miércoles, 16 de febrero de 2011

26ª Pregunta: ¿Hasta cuándo nos vas a tener en vilo?

1º.- Quién la hace y por qué 

Son los dirigentes judíos del templo, que rodean a Jesús al verle pasear por el Pórtico de Salomón. Jesús lo hace con una soberana libertad, porque es precisamente en el templo donde se la han jurado ellos mismos, especialmente después de la curación del ciego de nacimiento que los había dividido. 

Sienten a Jesús como una verdadera amenaza. Si todo lo que dice y hace manifiesta que es el Mesías, ellos no tienen nada que hacer ya, porque su autoridad, sus enseñanzas, su cumplimiento de la ley y todo el entramado, de poder y dinero del templo, todo se viene abajo. Lo que ellos hacen no es lo que Jesús enseña y pide a sus seguidores. 

Por eso la pregunta muestra su intranquilidad y zozobra y le piden que aclare de una vez si Él es el Mesías o no. Jesús se lo ha dicho ya varias veces y se lo está mostrando con sus obras, pero ellos no le han hecho caso tachándolo hasta de loco. Pero, desde luego, lo que más les fastidia, y le crea su enorme inquietud, es su acusación contra ellos de ladrones y bandidos que se apropian de lo que es de los demás con violencia: "todos los que han venido antes de mi eran ladrones y bandidos, pero las ovejas no les hicieron caso" (10,8) y "el ladrón no viene mas que para robar, matar y perder” (10, 10). Esto les indispone con la gente, y desde luego les quita el ne­gocio que, con el pretexto del templo, y de la autoridad que se arrogan, han montado. 

Por tanto la pregunta la causa la intranquilidad que les crea la enseñanza, la actitud de Jesús y hasta su provocación de volver a pasearse por el templo. Quieren que se defina claramente. Así saldrán de dudas, no para adherirse a ÉI, sino para tener un motivo claro para poder acusarlo, que es lo que persiguen desde que echó a los negociantes del templo. 

2º.- Qué revela y provoca 

La pregunta recae directamente sobre el mesianismo de Jesús que ellos no reconocen. Jesús lo ha dicho antes con distintas palabras y el evangelista así lo ha recogido cuando el Bautista, la samaritana, el ciego... y mucha gente lo creía así: "Cuando venga el Mesías ¿realizará más señales que éste?” (7,31); "otros decían: es el Mesías" (7,41). Otra cosa es la calidad de ese mesianismo que ni es captado por ellos ni tampoco por la gente, que circunscriben sus señales a lo portentoso y los milagros. El mesianismo de Jesús es expresión de su propia naturaleza. Él es el Consagrado -esto significa mesías - el ungido por Dios con su Espíritu. Éste es el Amor del Padre dado plenamente a su Hijo, para que Él lo derrame en toda carne cuando llegue su Hora. No es el mesías de los portentos, del poder y la fuerza, y no viene a reformar nada, es el Mesías del Amor, que crea vida y salvación en todo el que cree en Él. 


Por eso Jesús no les contesta directa y claramente, sino que se remite a sus obras para que ellos mismos se contesten la pregunta: "Os lo he dicho pero no lo creéis. Mis credenciales son las obras que yo hago en el nombre de mi Padre; pero como no sois ovejas mías no creéis" (10, 25 -27). Y les manifiesta su identificación con el Padre: "yo y el Padre somos uno" (10,30), que los irrita aún más acusándole de blasfemo. 


La irritación que les produce llega hasta querer apedrearlo:"los dirigentes judíos cogieron piedras para apedrearlo” (10,31-32). Y dan la razón que justifica según ellos el morir apedreado: ”No te apedreamos por nada bueno, sino por una blasfemia, porque tú, siendo un hombre, te haces Dios" (10,33). Éste es el auténtico problema que per­sigue a Jesús a lo largo de todo éste evangelio; por eso, desde el prólogo, el evangelista viene mostrando que la Palabra que existía al principio y que era Dios (1,1) "se hizo hombre” (1,14); “a Dios nadie lo ha visto jamás; es el Hijo único, que es Dios y es­tá al lado del Padre, quien lo ha explicado" (1,18). Es lo que Jesús viene haciendo, pero la mentalidad de los dirigentes y su fanatismo, se oponen tajantemente a esa revelación hecha con palabras y con obras. El colmo es acusar de blasfemo al mismo Dios encarnado. 


Esta actitud fanática hace que Jesús no vuelva al templo. Allí no tiene nada que hacer. No es casa de Dios, donde el estaría a gusto porque era la casa de su Padre. La han convertido en el centro del fanatismo contra el mismo Dios. 


