Llegaron a
Betsaida y le llevaron un ciego pidiéndole que lo tocase. Cogiéndolo de la
mano, lo sacó de la aldea, le escupió en los ojos, le aplicó las manos y le
preguntó:
— ¿Ves algo?
Empezó
a distinguir y dijo:
— Veo a la
gente, me parecen árboles que andan.
Le
aplicó otra vez las manos a los ojos; el hombre vio del todo; estaba curado y
lo divisaba todo con claridad.
Jesús
lo mandó a casa diciéndole:
—¡Ni entrar
siquiera en la aldea!
Jesús tuvo un problema serio con sus
discípulos. Él quiso una comunidad de discípulos, representada en los Doce, para
que “estuvieran con Él y anunciaran la
Buena Noticia”. Era como una alternativa a lo que la institución judía
promovía, exigía y explotaba. Estos discípulos estaban entre los descontentos
con la institución. Anhelaban una alternativa y creen que en la invitación al
seguimiento por parte de Jesús la van a encontrar y optan por seguirle. Pero su
mentalidad, después de acompañarle en el seguimiento, sigue siendo la misma,
fiel a las instituciones judías en lo esencial —Alianza, Promesa, Sábado,
Templo, fiestas establecidas— pero interpretadas y vividas como lo hacía la
institución y seguía fielmente el pueblo sencillo. Todo un conjunto que
potenciaba el carácter único y excepcional de la descendencia de Abraham —pueblo
judío como pueblo de Dios— con un mesianismo de corte davídico que llevaba
consigo la preferencia de Yahveh por su pueblo y el desprecio absoluto de lo
que no pertenecía a él o no cumplían sus tradiciones: gentiles, publicanos y
prostitutas.
Jesús se sale de esa cosmovisión judía. Él es la presencia “Dios con nosotros” “el Verbo hecho carne” íntima de un Dios que “es amor” y, consiguientemente, el amor que tiene al hombre y al
mundo es un amor universal. Jesús no hace ascos a la relación con los paganos y
gentiles ni con los pecadores porque quiere que la salvación de Dios llegue a
todos. Es el taumaturgo divino que no viene a curar a los sanos —o que se lo
crean— sino a los enfermos. Su amor es universal.
Pero sus
discípulos no están con Él para eso, que fue para lo que los llamó, ni para
anunciar la Buena Noticia que era el anuncio de que Dios amaba a todos sin
exclusivismos ni privilegios. Es esta mentalidad que tienen la que se la juega
frecuentemente.
Marcos ha
querido reflejar esta tensión en la curación del ciego que nos ocupa. Ellos
forman con Jesús un grupo que no llega a ser comunidad porque, ciertamente,
acompañan a Jesús, le siguen en sus desplazamientos, participan incluso en
misiones que les encarga puntualmente... pero comunión con Él no la hay porque
en ese seguimiento que hacen no hay identificación con Él. Siguen pensando lo
mismo e, incluso, buscan sus intereses particulares y egoístas como veremos a
lo largo de toda esta instrucción. La ceguera, entonces, es toda una imagen del
mal que padecen estos hombres. Marcos lo ve también en su comunidad a la que
escribe transmitiéndole estas instrucciones de Jesús a los suyos.
Marcos ha
compuesto la escena magistralmente. Estaban en la aldea. Es un término
contrapuesto a casa. La casa es la
imagen de la comunidad, la aldea no. En ella se siguen otros criterios, otras
creencias, otras fidelidades.... Que no sólo no son los de la comunidad, sino
que son los que promueve la institución judía y que son contrarios a los suyos.
Por eso lo primero que hace Jesús es sacar al ciego de la aldea. Allí no puede
remediar su ceguera. Luego lo lleva de la mano porque solamente conducido por Él
puede encontrar la luz. Es lo que ha hecho y está haciendo con los discípulos,
pero es éste un trabajo costoso, la ceguera que padecen ofrece mucha
resistencia que no puede ser superada de una vez, aunque unte sus ojos con
saliva y le imponga las manos. Aunque no vence a la ceguera a la primera, sí la
mejora, pues el ciego comienza a ver hombres difusamente, ya que le parecen
árboles que se mueven.
La curación
comienza por la visión de hombres, cuando comienza a superarse el aislamiento
que produce la ceguera. Ver hombres y estar con ellos es el camino para
descubrir al Hombre: solamente en Él dejarán de verse árboles en los hombres.
En Él se verán en su dignidad y grandeza. Pero esto necesita más imposiciones
de manos para ver con claridad. Marcos está relatando, con cuatro palabras,
todo el proceso a seguir para, superando la ceguera, pueda verse la Luz.
Pero no se
puede volver a la aldea, es decir, volver a las andadas. No se puede ni tener
su mentalidad, ni seguir sus criterios ni vivir su vida. Su sitio no está ya en
la aldea sino en la casa, viviendo en la Comunidad donde los hombres no son
árboles sino personas y donde el Hombre es su centro: “Jesús lo mandó a casa diciéndole que no entrase en la aldea” (Mc.
8,26).
El
seguimiento demanda la conversión y ésta lo primero que pide es abandonar todo
lo que impide el seguimiento.
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