Juan le dijo:
— Maestro, hemos
visto a uno que echaba demonios en tu nombre y hemos intentado impedírselo
porque no anda con nosotros.
Jesús
respondió:
— No se lo
impidáis, porque nadie que haga un bien usando mi nombre puede a continuación
hablar mal de mí. O sea, el que no está contra nosotros está a favor nuestro. Y,
además, el que os de a beber un vaso de agua por razón de que seguís al Mesías
no se quedará sin su recompensa, os lo aseguro.
Jesús ha dado una lección importante
en esta instrucción que hace a su comunidad al colocar al chiquillo —servidor—
en medio y abrazarlo. Pero en esta otra perícopa, que coloca Marcos a
continuación, se manifiesta claramente que los suyos ni han cambiado de
mentalidad ni se han enterado de por donde quiere Jesús que vayan.
El
protagonismo lo asume Juan, uno de los Boanerges, —hijos del trueno— apodo con
que los califica Jesús a él y a su hermano Santiago. Se han encontrado con un
individuo que echa demonios en nombre de Jesús y se lo han querido impedir. La
razón que exponen ante Jesús es “porque
no es uno de los nuestros”. (Otros traducen: “porque no viene con nosotros” (B del CE. Otros: “porque no nos seguía a nosotros” J. Mateos).
¿Qué ha
querido decir en definitiva? ¿que no sigue a Jesús o que no es discípulo? No, sino
que no sigue a Jesús como ellos lo siguen. ¿Y como lo siguen ellos, como Jesús
quiere? No. Ellos no se han desprendido de su mentalidad e intentan encerrar a
Jesús en sus categorías que son las de la antigua ley, no de la Nueva que
representa Jesús. Su falta de reacción ante la propuesta sobre el chiquillo es
todo un ejemplo. El individuo que echa demonios lo hace en el nombre de Jesús,
no en el nombre de ellos y es esto lo que les molesta. Intentan presentar a un
Jesús que está identificado con ellos y con lo que ellos piensan.
La
mentalidad que ellos tienen, entre otras cosas, refleja la superioridad y el
exclusivismo judío. Superioridad que tuvo siempre el judío porque era la raza
elegida por Dios, que estaba por encima de otras razas, culturas, religiones,
costumbres, etc. Ellos eran la raza de Abraham y de Moisés. Al enrolarse en el
seguimiento de Jesús —son discípulos— lo que han hecho, desde esa mentalidad,
es sumar el prestigio, la fama y los hechos de Jesús a lo que ya tenían como
Pueblo de Dios. Alianza y Promesa más Jesús de Nazaret, les hacía comprenderse
como superiores a todos que si querían ser o presentarse como alguien
importante que hace portentos, tiene que hacerlo sometiéndose a la forma en que
ellos entienden la relación de Jesús con la antigua ley. Realmente “nosotros” muestra una identificación con
Jesús desde la autoridad que les da, a Jesús más ellos, la superioridad de su raza
y sus instituciones, sábado, templo, etc. Si hay uno que echa demonios fuera de
estos presupuestos hay que prohibírselo.
Esta
superioridad les lleva también al exclusivismo. Si no se está identificado, y
consiguientemente no se es seguidor, no se tiene derecho alguno para echar
demonios. Es como una propiedad que poseen los que comparten el “nosotros” que conlleva que no es a Jesús
solamente, sino a ellos, en la forma de entender el mesianismo de Jesús y su
forma de ejercerlo expulsando demonios. El individuo que solivianta a Juan y a
su comunidad “no nos sigue a nosotros”,
“no es de los nuestros”, por tanto
hay que prohibírselo. Eso es un derecho exclusivo.
El
individuo expulsa los demonios en el nombre de Jesús. No le hace con ello
ningún agravio a Él, que es a quien hay que seguir. Si se lo hace a ellos
porque no los siguen en su mentalidad. Por tanto no hay que prohibírselo. Hacer
milagros en su nombre indica un seguimiento de su persona: “quién no está contra nosotros está a favor
nuestro”.
La
comunidad tiene que tener muy claro que no puede ponerse en lugar de Cristo. A quien
anuncia y sigue es a Él, no a ella. Ponerse en el centro es pretender la
superioridad y el exclusivismo, con la consecuencia lógica de ello: el
fanatismo.
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