El autor de la 1ª
Carta de Juan nos muestra a un discípulo que ha aprendido a mirar como miraba
Jesús. Siempre hacia el interior de las personas y, en este caso, hacia el
interior de Jesús. En Él contempla pues ha visto, oído y palpado la Palabra,
ésta se ha manifestado en la vida y es esta vida la que se les ha manifestado a
los que han visto la Palabra que, hecha vida, han podido palparla con sus manos.
Y es lo que ha visto y oído lo que es testimoniado y anunciado “para que
vosotros compartáis con nosotros y nuestro compartir lo es con el Padre y con
su Hijo Jesús Mesías”
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Ser mirados
reclama, en reciprocidad, mirar a quien nos mira y comunicar a todos lo que en
Él hemos visto “para que nuestra alegría llegue a su colmo”.
Lo que existía
desde el principio,
lo que hemos
oído,
lo que han visto
nuestros ojos,
lo que contemplamos y palparon nuestras manos
acerca de la
Palabra, que es la vida,
-porque la vida
se ha manifestado,
la hemos visto,
damos testimonio
y os anunciamos
la vida definitiva,
la que se dirigía
al Padre
y se ha
manifestado a nosotros-
Eso que hemos
visto y oído
os lo anunciamos
también a vosotros
para que vosotros
lo compartáis con nosotros;
y nuestro
compartir
lo es con el
Padre y con su Hijo, Jesús Mesías.
Os escribimos
esto
para que nuestra
alegría llegue a su colmo. (1ª Jn. 1, 1-4)
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