viernes, 28 de enero de 2011

20ª Pregunta: ¿Cómo dices tú que vamos a ser libres?

1º.- Quién la hace y por qué

Son dirigentes judíos que le habían creído ( 8,31). Se han sentido atraídos por lo que dice y por lo que hace. Pero es una adhesión que no llega ser seguimiento como indica el desenlace de la conversación. Se queda en una espontánea admiración. Es tal la alienación que padecen, el influjo tan poderoso de una fe convertida en ideología, que la admiración no es suficiente para cambiar su mentalidad a la que ni renuncian ni se atreven a criticar. Es una adhesión superficial que no se traduce en seguimiento.

La pregunta la causa la actitud de Jesús al manifestarles que si quieren ser discípulos tienen que atenerse a su mensaje. Entonces conocerán la verdad y ésta les hará libres (8,32). Ahora no cumplen esa condición, consecuentemente no son libres. Ellos tienen su verdad, que son linaje de Abrahán a quién tienen por padre y ni él ni su raza son esclavos de nadie. No pueden entender que Jesús les invite a otra verdad que les haga libres pues ya lo son. De aquí la pregunta que le hacen.

Pero la hacen reaccionando contra Él, incomodados por sus palabras. Lo cual demuestra que el crédito concedido a Jesús, fue debido a simple admiración y, además, pasajera, pues en el momento que choca con su mentalidad, se impone el fanatismo con el que defienden su ideología.

2º.- Qué revela y provoca

Revela palpablemente la obstinación y fanatismo que produce la alienación que padecen. La admiración que les ha producido Jesús, ni siquiera les cuestiona si su verdad -su linaje, sus creencias, sus instituciones, su culto, etc.- les han conducido a la libertad o a la opresión. Externamente son un pueblo dominado muchas veces y últimamente lo son por los romanos, e internamente son dominados no por una fe que hace hombres libres sino por una ideología nacionalista fanática que los oprime. Ellos reconocen primero ser hijos de Abrahán y después hijos de Dios (8,41) pero al no reconocer lo que fue manifestado a aquel, y que se cumple en Jesús, no admitiendo al enviado de Dios e Hijo suyo, no pueden estar en la verdad, ni son hijos auténticos de Abrahán ni pueden decir con verdad que Dios es su Padre. Ellos están instalados en la mentira, tienen por "padre al diablo”, a este "le sale la mentira de dentro porque es falso y padre de la mentira” (8,44-45).

La conversación con ellos y la pregunta también ponen muy claro que Jesús puede producir adhesiones que muchas veces son superficiales y otras que sólo son parciales. La que ha producido en ellos al principio es superficial, no ha tocado la mentalidad ni tampoco el corazón -entendido como centro de las opciones y decisiones fundamentales de la persona-, se han quedado en sentimientos -desearla, podría, valdría la pena etc.- no en una decisión que les conduzca al seguimiento, dejando atrás su mentalidad, que es lo que Jesús busca. Se da también en ellos una identificación parcial. Les gusta de Jesús su capacidad de liderazgo, sus palabras y acciones, en lo que no afectan a su mentalidad y sus instituciones. En el momento que las critica o contradice el rechazo es total. Por eso Jesús les dice : "vosotros para ser de verdad discípulos míos, tenéis que ateneros a ese mensaje mío, conoceréis la verdad y la verdad os hará libres" (8, 31-32). ¿Cual es su mensaje?. Que Él es el enviado del Padre, que no hace nada por su cuenta sino en sintonía con Él, que tiene que ser "levantado en alto" y entonces "comprenderéis que yo soy el que soy" (8,28). Esta es la verdad, que Él es el Hijo que realiza el querer del Padre: amar a los hombres, en un servicio impagable, hasta la muerte. Esta verdad libera de toda limitación de raza, religión, costumbres, instituciones y hasta de la misma muerte, que de no conducir a la libertad se convierten en mecanismos de opresión. Ellos al no adherirse a Jesús, ateniéndose a su mensaje, ignoran de qué libertad ni de qué verdad les está hablando. Les bastaría contemplar su historia y en qué han devenido sus instituciones, para ver con claridad que la libertad de la que presumen no conduce a la verdad sino a la peor de las esclavitudes, la impuesta por una ideología fanática que no admite la mínima crítica. Hay verdades que esclavizan al no conducir a la libertad.

3º.- La respuesta de Jesús

Es tajante: "Os lo aseguro: quién comete ese pecado es esclavo" (8,34). ¿A qué pecado se refiere? Se lo ha dicho anteriormente: "si no creéis que yo soy el que soy, os llevarán a la muerte vuestros pecados" (8,24). La esclavitud que conduce a la muerte está en no aceptar la verdad. Ésta está en el reconocimiento de quién es Él, su mensaje y su condición de enviado del Padre. Esta verdad hace seres libres, porque el Amor del Padre y el servicio incondicional del Hijo, dándolo a los hombres, no hace esclavos ni súbditos -"que no se quedan en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre"- (8,34-35) sino hijos. Entonces la verdadera procedencia no está en Moisés o Abrahán está en el Padre y se logra, se vive y se celebra cuando se escucha a su enviado, se le acepta y se cumplen sus exigencias, que no son otras que el amor. Las otras procedencias conducían a ésta, por eso no podían absolutizarse como hacen sus dirigentes, y mucho menos oponerlas a la procedencia del Padre. Quién hace esto está traicionando la verdad que tenían esas procedencias -para lo que estaban- traicionan a Moisés y a Abrahán. Consiguientemente están en la mentira y esta tiene otro padre que, ciertamente, no es Dios.

Ellos se creen libres -aunque están dominados- por pertenecer a la descedencia de Abrahán, tenían su raza y mantenían su fe. Pero no le siguen en lo más radical de la actitud del patriarca: que escuchó la voz de Dios, la siguió y confió en su Promesa. Esto es lo que hizo Abrahán, no lo que hacen ellos (8, 41). Esta actitud, que lo fue de fe, lo hizo libre de las ataduras y limitaciones que pesaban sobre él y su familia. Porque se apoyó en Dios tuvo descendencia, aunque él y su mujer esta­ban ya secos (Gen. 17,17). La verdad del Dios en quién creyó, le dio la libertad frente a la esterilidad logrando una descendencia. Esta verdad es ignorada por sus seguidores que perteneciendo "al orden éste" que es "de abajo" se oponen a quién está "arriba" y es "de arriba".

4º.- Quién haría hoy esta pregunta

Muchos que se creen libres y se sorprenden si se les dice que son esclavos. Esta sociedad les ha valorado tanto el tener, el poder, el sobresalir etc. Que los ha seducido de tal modo que no comprenden libertad alguna si no es desde esos presupuestos. Sobre todo el tener y el poder mucho. Esto les crea una mentalidad fanática, que sacrifica lo que sea -aún lo más humano o lo más sagrado- con tal de acumular o ejercer poder como sea. Instalados en la comodidad y disponibilidad que estos procuran en quién los logra, prácticamente todo es sometido a estos logros y visto bajo ese prisma. Cuando se les habla de libertad, de liberarse, se hacen sorprendidos la misma pregunta: ¿Cómo dices Tú que vamos a ser libres?. No recurrirán a linajes y ascendencias para justificar que son libres, pero si pondrán los medios de que disponen, la vida de que disfrutan, los logros y éxitos de su carrera o profesión, sus ingresos y acumulación de bienes, etc., etc., como los justificantes de su libertad y de estar suficientemente liberados.

A estos habría que añadir todos aquellos, teóricos de la libertad, que colocan como las fuentes de la misma en el bienestar social, en la democracia, en el estado de derecho, etc. Sin desconocer todo lo que estas han aportado al bien del hombre y despojándolas de sus corrupciones como la partitocracia, el olvido de las minorías, etc., hay que reconocer otras fuentes más primigenias de la libertad humana, como son todos los derechos humanos, la moral y el derecho natural, la libertad evangélica, etc. Todo esto es anterior a cualquier democracia y es fuente de verdadera libertad aún en contra de lo que una mayoría democrática pueda establecer. Son, además fuente de la misma democracia, están en sus orígenes. Y esto no sólo no contradiciendo las fuentes con la legislación o las decisiones irresponsables de los parlamentos o el ejercicio del poder, sino llevando a cabo una educación permanente de toda la sociedad para que las respete, las defienda y las viva. Solamente así se puede llegar a sociedades y personas verdaderamente libres.

Otros que harán hoy la misma pregunta son todos aquellos, que desde la teoría y la práctica, tratan de liquidar el valor objetivo de la verdad. Es tan sutil su influencia que se ha introducido en las instancias más cultivadas del poder en cualquiera de sus dimensiones y, desde ahí, se ha extendido por la gran masa de ciudadanos e incluso en el ámbito del cristiano medio. ¿Verdades objetivas? Ninguna. Las verdades son construcciones subjetivas de los individuos, de los grupos y de la sociedad. Según esto, es verdad lo que nosotros construimos y determinamos que lo sea. Lo establezca un parlamento o una comunidad de vecinos. Su valor es subjetivo y, por tanto, relativo. Su duración lo que el grupo determine o lo que el individuo se impone. La consecuencia inmediata es que si la verdad es relativa, la libertad también lo es. El hombre se instala en ella según el establecimiento que practica. Pero, además, como admiten un hombre poliédrico, pero no sólo en caras sino en el mismo yo, no admiten un solo yo sino tantos como situaciones o dimensiones le imponen sus sucesivos establecimientos, puede ser el familiar distinto del profesional, distinto del religioso... la misma persona es un yo diferente en cada uno de ellos. Así uno puede ser en casa un perfecto padre de familia y un adúltero en su diversión, un caballero en sociedad y un energúmeno en su profesión. Se extrañan cuando oyen lo que les dice la Iglesia: la necesidad de ser libres y optar por la salvación. ¿Cómo dices que seréis libres? No hay más libertad que la que el individuo o la sociedad crea según la coyuntura histórica que se viva o la situación que, con cada yo, enfrenta la persona.

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