derecho sobre ellos. No han entendido que para entrar en la intimidad de Jesús se necesita dejarse tirar por el Padre: "nadie puede acercarse a mí si el Padre que me envió no tira de él” (6,44). Esto es lo que provoca la adhesión a Jesús, la identificación con Él, con su vida, y la comunión en su proyecto. Entrar en esa intimidad y conocer sus secretos, no es obra ni de mediadores ni de intercesores, sino de la gracia preveniente de Dios que tira de nosotros hacia lo profundo de Jesús, su revelador. Esto es lo que, identificándonos con Él, nos da la experiencia del Padre, siempre creador por su Espíritu de vida, que nos hace compartir todos los secretos de nuestra filiación y nuestra incorporación a Cristo.

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