jueves, 3 de marzo de 2011

DEL MÁS ACÁ Y DEL MÁS ALLÁ (P)

Una reflexión cristiana sobre la muerte y la vida eterna

Presentación

El presente escrito ha tenido un origen muy concreto. No ha sido un capricho una simple voluntad de comunicar algo o comunicarme. Su causa está en la muerte de varios amigos con los que tuve una estrecha relación desde nuestra fe común. Había amistad nacida y mantenida por la fe. Han ido muriendo y, sin negar el dolor que produce su ausencia física, lo fueron haciendo sin ruido interior en mí, como algo normal que tiene que suceder, aunque por la forma o la edad en que fueron aconteciendo, pudieran producir esa sorpresa. Primero fue Jere que, dentro de su aparente insignificancia, era muy querido por mí y por todos. Pero, curiosamente, no sentí que su relación conmigo se rompiera. Era un amigo fiel que estuvo siempre conmigo, por eso creo que lo sigue siendo y sigue estando aunque de otra manera. Después murió Diego con quien desde hacía tiempo no tenía relación pues marchó fuera donde murió. La separación física ya existía pero yo nunca lo olvidé. Más recientemente lo ha hecho José Antonio, tenía con él una comunión muy profunda que estaba basada en nuestra fe común que él vivía intensamente. Con él no puedo emplear la palabra amigo sino la de hermano. Su muerte no sólo no ha extinguido esa relación sino que la ha aumentado. Ni siquiera fui a su entierro, no me decía nada, porque yo lo siento vivo. Y, últimamente, nos ha dejado Carmina. Quizá haya sentido más su repercusión en Antonio su marido pues mi relación con ella siempre fue a través de él, aunque siempre le estaré agradecido por lo mucho que hizo por mí.
 
A estas muertes, que me han afectado muy directamente, junto a las de mis familiares y conocidos, tengo que agradecer éste escrito. Con ellos he contado y a ellos he pedido que me ayudaran porque creo en la Comunión de los Santos. Y lo he hecho con la intención de ayudar a sus familias y amigos, de un modo especial al grupo que, sin corporeidad, formamos, a mirar el acontecimiento de la muerte desde nuestra fe cristiana, pero liberándola de todas aquellas imágenes que la desfiguran y que son tan frecuentes. También para los que, ajenos a esta motivación que origina el escrito, sin embargo se desconciertan ante la muerte, no la encajan adecuadamente en su fe y encierran a sus muertos en el pasado sin más presencia que el recuerdo. Doy las gracias de antemano a los que lo lean y mucho más si logra manifestar que la fe en la Resurrección llena de presencia todo legítimo recuerdo.

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