lunes, 21 de febrero de 2011

31ª Pregunta: ¿no tenemos razón en decir que eres un samaritano y que estás loco?

1º.- Quién la hace y por qué 

Son los mismos dirigentes judíos que en principio se adhieren a Jesús, como ya hemos visto, pero, cuando éste les dice que deben atenerse a su mensaje, no a sus sentimientos, se echan atrás. Antes que el mensaje de Jesús y su verdad que hace seres libres, están su linaje y sus instituciones; cambian su adhesión inicial y su admiración y llegan hasta el insulto cuando les dice que su padre no es Dios, ni siquiera Abrahán, que no haría lo que ellos hacen, sino el Enemigo, el padre de la mentira.

La pregunta, con el insulto que lleva consigo, es causada por la actitud de Jesús de proclamar la verdad, que está en su mensaje, no dejándose engañar por adhesiones superficiales que no conducen al verdadero seguimiento. Su actitud es clara para Jesús: ellos no proceden de Dios, porque no cumplen sus exigencias, ya que no aceptan a su enviado, ni a su mensaje que es Él mismo, ni su procedencia ni su envío: "el que es de Dios entiende lo que Dios dice; por eso vosotros no lo entendéis porque no sois de Dios " (8,47). 

2º.- Qué revela y provoca 

Lo que revela no está en la pregunta, que es un insulto en toda regla, sino en lo que la provoca y en lo que Jesús les contesta. Esta revelación se condensa en que Jesús procede del Padre y es enviado por Él. Jesús no anda con disquisiciones metafísicas ni con teorías, hace lo que a lo largo de éste evangelio hará muchas veces, que es recurrir a sus obras. Las obras que Él hace son obras de Dios y sólo quién es Dios - soy el que soy- puede hacer. Esto se verá con toda claridad en que "quién ha­ga caso de mi mensaje, no sabrá nunca lo que es morir" (8,5 l). Es de tal calidad la vida que Él procura a quién se adhiere a Él, que está por encima de la muerte. Es ya vida eterna.

La pregunta que le hacen es también respuesta que revela la impotencia de no poder responder a Jesús con razones de peso. Por eso su respuesta es la descalificación de Jesús, la exclusión y el insulto que conllevaba siempre la condición de samaritano o la de ser un demente. Era decirle que tenía una raza adúltera, que no adoraba al verdadero Dios y que estaba manchado. Con estos condicionamientos su mensaje tenia que ser falso y su persona impura. No merecía otro tratamiento que el insulto ya que decirle samaritano era lo peor que se le podía decir a un judío. Era como estar excomulgado.

En las palabras de Jesús se da una insistencia enorme en los móviles de ambos. Los suyos buscan la honra del Padre, los de los dirigentes la del suyo que es el padre de la mentira que está en la defensa a ultranza de sus intereses del “orden éste”, su raza, sus instituciones, sus negocios... Ellos llaman a Jesús loco –enajenado - y, desde su postura, era lógico. Es en lo que creen, es lo que viven, es para ellos la normalidad, donde creen que deben y tienen que desenvolverse, pues esto es lo que les han enseñado y esta es la mentalidad que "el orden éste" les ha imbuido. Jesús no encaja ahí. El orden en el que Él se mueve y al que pertenece es "al de arriba”. Sólo mediante la adhesión a Jesús podrían comprender que la anormalidad quién la padece son ellos pues, siguiendo esa ideología, y con esa mentalidad, lo que se produce es “enajenación”. El normal es Jesús -que está libre de cualquier ideología- y lo normal debe ser su mensaje. Es el de ellos el que produce "alienación". 

3º.- La respuesta de Jesús 

Jesús se muestra como el vindicador de la honra del Padre. En Israel ¿dónde estaba la mayor honra de un padre?. En que el hijo, sin perder su singularidad, no sólo haya sido engendrado por él, sino porque se parece a él y secunda su voluntad. Esto es lo que hace Jesús: procede del Padre, se parece en todo a su Padre –viéndole a Él se ve al Padre (14,8)- y hace su voluntad que es amar sin condiciones hasta dar la vida.

