miércoles, 16 de febrero de 2011

27ª Pregunta: Maestro, hace nada querían apedrearte los judíos, y ¿vas a ir allí otra vez?

1º.- Quién la hace y por qué 

Son los discípulos de Jesús. Están fuera de Judea, de donde han tenido que salir, porque los judíos habían querido apedrear a Jesús, y tenían decidido darle muerte. Ellos están con Jesús -son discípulos- y, consiguientemente, corren también sus riesgos. 

La pregunta es también como una queja. No les gustaría que a Jesús le ocurriera nada y a ellos tampoco. Por eso se quejan preguntando de que quiera volver allí, donde no sólo no es bien recibido, sino que pende sobre Él una amenaza seria de muerte. Pero su amigo Lázaro ha enfermado y le han mandado aviso sus hermanas y, aunque retrasa el viaje dos días, tiene decidido ir allí. 

Esta decisión está dentro del plan de Jesús de entregar su vida, ni los judíos ni nadie se la va a arrebatar, la va a dar Él, pero cuando y como quiera. Por eso la marcha hacia donde está la amenaza y el peligro de muerte la hace sin ningún miedo. Los discípulos tienen conciencia de ello, pero no de la postura de Jesús ante la amenaza, por eso Tomás dirá: "vamos también nosotros a morir con Él" (11,6). 

La enfermedad de Lázaro y su muerte serán un pretexto -de ahí el retraso de la marcha- para revelar, con una señal definitiva, que Él y la vida que otorga, están por encima de la enfermedad y de la muerte. 

2º.- Qué revela y provoca 

La pregunta quejosa de los discípulos, está manifestando la actitud de estos respecto de Jesús y su misión. Ellos conocen a Jesús, lo valoran y lo quieren, de esto no cabe duda ya que si no lo hubieran abandonado cuando lo hicieron otros discípulos, menos el traidor, cuando les habló del pan de vida. Pero no acababan de entender la magnitud de su persona y de lo que ésta comunicaba. Jesús se lo había dicho antes, que Él era la vida (14,6; 1,4), no sólo que comunicaba vida, sino que era la misma Vida. Pero esto se escapaba a su comprensión. Le veían más como un líder religioso en el que se cumplirían las promesas de un mesianismo religioso pero interpretado muy política y socialmente también. 

Jesús, en ésta ocasión va a mostrarles que la enfermedad no es para muerte, sino para honra de Dios (11,4). Y que el que llevaba cuatro días enterrado y olía mal, realmente estaba vivo. Esto es lo que va a revelar la señal, último de los signos que nos va a describir el evangelio de Juan. 

La muerte física, para éste evangelio, es un accidente necesario en la vida e historia de los hombres, pero no tiene la última palabra sobre nadie. La vida que Jesús otorga - Él es la Vida y el creyente está identificado con Él- a quién le sigue -su amigo Lázaro es uno de sus seguidores- es de tal calidad que está por encima de la muerte biológica. El creyente -el amigo- que muere, ha caminado en su vivir a la luz, por eso su muerte no es aniquilación sino dormición: "si uno camina de Día no tropieza, porque hay luz en éste mundo y se ve; uno tropieza si camina de noche, porque le falta la luz" (11,9-10). Lázaro, ha caminado en la luz por eso no está muerto sino dormido (11­, 11) y Jesús quiere despertarlo. 

La enfermedad es colocada en su sitio. No es querida por Dios y, por tanto, no se la manda a nadie. Pero el hombre la padece y la siente como una amenaza de muerte. Pero ni Dios la quiere ni ella tiene poder para destruir la vida Total de la persona que está en Cristo y que se manifestará en su plenitud una vez acontecida la muerte física. Jesús interpreta lo acontecido en Lázaro como una dormición. Es una imagen no para interpretar la muerte como un sueño -cosa que hizo entre otros Lucero- sino para expresar que la muerte, ni es lo último que acontece al hombre, ni es lo definitivo que impone su poder diciendo la última palabra sobre él. 