3º.- La respuesta de Jesús 


La respuesta son sus obras, hechas en nombre de su Padre. Estas son las que le acreditan. ¿Cuál es el fondo de este recurso de Jesús siempre a sus obras?, ¿se refiere a los milagros, profecías, doctrina, etc. como credenciales según afirmaba la apologética antigua? Creemos que el evangelista ve algo más profundo que está sosteniendo sus obras. Real­mente, para él, son una única obra. Así dice; “que contemplamos su gloria, gloria de Hijo único del Padre, lleno de amor y de lealtad" (1,14), y añade: “porque de su plenitud todos nosotros recibimos, ante todo un amor que responde a su amor" (1,16). Él contempla a Jesús como el que está lleno de amor. Todas las obras y la vida de Jesús no tienen otro fundamento que éste, el Amor que le plenifíca y que se manifiesta por diversos cauces que son sus obras. Pero, al mismo tiempo, es quien le identifica con el Padre porque ese Amor es el Espíritu que le posee y que tiene en común con Él. Por eso sus obras lo son también del Padre y le revelan. Jesús en su persona, su vida, su doctrina, sus obras, es el revelador del Padre. Y las obras que hace no son cosas o acciones, sencillas o portentosas, sino la comunicación de su Amor a través de ellas para recibir "un amor que responda a su amor". Esta es la gran verdad de toda su comunicación con quién se adhiere a Él. 


Ciertamente, para contemplar -ver- lo que es su obra, lo que está debajo y es origen de las mismas, hay que tener fe, hay que mirarlas con los ojos de Jesús -esto es creer- pero esto sólo pueden hacerlo las ovejas suyas, que conocen su voz y le siguen y a quienes da vida definitiva. La fe es la que descubre "cuanto amor ha tenido Dios al mundo que dio su Hijo único para que tenga vida eterna y no perezca ninguno de los que creen el Él" (3,16). Los dirigentes judíos no son de sus ovejas, por eso no captan la verdad de las obras de Jesús. Pero hay otros que, al escabullirse Jesús y marcharse al otro lado del Jordán, "acudieron muchos que decían: Juan no habrá realizado ninguna señal, pero todo lo que dijo de éste era verdad. Y en aquel lugar muchos creyeron en Él” (10, 41-42). 


4º.- Quién haría hoy esta pregunta 


Que Jesús ejerce un gran atractivo sobre cualquiera que, sin prejuicios, se acerca a Él o tiene noticia suya por los más diversos medios, es una verdad constatada por la vida de muchos creyentes que comenzaron a creer por ese atractivo. Pero no es menos cierto que muchos se quedan en la periferia, en el simple atractivo y los sentimientos que puede provocar, y otros, al intuir o descubrir lo que el seguimiento del atractivo demanda, se echan atrás. Adherirse para identificarse con Él -lo que es el proceso de una vida seriamente cristiana- nos exige una desinstalación de muchos establecimientos -nuestros criterios, seudovalores, actitudes-, pero sobre todo la desinstalación de nuestra persona. El acercamiento a Él produce el desencanto de muchos aprecios nuestros y al principal es el de nosotros mismos -el amor propio- y el de todo lo que no puede identificarse con el amor que Dios nos tiene y la felicidad que quiere para nosotros. Esto conlleva una des-apropiación de nosotros para apropiarnos el ser de Cristo. Todo esto puede producir intranquilidad y hasta zozobra por no ver con claridad el proceso y por dudar sí podré seguirlo. No es raro entonces preguntarse ¿hasta cuándo nos vas a tener en vilo?, ¿Por qué no ver todo con claridad? Pero lo malo no está ni en los miedos ni en las dudas, está en la falta de aceptación de Jesús -el enviado del Padre, el consagrado- con lo que me trae, que no son cosas sino el Amor que me comunica. Cuando vemos en Jesús el Amor que le plenifíca y quiere comunicarnos, que no demanda ni obediencia de súbditos ni exigencias inhumanas, sino que asumamos su Amor, seamos leales y agradecidos y que respondamos buscando la felicidad que quiere que tengamos para nosotros y para los demás, entonces comprenderemos hasta que extremo Dios nos ama y nos regala la salvación. El nos da vida, nos deja vivir, quiere que vivamos, no provoca jamás que estemos en vilo. 

Son muchos los que escuchan a Jesús hasta con agrado pero no lo hacen suyo. Es muy frecuente responder con cosas, con algo, con determinadas prácticas.... es como si dijeran: con esto ya tiene Dios bastante. Realmente no se ponen en camino de seguimiento. Es este un proceso en el que ni se ve todo hasta el fin desde el principio, ni se puede contemplar de un golpe de vista todo lo que abarca. Pero no es compatible delimitar intencionadamente hasta donde uno va a llegar o lo que desea abarcar. Ésta no es actitud creyente, ni se le puede llamar seguimiento. La fe implica la adhesión a Jesucristo desde el principio, que luego se va descubriendo más, clarificando, comprometiendo, etc. a través del mis­mo seguimiento. En el principio no debe haber delimitación alguna que lo encierre en la parcialidad. La adhesión a Jesús es incondicional, produce desde el principio una expropiación por la que renunciamos a nosotros mismos y nos apropiamos el ser de Cristo, que es posesión del Espíritu que con Él se me comunica. Esto no tiene limitaciones. El Espíritu es infinito y "sopla donde quiere" (3,8).

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