lunes, 30 de mayo de 2011

PUEBLO SACERDOTAL


Quisiste, Señor, un Pueblo Nuevo, la Familia reunida en el Espíritu por el Hijo, una nación santa, toda ella sacerdotal por la entrega y el servicio a ti y a tu obra. Como cuerpo y plenitud de tu Hijo, nuestra Cabeza. No tenemos otro ser que en Cristo y no tenemos otra tarea que la suya El Cuerpo, en su diversidad de miembros y funciones es Cuerpo del Hijo. Y, lo que El es, por tu amor inmenso, lo somos nosotros en, con y por El. Y creo, Señor, que no podemos dudar de su condición sacerdotal. Es cierto que no es sacerdote como lo son los de otras religiones, ni como lo fueron los del A. Testamento. Es más, ni siquiera lo parecía. En todos ellos el acto propio que define su mediación es el sacrificio, el rito de inmolación de víctimas. Y te confieso, Señor, que entiendo que a los hombres se les ocurriera ofrecerte cosas y hasta sacrificar animales y hasta hubo quien ofreció e inmoló hombres. Pero no he podido comprender nunca que todo esto pueda gustarte. Cuando Abraham, en el colmo de su entusiasmo religioso, te quiso inmolar a su hijo, Tú lo detuviste tú quieres misericordia, no sacrificios. No te puede gustar que maten ni a personas ni a animales, mucho menos para complacerte como a cualquier diosecillo sanguinario que nosotros inventamos o nos imponen. Como El es el mediador perfecto liquidó a todos los mediadores, como El es tu misericordia sacrifico todos los sacrificios. Este Pueblo Nuevo no tiene mediadores, todo él es mediación unido a su Cabeza, para que la misericordia se derrame liquidando todos los sacrificios, todas las cruces que imponemos los hombres y ayudando a liquidarlas en quienes las padecen.

El no siguió el rito cruento del sacrificio, ni en el templo ni en la ciudad santa. Una cosa es lo que los hombres hicimos en El, sacrificarlo, allí todos fuimos sacerdotes ejerciendo nuestro rito cruel. Otra, muy distinta es lo que él hizo, entregarse a ti solidarizándose en todo con los hombres hasta en la máxima pérdida, la muerte cruenta. A ti no te gustó lo que nosotros hicimos. Si lo que El hizo, porque eso llevaba tu sello: la misericordia entrañable. El aceptó el sacrificio cruento de nuestro horrible sacrificio y lo vació completamente haciéndose la víctima. Tú no lo impediste, y no fue porque te agradara sino porque tenias otros hijos a quienes rescatar de los sacrificios amándonos hasta el colmo. Si lo hubieras impedido, Señor, todos nosotros estaríamos perdidos. Fue tu misericordia, en la entrega total y absoluta del Hijo, lo que te agradó infinitamente, no nuestro espeluznante sacrificio.

Por eso el sacerdocio del Pueblo nuevo es el del único Mediador, el que te agradó infinitamente, pues su entrega hizo posible que tu amor infinito llegara a los perdidos sacrificadores para que, renovados, dejaran de sacrificar. Es el del único sacerdote propiamente dicho porque en su entrega total, es la Misericordia total, la salvación para todos los hombres.

Por tu gracia, Señor, todo tu pueblo santo es mediador y es sacerdotal, con la única mediación y el único sacerdocio del Hijo. Y no solo porque se beneficia de él, sino porque reproduce y representa aquella mediación y aquel sacerdocio únicos, actualizando en cada persona y cada tiempo la salvación que por ellos tu amor inmenso nos entregó.

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