— De hecho cada
cual será salado a fuego. Buena cosa es la sal pero si la sal pierde el gusto
¿con qué la sazonaréis? Que no falte entre vosotros la sal y convivid así en
paz.
Después de estas instrucciones y
enseñanzas, algunas muy duras, fija su atención en lo que deviene una comunidad
que no las sigue. Jesús tenía la experiencia de su incipiente comunidad y
Marcos, sin ninguna duda la suya. Cuando la fidelidad al Señor se entibia en el
seguimiento, la tibieza y la decadencia en los ideales primeros, y en la vida
real de la comunidad, se adueñan de ésta. Por eso concluye esta parte de la instrucción
con el recurso a la sal.
Es una
imagen o un símbolo que representa la fidelidad. ¿Por qué? Porque la sal, por
una parte, sirve para conservar y, por otra, da sabor. Jesús invita a los suyos
a que tengan sal entre ellos. Quiere decirnos que, así como la sal conserva los
alimentos, así debe conservarse la fidelidad en la comunidad, previniendo a ésta
para que no decaiga, ni por la rutina, ni por el olvido de los valores que ha
vivido y que la han mantenido en esa fidelidad. La sal si se vuelve sosa ¿con
qué se puede salar? Ya no sirve para lo que es su finalidad que es salar y
conservar. Es todo un símbolo de lo que la comunidad debe conservar siempre: la
fidelidad. Si se introduce la rutina o se hace compatible con otras fidelidades
adormecedoras del seguimiento, la sal se vuelve sosa, la fidelidad o se pierde
o queda relegada a un simple nombre o a pura apariencia. En esta situación es
imposible recuperar la sal. La comunidad se vuelva sosa.
Una de las
actitudes que más dañan la fidelidad en el seguimiento y la falta de tensión
que el Señor demanda para evitar el escándalo por la mano, el ojo o el pie
anteriormente aludidos es, ciertamente, la rutina. Destruye lo más santo,
esteriliza la vida teologal de las personas pues minimiza o destruye todo lo que
hace relación con la fe y la esperanza pero, sobre todo, el amor. Deja sin
interioridad las celebraciones y la oración. No hay nada más nocivo que la
rutina y nada más solapadamente destructivo, que el espíritu rutinario cuando
se introduce en personas o comunidades.
También
atribuimos a la sal el buen sabor en la alimentación Es hasta desagradable una
comida sosa. Siendo símbolo de la fidelidad en el seguimiento es porque ésta da
buen sabor a la vida de los seguidores y a la de la comunidad entera. ¿En qué
está ese buen sabor? En primer lugar inunda de alegría esas vidas. Es la
alegría que produce la armonía de ser fieles. Vivir la identificación con el
Señor, por un seguimiento fiel, produce un ser en comunión con Él y con todos
aquellos que en la comunidad viven esa misma identificación. Se sabe cuerpo de
Cristo y creación de su Espíritu que la impulsa también a una común tarea.
Alegría que da sabor a una comunidad salada por el buen sabor de Cristo.
Pero no es
menor que la alegría, la firmeza en la convicción y la esperanza terca de que
el seguimiento llegará a un final feliz. El seguimiento no descansa sobre un
sentimiento pasajero o una momentánea veleidad. No. Descansa sobre una
convicción y una decisión. Un seguidor no debe serlo más que por convicción.
Está convencido de que Jesús llena de sentido su vida en todas sus dimensiones,
en relación con Dios con los demás y con la naturaleza y su mundo. Está
convencido de que Jesús es el centro de la vida entera de la persona. Es de
esta convicción de donde nace su decisión. No emprende el seguimiento porque le
gusten determinadas prácticas de la comunidad, o el uso de ciertos hábitos o
costumbres, aunque pueda haber algunas cosas de estas que le puedan ayudar. No.
La decisión de optar por Jesús en la comunidad de seguidores —la Iglesia— nace
del convencimiento de que en Jesús está la vida. Solo en Él se encuentra la
forma auténtica de ser hombre y el encuentro definitivo de su destino.
La
comunidad está formada por personas saladas. No es que sean graciosas, aunque
también puedan serlo, sino porque viven en comunión la armonía del Espíritu. Ya
dijo alguien que un cristiano triste es un triste cristiano. No seguir
fielmente a Jesucristo, seguimiento nacido de una convicción y una decisión,
anula la necesaria fidelidad y hace a la Iglesia sosa.
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