Al ver a diez leprosos
Al ver a diez leprosos que le piden que tenga compasión de ellos (Lc. 17, 12-14), no se conforma con verlos y guardar
las distancias. A su mirada sigue siempre la ayuda a la necesidad de las
personas. Uno era samaritano, que al mal de la lepra añadía el odio y el
desprecio de los judíos. Este vuelve alabando a Dios y dando gracias. Ya el
hecho de ser atendido, siendo de la condición que era, en quién sólo recibía
rechazo y desprecio, mueve al hombre a ser agradecido. Los otros nueve no lo
hacen. Son judíos, de la raza elegida y, por tanto, merecedores del favor
obtenido. No tenían por qué dar gracias. Con cumplir la ley –“id a presentaros
a los sacerdotes” (Lc. 17, 14)- les bastaba. De los que son como ellos Jesús repitió el dicho de Isaías:
“viendo no ven y oyendo no entienden” (Lc. 8, 10; Is.
6, 9).
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