miércoles, 16 de febrero de 2011

25ª Pregunta: ¿Somos también nosotros ciegos?

1º.- Quién la hace y por qué 

Son los fariseos que están con los dirigentes del templo y que formaban grupo con ellos. Han expulsado al ciego curado por Jesús de su comunidad. Su curación ha producido una fuerte discusión sobre Jesús a quién ellos condenan y a quién el antes ciego, defiende. La pregunta está hecha con ironía. Es como una guasa ante lo que Jesús les ha dicho, que el proceso que Él ha abierto en éste mundo hará ver a los que no ven "y los que ven quedarán ciegos" (9,39). La hacen porque creen que ven. Tienen una enorme autosuficiencia que intenta primero negar el hecho de la curación, exigiéndole al ciego curado que manifieste que Jesús es un pecador y, por tanto, no ha podido curarle porque Dios no está con Él. Cabe preguntarse ¿por qué ésta actitud de negar lo que para todos era evidente? "Si es pecador o no yo no lo sé; lo único que se es que antes era ciego y ahora veo" (9,25). 

La seguridad se la da la interpretación rígida que hacen de la ley. Jesús, ciertamente, ha curado en sábado, haciendo barro y poniéndolo en sus ojos, le manda ir a la piscina de Siloé y lavarse allí. "Ese hombre no guarda el sábado, no puede venir de parte de Dios" (9,16). Para ellos la luz, el orden y la procedencia de Dios la da la ley. Para Jesús no, la da el amor al hombre y el servicio incondicional a éste, sea en sábado o en jueves. 

Su actitud es más irritante, por la defensa que hace el antes ciego de Jesús, con una lógica aplastante y hasta con fervor incondicional ante lo que Jesús le pida. Les resulta no sólo molesto, sino hasta insultante lo que éste les dice en su manera de argumentar. ¿Qué es lo que hay detrás de ésta actitud? Está claro que ven la apuesta de Jesús por el hombre, no por la ley. Ese ciego es figura del hombre al que ellos oprimían y tenían disminuido con el pretexto de la ley, en cuyo nombre explotaban a todo el pueblo. Seguir a Jesús, quebrantando la ley, el sábado y liberando a este pueblo de esa esclavitud, es terrible para ellos. Mucho más si lo hace en nombre de Dios, haciéndose proceder de Él y enviado suyo. Terrible porque el sostén del orden éste -el que ellos representan- era la ley como fuente de la explotación a través de sus innumerables imposiciones. El dios dinero, amo de éste orden, perdía gran parte de su dominio y sus servidores las ganancias y los intereses. Tenían que negar el hecho de la curación, el origen divino de Jesús y descalificarlo identificándolo con un pecador. 

2º.- Qué revela y provoca 

Desde luego la ceguera imponente que padecen estos dirigentes y fariseos. Ellos lo preguntan con ironía pero la realidad es que su ceguera es muy mala sencillamente porque creen que ven. Esto les impide salir de ella buscando la luz. Es lo que ya nos hemos encontrado en otras preguntas: han hecho de su fe una ideología, ésta les ha creado una mentalidad, que se va realizando a través de unas estructuras que son servidas por ellos, tan convencidos de la verdad del tinglado que han levantado, que su alienación les lleva a un fanatismo que les impide toda autocrítica y la descalificación de quién lo intente. Ver y no creer.

Aún así, la señal hecha por Jesús provoca la división entre ellos. 

Unos optan por descalificar a Jesús llamándole loco de atar, pero "otros replicaban: esas no son palabras de un loco, ¿puede un loco abrir los ojos de los ciegos” (10,20-21). 

Jesús, en la explicación que hace después de la pregunta, con el hermoso texto del buen pastor y su discernimiento de quién lo es y quién no, denuncia la explotación a la que está sometido este pueblo por la acción de los malos pastores. Esta acusación es la que enfurece a estos dirigentes y fariseos al verse tratados como mercenarios a quienes las ovejas no conocen y a las que explotan en su beneficio y abandonan en el peligro. Al mismo tiempo les muestra que Él es el modelo de pastor bueno (10,40), a quién siguen sus ovejas que conocen su voz. Ama a las suyas hasta el extremo de dar la vida por ellas. 

La acusación de Jesús provoca la adhesión incondicional del ciego -el hombre disminuido y explotado- a él no le importa ni los orígenes de Jesús, ni si cura en sábado. Le importa la realidad que él ha experimentado, antes estaba ciego y ahora ve. Es decir, el servicio sin condiciones de Jesús al hombre disminuido físicamente y en su dignidad -condenado a vivir de limosnas- le hace superar su ceguera no culpable y obrar consecuentemente optando por la verdad de lo acontecido frente a sus opresores, y defenderlo con valentía, dispuesto a creer lo que Jesús le manifieste. Ve recuperada su dignidad y su libertad siguiendo lo que Jesús le revela. 

3º.- La respuesta de Jesús 

Jesús responde a la pregunta de si son ciegos: "Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero, como decís que veis, vuestro pecado sigue ahí" (9,41). La ceguera del ciego curado no era culpable y no se debía a ningún pecado, pero la ceguera suya sí tiene su origen en el pecado. ¿Dónde está el pecado? En la mentira, dicen que ven y eso no es cierto. Si vieran descubrirían la realidad de la curación cosa que niegan y quieren que el mismo ciego lo afirme y también sus padres y, aún no reconociéndola, podrían buscar una razón a lo sucedido. No. Lo niegan y no dan razón y, para justificarse utilizan la ley que es tan opresora como ellos. La raíz de su ceguera está en el pecado. Éste es el que produce la tiniebla y la oscuridad, lo que les incapacita, por su obs­tinación, para recibir la luz. 

Pero su pecado va más allá de lo personal. Han creado unas estructuras injustas, interpretando la ley en su beneficio, oprimiendo a los creyentes con pretexto de culto y devoción, arrogándose privilegios que los situaban por encima de los demás y presentando una imagen de Dios cruel y castigador. Es decir, unas estructuras y un ambiente, que por el sólo hecho de admitirlas o entrar en ellas, el hombre quedaba corrompido. Todo esto y más lo tenían patente ante los ojos y, cuando Jesús se lo va mostrando, su contestación es que está loco y negarlo. Todo tiene su justificación en la ley y sus instituciones, que ellos se han inventado y que atribuyen a Dios. 

Jesús ha venido a este mundo para abrir un proceso, así “los que no ven, verán y los que ven, quedarán ciegos" (9,39). Al escucharlo se han dado por aludidos y por eso preguntan con ironía si ellos son también ciegos. Un proceso es la acción de seguir hacia delante. Jesús ha abierto esa acción, que no es un proceso legal, pues no ha venido a condenar sino a salvar. Es un proceso vital, viene dispuesto a dar vida al que está muerto, luz a quién no ve y gracia a quién vive en pecado: “a mí me ha enviado el Padre, que vive, y yo vivo gracias al Padre; pues también quien me come vivirá gracias a mí” (6,57); "yo he venido para que vivan y estén llenos de vida" (9, 10). Ésta es la respuesta de Jesús a los que preguntan con sorna si ellos son ciegos. Creen que ven, pero ni han visto la señal de la curación ni son capaces de ver a quién la ha hecho. Pero su proceso de vida, de luz y de gracia sigue adelante, los muertos viven, los ciegos ven y los pecadores se convierten al amor que Él les otorga. 

4º.- Quién haría hoy esta pregunta 

Como lo hicieron entonces, también hoy se preguntarán lo mismo todos aquellos fabricantes de luces falsas con las que hacen negocios –clientes, adeptos, seguidores, etc.- impidiendo a sus explotados el encuentro con las luces verdaderas. Imponen silencio sobre todo aquello que puede preguntar, hacer recapacitar, reconducir.... como lo es la verdadera alegría, lo verdaderamente humano, lo que descubre o sitúa en la trascendencia. Silencio sobre todo esto. Alboroto y grande, derroche de luces fugaces en todo lo que se inventan con pretextos aparentemente justos, como el nivel de vida, el bienestar, el tener, el consumir... Muchos de ellos saben donde está la luz -han visto- pero proponen justo lo que se opone a ella, porque esto favorece su negocio, su status, su economía, su posición, etc. -pero no han creído­ el proceso iniciado por Jesús además de ver exige creer-. 

Pero la situación más terrible es la de aquellos que no quieren reconocer su situación -creen que ven- están tan dominados por la mentalidad que les han creado o ellos se han inventado, que ven lógica la defensa de pseudovalores y actitudes, de proyectos y normativas, y la relativización de todo lo que puede arrojar luz y dominar su ceguera. Lo defienden con uñas y dientes, se inventan razones de todo tipo para defender sus posturas y determinaciones. Creen que ven pero están ciegos. 

Esta situación se produce también en la Iglesia. Hay muchos videntes que creen saber por dónde andan y deben ir las cosas. No defienden la materialidad de ningún negocio -aunque también puede darse- pero si la de un status, una línea pastoral o teológica, una eclesiología determinada... A esto sacrifican todo, impidiendo o desacreditando todo lo que lo critica o contradice. Estamos en una coyuntura histórica que está exigiendo aquellos cambios que suscita el Espíritu que convierte en estrategia de gracia la misma coyuntura. Cambios necesarios en muy diversos órdenes, que son fruto de la acción del Espíritu, para que el proceso de Jesús traído al mundo siga adelante. Pero no sólo se necesita ver -verlos- sino se necesita creer en su procedencia y en su necesidad para no estar ciegos en la coyuntura, no ver la estrategia del Espíritu y embarcarse en el proceso que exige los cambios. Esto no debe ocurrir por imposiciones, tampoco debe implicar sólo a unos pocos. Debe escucharse la voz de la Iglesia, el sentir de todo el pueblo de Dios que es la carne donde retumba la voz del Espíritu.

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