"Yo no estoy loco, yo honro a mi Padre” (8,49). Estaría loco si ofreciera una imagen falsa del Padre, que es lo que hacen ellos. Él da la imagen verdadera de Dios, porque "Dios es amor" (1ª Jn. 4,8) y "en esto se hizo visible entre nosotros el amor de Dios: en que envió al mundo a su Hijo único para que nos diera vida" (4,9). El honra al Padre procediendo de Él y mostrando esa procedencia, pareciéndose a Él y haciendo sus obras, y realizando su voluntad amando incansablemente a los hombres como el Padre los ama. El honra a su Padre mostrando al mundo su verdadera imagen y realizando su amor universal por encima de razas, naciones, religiones, edades y culturas: "tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único para que tenga vida eterna" (3,16). Ellos no lo honran porque ni es ésta la imagen que de Dios presentan, ni sus obras responden a lo que el Dios verdadero quiere. Ellos creen en un Dios juez, a quién hay que aplacar con sacrificios, al que se contenta con la obediencia a sus instituciones -a las que les atribuyen un origen divino, así el sábado, la ley, el templo-... que excluye a quienes no tienen su linaje paganos, samaritanos, gentiles-,… o son enfermos especialmente leprosos. Excluyen a Jesús como samaritano porque antes han excluido a Dios. El suyo es otro.

Jesús muestra el designio salvador de Dios, que está siempre por la vida: "quién haga caso de mi mensaje, no sabrá nunca lo que es morir" (8,51). Y es lo que ofrece a estos y a todos sin excluir a nadie. Ellos están en la tiniebla, en el “orden éste”, que es de abajo, el dominio de la muerte. El les ofrece la vida que está en la adhesión a su mensaje y el seguimiento. Son los que producen verdadera felicidad, porque es lo que el Padre quiere, que el hombre sea feliz y el camino que ofrece para lograrlo es el amor. Éste produce siempre vida y es en ella donde está la felicidad, y si aquella es plena la felicidad que produce lo es también. Ésta es la hondura del mensaje, que los dirigentes judíos no pueden captar, pero los seguidores de Jesús sí, es lo que creen, lo que viven y lo que celebran. “En esto se hizo visible entre nosotros el amor de Dios: en que envió al mundo a su Hijo único para que nos diera vida" (1ªJn.4,9). 

4º.- Quién haría hoy esta pregunta 

Esa pregunta, con la descalificación que conlleva, la han hecho muchos a lo largo de los siglos. A Jesús se le ha tratado de todo. Podemos decir que es la persona más amada y también la más odiada. Baste recordar la apologética de finales del XIX y principios del XX para demostrarlo. Ésta llena de defensas de la cordura de Jesús frente a aquellos que sostenían que no estaba cuerdo. Ya entre sus contemporáneos, como muestra este episodio, lo pensaron y se lo dijeron. Lo hicieron sus propios familiares (Mc. 3,21): "Al enterarse sus parientes fueron a echarle mano porque decían que no estaba en sus cabales". Entonces lo hicieron porque consideraron demencial muchas cosas que dijo pero sobre todo por su oposición a las instituciones de Israel. Hay también hoy rechazos pero son más escasas y menos descalificadores. La postura más frecuente es la de la indiferencia, no por desprecio y lejos del insulto, sino por desinterés. No interesa ni su persona ni su mensaje. Les da igual si es un demente o un cuerdo, ellos siguen su vida. Hay otros que desfiguran su imagen convirtiéndolo en un sujeto supersolidario y romántico, sin traspasar los límites de su humanidad. No ven en Él más que un hombre, pasan de su procedencia y de su mensaje. Sus obras no les lle­van al descubrimiento de su naturaleza, de su proce­den­cia y de su misión. A lo más que llegan es a un gran hombre, a un líder religioso respetable o a una supe­rest­rella.
  
También los hay que ponen en duda su procedencia, naturaleza y misión no porque lo consideren un demente sino porque si lo admiten les complicaría mucho la vida. Porque admitirlo es reconocer que es ahí donde está la verdad. Toda la vida da un vuelco, porque su verdad me invita a una adhesión y a un seguimiento, por tanto a abandonar mis verdades, mis fidelidades y mis seguimientos de tantos amos como se disputan mi existencia siendo incompatibles con la verdad de Jesús y su único señorío.

No hay comentarios: