viernes, 28 de enero de 2011

19ª Pregunta: Y ¿quién eres tú?

1º.- Quién la hace y por qué

Son los mismos que han hecho la pregunta anterior, pero en otra ocasión (8,21) en donde prosigue la conversación tejida por el evangelista para explicitar, aunque polémicamente, la naturaleza y misión de Jesús.

Son fariseos y dirigentes que tienen en el templo sus instituciones y sus negocios, que son el medio de manifestar no la presencia-gloria de Dios, sino el sometimiento del pueblo; al mismo tiempo donde tienen la clientela fija de sus negocios. Es desde donde suministran la ideología y mentalidad que domina a la gente y la aliena. Son ellos los responsables de la ceguera del pueblo para reconocer a Jesús como el enviado del Padre, precisamente para librarlos de la tiniebla que produce su ceguera y ayudarles a vivir con la dignidad que merecen en libertad. Ellos están instalados en el orden éste, que pertenece a la tiniebla porque está dominado por el pecado.

La pregunta es causada por la advertencia que Jesús les hace de que, si no reconocen quién es Él, como su única salida: "si no creéis que yo soy el que soy, os llevarán a la muerte vuestros pecados" (8,24). 

2º.- Qué revela y provoca 

Manifiesta la perplejidad que les causan las palabras y advertencia de Jesús. Para hablar y mostrarse así lo apoya en su condición y sus obras. Él es el enviado de Dios, a quién llama su Padre, y hace su querer realizando las obras que el Padre quiere y hace. Es lo que se contiene en el concepto de Mesías tal y como Jesús lo entiende, aunque no emplee esa palabra. Pero esto no encaja en la concepción del Mesías que ellos tienen. Jesús no se presenta como un servidor fiel de las instituciones de Israel -ley, sábado, templo, etc.- ni siquiera como un reformador de las mismas, sino como quién concluye su vigencia y el papel que hasta ahora habían desempeñado. Él viene mostrando a lo largo de su vivir, y lo revelará plenamente cuando sea "levantado en alto", como es el Mesías Hijo de Dios -es el que es- y quién es su Padre. Allí será respondida la pregunta cumplidamente.

También revela la incomprensión que hacen de Jesús. No pueden entender ni quién es Jesús ni quién es su Padre. Para lograrlo tendrían que salir de su pecado, del "orden éste" que es "de abajo" y situarse en el "orden de arriba" al que pertenece Jesús (8,23), por eso no ven la relación existente entre Dios y Jesús. Al estar alienados, por la mentalidad creada en ellos por su ideología, también están incapacitados para recibir y comprender la crítica que Jesús les hace y la posible autocrítica de su postura e ideología.

La pregunta, manifestación de la confusión y el rechazo que Jesús les provoca, está revelando lo que está siempre en la base tanto del conocimiento de Jesús como de una relación correcta con Él. Es la necesidad de la fe. Pero, para ponerse en ese camino -que Dios "tire" del hombre - hay que dejarse "tirar", es decir, hay que ponerse ante Él sin prejuicio alguno, dispuestos a abandonar todo lo que le contradice -el orden éste- y abiertos sin condiciones a la verdad. Éste es el camino, que ya es parte del tirón que Dios está siempre dispuesto a dar. 

3º.- La respuesta de Jesús 

Es la manifestación rotunda de su divinidad. Les responde: "ante todo eso mismo que os estoy diciendo" (8,26). Y ¿qué es lo que les está diciendo? “Que soy el que soy ". Son los mismos términos con los que Yahveh se expresa al preguntarle su nombre Moisés: "Soy el que soy”. Esto dirás a los israelitas; “Yo soy me envía a vosotros" (Ex.3, 14). Jesús está manifestando claramente su pertenencia al Padre y la plena identificación con su voluntad: estoy contigo para ayudarte en la misión que te encargo, que es la posible comprensión del nombre hebreo Yahveh.

Ellos "no comprendieron que les hablaba del Padre" y, por eso, añadió: "cuando levantéis en alto a este Hombre, entonces comprenderéis que yo soy el que soy y que no hago nada de por mi... el que me envió está conmigo" (8,27-28). Ellos no entienden porque no ven relación alguna entre Jesús y Dios. Si la vieran ni se opondrían ni lo llevarían a la muerte. Será precisamente cuando "sea levantado en alto" cuando se manifestará quién es, cual es su relación con el Padre y que todo lo que ha dicho y hecho se lo ha enseñado su Padre que le acompaña siempre.

La crucifixión será la manifestación rotunda de quién es Jesús, de cómo es el Mesías Hijo de Dios, al mostrar el amor leal de Jesús a los hombres en su servicio incondicional hasta la muerte. ¿Tú quién eres? El que está aquí para serviros dando su vida para que vosotros la tengáis. Y esto ¿quién puede hacerlo? El que tiene el Amor leal en plenitud y por eso puede darlo. Y ¿quién es éste? El Hijo único de Dios en plena sintonía con su Padre. Otro no podría hacerlo. No se puede amar tanto y hasta ese extremo si no es Dios.

Por ello, para el evangelista, la cruz marca la Hora de Jesús, no sólo porque en ella está la entrega total del amor, sino porque es su exaltación gloriosa. Allí se reunirán todos los hijos dispersos y allí se entregará el Espíritu, allí se verá que Jesús es "el que es" y allí se está diciendo co­mo, identificado con el querer del Padre, quería ser Mesías Jesús. Allí el que descendió hasta hacerse hombre, asciende en su humanidad sin ninguna de sus limitaciones. En la cruz el evangelista no ve un patíbulo sino la gloria de Dios manifestado como Padre que ama sin limitaciones, como Espíritu que plenifica y derrama su Amor y como Humanidad Santa, que muestra el amor sin condiciones en la persona del Hijo. Gloria es la palabra que revela la grandeza del acontecimiento y responde a quiénes preguntan ¿tú quién eres? 

4º.- Quién haría hoy esta pregunta 

Inconscientemente se la hace mucha gente porque tienen puesta su confianza en las cosas de éste mundo y en lo que esta sociedad les ofrece. Cuando, de alguna forma, oyen o leen lo que Jesús les ofrece, inevitablemente se hacen esa pregunta: ¿Tú quién eres? No les cabe en la cabeza que haya algo tan distinto y tan desbordante de lo que ellos viven y desean.

Si, además, están instalados, no en lo bueno que este mundo y esta sociedad también ofrecen, sino en la injusticia, la opresión, la violencia, los intereses... ante Jesús se incomodan pero a Él de algún modo lo disculpan, porque no lo ven entre nosotros, en este mundo, sino como un extraterrestre o un personaje de hace muchos siglos, y entonces pagan contra sus seguidores -su Iglesia- desacreditándola, calumniándola, y ejerciendo violencias de muy diverso tipo contra ella. Sobre Jesús se hacen preguntas, pero su agresividad, por lo que de Él les incomoda, la vuelcan contra ella, que es la que hace presente la respuesta de Jesús en nuestro mundo, cuando se declara toda ella, como Él, servidora del hombre, que es la obra con la que Jesús responde a quienes le preguntaban por su ser y su misión: El Hijo de Dios, servidor de los hombres.

Dentro de estos los hay que se sienten interpelados, más que por la doctrina -que a lo peor también ignoran -por las obras que, siguiendo a su Cabeza, la Iglesia -su Cuerpo- hace. Pero se quedan sólo en la admiración, no pudiendo comprender y mucho menos secundar este servicio desinteresado al hombre, a veces hasta heroico. Se sienten interpelados pero les parece excesivo que Jesús haya llegado a tanto y que la Iglesia -identificada con Él -pueda llegar a esos extremos que a veces les resultan hasta inhumanos.

Los hay también que no se cansan de preguntar sobre Jesús y siguen todas las polémicas que sobre Él se suscitan y siempre están teorizando sobre Él. Como si quisieran responder por su cuenta a la pregunta ¿Tú quién eres? Hacen muchas preguntas sobre Jesús, pero ninguna sobre su posición en relación con Él. No se embarcan en un seguimiento que les permita identificarse con Él, lo que les permitiría responderse desde la experiencia y no desde la teoría quién es Jesús y qué le trae a él.

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