Vio a un hombre
ciego de nacimiento (Jn. 9, 1)
Frente a la ceguera está la luz. Quién ve al ciego es la misma luz: “mientras estoy en el mundo soy la luz del
mundo” (Jn. 9, 5). “Los que no ven verán y los que ven se
quedarán ciegos” (Jn. 9, 39). En este pobre hombre la oscuridad de la noche y la tiniebla de su
limitación son destruidas por la claridad de la luz que irrumpe en su
existencia con la luz esplendorosa del día. Son ciegos los que no ven la luz y
expulsan al que había sido ciego, “¿somos
también nosotros ciegos?” Jesús contestó: “si fuerais ciego no tendríais pecado; pero como decís que veis, vuestro
pecado sigue ahí” (Jn. 9, 41). En el ciego, a la mirada de Jesús ha seguido el encuentro, la curación y
la fe. Los dirigentes no han sido mirados porque en la mirada de Jesús iba la
luz y ellos estaban convencidos de que no la necesitaban porque creían que
veían. Por esto el proceso que “en este
mundo Jesús ha abierto” les pasa desapercibido, mientras que en el ciego el
proceso se plenifica porque “cree en el
Hombre” que le ha mirado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario