martes, 18 de enero de 2011

15ª Pregunta: Señor ¿a quién vamos a acudir?

Tengo que hacerle una pregunta, Señor Jesucristo (15)
  
1º.- Quién la hace y por qué

Esta pregunta es al mismo tiempo una respuesta. Está en la misma conversación -discurso de Jesús sobre el pan de vida, que ha provocado el abandono de algunos discípulos y el escándalo de los dirigentes judíos. Es al mismo tiempo que pregunta, la respuesta de la comunidad creyente, hecha por Pedro en su nombre -no se olvide que habla en plural- al discurso de Jesús y sus afirmaciones exigentes para sus seguidores.

Otros, que eran discípulos se han marchado porque las palabras de Jesús les han resultado muy duras. No han entendido ni que Jesús sea el pan de Dios que se parte y reparte, ni tampoco lo de comer su carne y beber su sangre, ni que su Humanidad sea el lugar de la presencia de Dios -donde se dice, se comunica y se participa,- ni que comer ese pan exija en sus seguidores el amor incondicional hasta dar la vida si es preciso. No lo han entendido, quedándose sólo en la materialidad de las palabras y esto les ha producido el escándalo y el abandono.

Pero el evangelista ha ido más allá del hecho puntual que está narrando. Ésta pregunta -respuesta que pone en boca de Pedro, él la hace desde la experiencia de su comunidad, -utiliza el presente "vamos" que indica lo que se está viviendo en ese momento- que tiene asimilado lo expuesto por Jesús, lo vive y lo celebra en el presente. Lo hace litúrgicamente en la eucaristía. Los que componen la comunidad cristiana ni se escandalizan ni piensan en el abandono. Han comprendido la señal hecha por Jesús y han puesto lo que tienen -el pan y los peces - para que se parta y se reparta como Él quiere. Comer la carne y beber la sangre es la respuesta agradecida de quienes se saben en comunión con Él que multiplica lo que ellos poseen. La pregunta -respuesta la causa directamente la pregunta que Jesús hace a sus seguidores: ¿también vosotros queréis marcharos? (6,67) ante la defección de otros discípulos. Jesús, ciertamente, ha montado un escándalo fenomenal al mani­festar a todos que no hay otro camino que comer su carne y beber su sangre -es decir, asimilarse e identificarse con Él- si quieren tener vida eterna. Los que se escandalizan se marchan, pero, los que se quedan, deben dar una respuesta libre. En la boca de Pedro está la confesión de fe, que es la respuesta de la comunidad creyente: "En tus palabras hay vida eterna, y nosotros ya creemos y sabemos que Tú eres el Consagrado por Dios" (6,68-69). Si Él es "el" Consagrado por Dios, sólo Él es el camino para tener esa vida.

2º.- Qué revela y provoca

La pregunta -respuesta lo primero que manifiesta es la fe del grupo apostólico y de la comunidad creyente representados por Pedro. Las exigencias de Jesús, que en realidad se identifican con su persona, comunican vida definitiva. No es algo para después de esta vida, la identificación con Jesús se hace en el presente -es en ésta vida – aunque se plenifique con posterioridad. Jesús no ha traído un derecho escrito con cánones y normas, ni tampoco una doctrina aunque la incluya, es su propia persona, con la que sus discípulos se identifican y de la que reciben su Espíritu, que Él posee en plenitud -es "el Consagrado” por Dios,- y que interioriza siempre en sus seguidores.

Esa asimilación - identificación, que origina la interiorización del Espíritu, produce vida. La vida es producida por el amor y lo que Jesús nos da a participar por la comunión con Él es el amor que Él posee plenamente, que es el Amor del Padre. Éste es siempre, como confesamos en nuestro credo, "dador de vida". Pero ¿qué vida? La que responde a la plenitud del Espíritu que posee plenamente y que otorga sin medida. Todo esto sólo puede expresarse con la categoría de eterna, por la plenitud que conlleva, por la participación que otorga y por la seguridad de que, por parte de Dios, nunca dejará de otorgarse. Por eso, en todo lo que Jesús les ha dicho en este discurso -sus palabras - hay vida eterna. De aquí el reconocimiento de que sólo en Jesús se puede obtener esa vida. No hay otro camino de realización que mediante la asimilación-identificación-co­munión que supone comer y beber su carne y su sangre.

Todo ello provoca la radicalización y obstinación de los dirigentes judíos que quieren no sólo prender a Jesús sino también liquidarlo. Desde entonces Jesús evitaba "andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo" (7,2).También se definen las posturas de los discípulos. Unos lo abandonan y se marchan, otros, con Pedro a la cabeza, confiesan su fe en Jesús y su opción por seguirlo. Y hay también otro que no aceptando las palabras de Jesús, ni creyendo en Él, en vez de marcharse se queda y consumará su traición uniéndose a quienes quieren matarlo proporcionándoles la ocasión de la entrega: “Jesús sabía desde el principio quie­nes no creían y quién lo iba a entregar” (6,64-65). En adelante el camino de Jesús tendrá la amenaza permanente de la muerte, tanto en el Templo como en toda Jerusalén.

3º.- La respuesta de Jesús

La hace mediante otra pregunta: "¿no os elegí yo a vosotros doce? Y sin embargo uno de vosotros es un traicionero"(6,70). Jesús reconoce la elección que ha hecho de los doce, la finalidad Marcos la ha resumido así “para que fueran sus compañeros y para enviarlos a predicar" (Mc.3,14-15). El modo evangélico de hacerlo Juan lo ha mostrado en la multiplicación de los panes y los peces y en la necesidad de que se identifiquen con Él, comiendo y bebiendo su cuerpo y su sangre. El modo es compartir, darse y dar lo que uno es y lo que tiene, pero Judas no quiere ir por ese camino. Juan dirá varias veces que "era ladrón", es decir, que en vez de compartir, no sólo se queda con lo suyo sin darlo, sino que se apropia de lo que es de los demás. Lo diametralmente opuesto a lo que Jesús enseña, hace y propone a quién quiera ser su discípulo.

Jesús insiste por activa y pasiva en la necesidad de la fe: ”por eso os dije que nadie puede acercarse a mí si el Padre no se lo concede" (6,65). Es cierto que puede estar alguien con Jesús y sin embargo no estar cerca de Él. Sólo se está cerca mediante la adhesión que produce la fe y que conduce a la asimilación-identificación-co­munión con Él: "nadie puede acercarse a mí si el Padre que me envió no tira de él”. Todo el que escucha al Padre y aprende se acerca a mí” (6, 44-45). Solamente desde ahí podemos hablar de cercanía y seguimiento. Cuando no hay adhesión no puede haber identificación y, sin ésta ni hay cercanía ni seguimiento porque no se da la comunión. Es el caso de Judas, sobre él había una elección, pero él era lo opuesto a Jesús, convivía con Él pero no vivía la vida de Jesús, estaba en una comunidad de discípulos pero no seguía otro maestro que su interés. Por eso la respuesta dura de Jesús a Pedro: "se refería a Judas, hijo de Simón Iscariote, pues éste, siendo uno de los doce, lo iba a entregar" (6,71).

Solamente Jesús conoce al Padre pues es el Consagrado por Él. Este conocimiento es experiencia de vida e intimidad, pues tiene el Espíritu del Padre y hace sus obras, por eso se remite siempre a sus obras para mostrar su origen y condición. Pedro, y con él la comunidad creyente, tie­ne razón cuando confiesa preguntando: ¿a quién vamos a acudir? No sólo porque Jesús es admirable en sí mismo, ni tampoco por lo que puede ofrecer, sino porque mediante la adhesión a Él, y la asimilación-iden­tificación que produce la fe, se participa de su misma condición. Si Él es el Consagrado por Dios "Él vive por el Padre, también aquel que me come vivirá por mí" (6,57). Quién le siga "hará sus obras y aún mayores” (7,12). Ser el Consagrado es lo mismo que tener la plenitud del Espíritu por eso puede darla a participar sin medida. El discípulo, verdadero seguidor de Jesús, no lo es porque sigue sus enseñanzas, ni siquiera porque lo acompaña, lo es porque está en comunión con Él, en lo que es, en su propia vida, formando cuerpo con Él y haciendo suya su tarea.

4º.- Quién haría hoy esa pregunta

Esta misma pregunta - respuesta se la hacen hoy todos los creyentes auténticos ante las diversas posturas que han surgido respecto de Jesús y lo que sus seguidores ofrecen.

Unos atacan descaradamente a Jesús -y por descontado a su Iglesia- desde el más crudo ateismo, desvirtuando su enseñanza y también su imagen. Ni siquiera respetan que a nivel mundial y a lo largo de siglos Jesús es respetado al menos como uno de los grandes fundadores de religiones. A otros fundadores, aunque no crean en ellos ni los sigan, los respetan. Pero de Jesús se permiten desde hacer parodias grotescas has­ta desfigurar maliciosamente su imagen y su historia.

Otros, desde un agnosticismo recalcitrante, lo suelen reducir a un líder religioso más o a una superestrella pero sin ninguna connotación trascendente. Desde luego no ven en Él al Consagrado por Dios.

Otros tratan a sus seguidores -a la Iglesia- como locos, tachándolos de anticuados, fachas, fanáticos, etc, etc, porque lo defienden de las agresiones que contra Él hacen y las deformaciones de su imagen y doctrina que tendenciosamente presentan. Solamente hablar de Jesús hoy, para estos, es estar fuera de la evolución de la historia y del progreso.

Podríamos seguir apuntando actitudes contrarias que nos recuerdan lo ya visto en los dirigentes judíos, en algunos discípulos y en Judas, pero quizá lo más importante para nosotros, en el ámbito eclesial, sea la actitud de muchos que se confiesan cristianos, que frecuentan algunos sacramentos, que recibirían como un insulto que se dudara de su fe, de los que están llenas nuestras iglesias y misas dominicales. Perteneciendo a movimientos, asociaciones y cofradías, dicen "Señor, Señor, pero su corazón está lejos de mí” (Mt.15,8c.7,6). Ya sabemos que por corazón se entiende la interioridad del hombre, el centro de su vida. Se per­te­nece a una comunidad creyente -parroquia, asociación, etc.-, quizá hasta se hace proselitismo descarado pero no para hacer discípulos seguidores de Jesús sino de tal asociación o grupo eclesial o cofradía. Se acompaña a Jesús por fuera -quizá con un atisbo de adhesión- pero lo profundo, la asimilación-identificación con Él no existe. Son comul­gantes de misa pero no tienen comunión

Ante todo esto el verdadero creyente se hace la misma pregunta-respuesta de Pedro “Señor,¿ y a quién vamos a acudir? En tus palabras hay vida eterna, y nosotros ya creemos y sabemos que Tú eres el Consagrado por Dios" (6,68-69).

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