miércoles, 16 de febrero de 2011

28ª Pregunta: ¿Como dices tú que ese hombre tiene que ser levantado en alto?, ¿quién es ese hombre?

1º.- Quién la hace y por qué 

La hace gente que ha participado en el recibimiento que han hecho a Jesús en su entrada en Jerusalén. Ha sido una entrada triunfal (12,12-19). A ellos se han unido algunos que habían presenciado la resurrección de Lázaro. Era la apoteosis de Jesús que ellos, conocedores de la Escritura, tratan de identificar con el mesías triunfante e imperecedero, descendiente de David. Tienen conciencia de que el mesías verdadero no debe morir, por eso, cuando Jesús les dice: "cuando me levanten de la tierra, tiraré de todos hacia mí” (12,32), se quedan extrañados y confundidos :"nosotros hemos aprendido en la Escritura que el Mesías seguirá aquí para siempre" (12,34) y, a continuación hacen la pregunta que nos ocupa. Ser levantado en alto indicaba la muerte con la que había de morir. 

La entrada triunfal en Jerusalén favorecía la concepción que tenían del Mesías, triunfante y poderoso, heredero de David, que viviría para siempre. Favorecía la identificación Jesús-Mesías, pero no entienden la identificación Hombre-Mesías. No ven en Jesús al Hombre que va a ser levantado en alto, por eso preguntan ¿quién es ese Hombre? No encaja en el que triunfa en Jerusalén y resucita muertos. Desde luego son incapaces de descubrir al Hombre donde se realiza plenamente el proyecto de Dios, al ser levantado de la tierra, no al entrar triunfal en Jerusalén. 

Comienza aquí el rechazo de Jesús pues no pueden compaginar el Jesús-Hombre con el Mesías. Después de haberlo aclamado - sólo veían lo triunfal y glorioso- intervienen las dudas, se echan atrás y se impone su visión del Mesías a la imagen que Jesús ofrece de él. 

La causa de la pregunta en el fondo está en la concepción del Mesías. La que Jesús manifiesta y ofrece no responde a la que ellos tienen y tratan de justificar con la Escritura. 

2º.- Qué revela y provoca 

Lo primero que revela es la falsa concepción que tienen del Mesías que no encaja en la de Jesús. Si, según sus ideas, Jesús no puede ser el Mesías ¿quién es? Él ha hablado muchas veces del Hombre, re­firiéndose a Él y es lo que la multitud retiene al no ver en Él al Mesías. Pero sólo se quedan con lo negativo que aguarda a éste Hombre -ser levantado en alto, es decir, la muerte- pero no comprenden que el levantado, que tira de todos hacia él, es glorificado en ese levantamiento, porque en Él culmina el proyecto creador y salvador de Dios. No es el acabamiento de la vida, es justamente lo contrario, la llagada a su plenitud para poder ser derramada. Lo que estaba contenido y representado en ese Hombre se multiplica expandiendo toda su fuerza como lo hace el grano al enterrarse en el surco. La gloria está en el amor hasta la muerte. Eso es lo que revela el levantado de la tierra y ese es el cumplimiento del proyecto que Dios tenía sobre ese Hombre. 

Es claro que, al no comprender nada de esto, la afirmación de Jesús indicando la muerte que iba a tener, les resulta escandaloso a estos hinchas del mesías davídico. El mesianismo que representa Jesús solamente puede comprenderse desde el Amor, que es la causa de todas las actuaciones de Jesús y del Padre. Y este Amor no tiene límites. Si se hubiera echado atrás ante cualquier límite no sería un amor suficiente. Sólo un amor que llega hasta dar la vida responde al querer de Dios y puede garantizar -porque es total y pleno- que ésta se derrame en todos. Esto es lo que se manifiesta en este Hombre al ser levantado en alto, en Él el plan de Dios -que es Amor- llega a su plenitud, terminando su obra creadora y salvadora. Es en este Amor hasta la muerte del Hombre donde está la verdadera gloria del Mesías. No en la entrada en Jerusalén ni tampoco en resucitar muertos. 

3º.- La respuesta de Jesús 

Jesús ni sigue la ley ni la interpretación que ellos hacen derivando a un mesianismo que ya históricamente estaba caducado. Él va por el camino del amor hasta la muerte para la salvación del hombre, porque sólo el amor origina vida. El fallo de la ley está precisamente en que manda e impone, pero no da el dinamismo interior para cumplir sus mandatos. Esto sólo lo hace el Amor -gracia- que cuando es total origina la vida total. Es lo que posee plenamente este Hombre, por eso entrega hasta la vida como fruto del amor total que posee. Él es el Hombre donde se realiza plenamente el proyecto de Dios de dar vida y llevarla hasta su plenitud en todos los hombres. En Él es donde Dios es plenamente glorificado. 

Todo esto el evangelista lo abarca con un concepto en él característico, el de la luz. Por eso pone en boca de Jesús esta respuesta a la pregunta: "Todavía os queda un rato de luz; caminad mientras tenéis luz, antes que os sorprendan las tinieblas. El que camina en tinieblas no sabe a dónde va; mientras hay luz fiaos de la luz para quedar iluminados" (12,35-36). Es una invitación en toda regla a que sigan la luz. Ésta no está ni en la ley, ni en las tradiciones, ni en la concepción que tienen del Mesías, la luz está en Él. Se lo había dicho con anterioridad y en el mismo templo: "Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no andará en tinieblas tendrá la luz de la vida” (8,12). La luz sigue a la vida, es como su manifestación, su brillo o resplandor. Jesús es la luz porque es la vida, tiene todo el resplandor de la vida. Por eso les advierte que todavía les queda un rato mientras está con ellos, deben caminar a su luz. Pero donde no hay vida hay muerte y no hay luz, lo que origina el ámbito de la tiniebla. Deben ser iluminados por la luz, ser animados por la vida, porque en la tiniebla quién impera es la muerte. El mesianismo de éste Hombre es el imperio de la luz, que es el resplandor de la vida, vida que siempre se está derramando; porque la vida la produce el Amor y este siempre se está difundiendo. Aceptar a este Hombre y su mesianismo es acoger su Amor como interioridad y dinamismo permanente que va derramando vida como fruto y tarea constante. 

4º.- Quién haría hoy esta pregunta 

Pues seguro que la hacen todos aquellos que ven en la cruz solamente el sacrificio, el dolor, la tragedia y la muerte. Esto, además, lo han trasladado a su vivencia de la fe como si la vida cristiana consistiera en aceptar sufrimientos, y aceptar males y desdichas. No han captado la luz que irradia la misma crucifixión como resplandor de la vida que por amor se entrega. La luz no la irradia el sufrimiento sino la vida y el amor de quién sufriendo la entrega. Sí está, por su propia dinámica, en todo lo que es vida -aunque esté disminuida - y comunicación de vida. No está en la tris­teza sino en la alegría, en la felicidad, donde hay luz porque hay vida aunque ésta está disminuida. 

Muchos han reducido su vida a ser como unos súbditos obedientes de un señor todopoderoso. Lo que domina en ellos es la obediencia y la sumisión. Su vida es "lo que Dios disponga”. Pero llegan con retraso porque Dios ha dispuesto ya. Lo ha hecho en su Hijo. Él es la luz dada para que no se adueñen de nosotros las tinieblas y tropecemos. Esa luz no es reflejo de muerte sino de vida. Por eso caminar bajo su luz es embarcarse en todo lo que es amor y vida. Eso es lo que Dios ha dispuesto, que tengamos vida y la tengamos en abundancia (10,10). El no quiere súbditos que le obedezcan sino hijos que le amen, eso es lo que ha manifestado en su Hijo. En su crucifixión ha liquidado todo sacrificio y manifestado todo su amor. Por eso, cuando muchos se preguntan por este Hombre, no tienen otra respuesta que el Hijo amado del Padre que al ser levantado en alto ha reunido a todos los hijos y les ha manifestado hasta donde ha llegado su amor dándoles su Espíritu. 

Otros, al ver a Cristo crucificado, les pasa lo que a los dirigentes judíos, que se escandalizan de que pueda suceder esto a quién se manifiesta como el amado del Padre. Entonces desvinculan su humanidad de su persona, reduciéndola a victima que ha sido inmolada, bien para pagar las deudas de los hombres, bien para solidarizarse con las víctimas humanas, bien... Su Humanidad queda reducida a parte sacrificada de un todo -divinidad- que es impasible. Donde se ha cebado una voluntad de Dios que ha actuado con ella como si no fuera suya o como si no la amara. Es esta una tremenda parcialidad que no responde al Dios que es Amor, que ama a su Hijo, que no le gusta el sacrificio -sí el amor que lo causa y manifiesta- y que pone en esa Humanidad la luz -el resplandor de la vida- y la gloria del Hijo que es manifestación de la del Padre.

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