3º.- La respuesta de Jesús 

La da Jesús con una comparación bien comprensible, que si se camina en la luz del día no se tropieza, por la noche sí. ¿Qué quiere expresar con esta comparación? Que hay que caminar de día, ese es el secreto de esta vida, porque la Luz y el Día son Él. Si se camina con Él se hace a plena Luz del Día, y consiguientemente, no hay posibilidad de tropie­zo, Luz y Día están por encima de la enfermedad y la muerte que son el tropiezo que puede amenazar a quién no camina bajo la Luz. Por eso Lázaro sólo está dormido porque ha vivido en la Luz -era amigo- y esta impide cualquier tropiezo. El vivía en la adhesión e identificación con Jesús, y esto le comunicaba una vida de tal calidad que ni enfermedad ni muerte podían aniquilar, porque está por encima de ella y en el polo opuesto. Ellas -el tropiezo- representan lo caduco, lo perecedero, lo limitado por el espacio y el tiempo. La Luz y la Vida que da Jesús -y que son lo mismo- representa lo eterno, lo que no perece, lo que desborda todos los limites, consiguientemente, lo que no muere: "porque este es el designio de mi Padre: que todo el que reconoce al Hijo y cree en Él tenga vida eterna y lo resucite yo el último día" (6,40). Esto es lo que el amigo de Jesús ha vivido y ha recibido de Él. Esto es su vida verdadera y, aunque biológicamente está muerto, realmente está vivo, porque la Vida que vivía continúa, la sigue viviendo. Esa Vida es Jesús, con quién está identificado que es necesariamente eterno. 

4º.- Quién haría hoy esta pregunta 

Todos los que tienen miedo a morir apedreados. No es que piensen que esto pueda sucederles de forma física, que alguien pueda causarles una lapidación en toda regla. Pero sí conciben la enfermedad de forma parecida, que va destrozando a la persona hasta que la liquida. Concebida así la muerte da miedo, supone perder la vida. Pero ¿es esto verdad?, ¿la vida de la persona es solamente lo biológico, lo corporal, lo histórico...? Jesús muestra que esto -sin mermar en nada su importancia- no es así. La Vida que Él es y que Él da asume todo esto pero lo trasciende. Todo ello, en Él, con Él y por Él, se vive en otra dimensión que tiene un carácter eterno. Dimensión que no viene al final, después de la muerte biológica, sino que ya se vive aquí y que la condiciona y la trasciende. La enfermedad entonces no es la lapidación de una persona indefensa -aunque haya muchos que irresponsablemente se lapidan al hacer una mala administración de su salud- es el afianzamiento en la Luz que me sitúa en el Día para que ni ella ni la muerte se conviertan de tránsito en tropiezo. 

Esto sucede en muchos porque no distinguen entre la Vida que es Cristo y la vida biológica espacio-temporal que, mientras estamos en este mundo, tenemos que vivir. Lo reducen todo a lo intramundano y no ven nada más que eso. Entonces la muerte, para ellos, es algo verdaderamente terrible, porque es la liquidación de todo porque todo se redujo a lo que cae bajo el imperio de la muerte biológico-temporal. Estos ante ella se preguntan siempre asustados como los discípulos. Si todo lo han reducido, por ejemplo a pasarlo bien, cuando la enfermedad se lo impide haciéndoles pasarlo mal, no es extraño que se la pueda comparar con una lapidación o algo peor, pues me provoca la liquidación de todo aquello en lo que hicieron consistir su vida. Por esto muchos hoy le dan un valor a la muerte que ésta realmente no tiene. La verdadera muerte no está en un accidente biológico, sino en el rechazo de Dios y de su Hijo, porque esto convierte en muerte lo que en el proyecto de Dios era eterno: "Y esta es la vida eterna, reconocerte a ti como único Dios verdadero y a tu enviado, Jesús, como Mesías" (17,3). 

El creyente, adherido e identificado con Jesús, no le quita ninguna importancia ni a la enfermedad ni a la muerte, pero sabe situarlas en el contexto de la Luz y la Vida que él vive, sabiendo que son, no el precio del pecado, que en Cristo está perdonado, sino el paso necesario para adentrarse en la Vida definitiva que está no en el poder de la muerte, sino en el Amor de Dios que da la Vida Total con Jesucristo.

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