Jesús, mirando
alrededor, dijo a sus discípulos:
— ¡Con qué
dificultad van a entrar en el reino de Dios los que tienen dinero!
Los
discípulos no salían de su asombro ante estas palabras. Jesús insistió:
— Hijos, ¡qué
difícil es entrar en el Reino de Dios! Más fácil es que pase un camello por el
ojo de una aguja que no que entre un rico en el Reino de Dios.
Ellos
comentaron, completamente desorientados:
— Entonces,
¿quién puede subsistir?
Jesús
se los quedó mirando y dijo:
— Humanamente, imposible;
pero no para Dios porque todo es posible para Dios.
La reacción de Jesús ante la actitud
de este hombre muy rico se la hace ver a los discípulos, mostrándoles la
dificultad de las riquezas para entrar en el reino de Dios, comparándola con la
que tendría un camello para pasar por el ojo de una aguja.
La reacción
de los discípulos es de espanto. Están desconcertados porque ellos entienden la
riqueza como medio necesario para poder vivir y que la comunidad pueda
realizarse. No han entendido aquello de “quien
quiera salvar su vida la perderá”. Según su mentalidad no hay otra forma de
salvarla que procurando la subsistencia. No entienden que lo que es imposible
para los hombres no lo es para Dios. Tampoco comprenden que los que se
aventuran por los caminos de la pobreza, desprendiéndose de lo que les es
propio y compartiéndolo con los que no poseen bienes, esos tienen una riqueza
que no es como la de este mundo, sino de otro orden pues procede de Dios y es
la propia de su Reino, ya que tienen a Dios por Rey. Se recibe cien veces más
y, en el futuro, la vida eterna.
Pero los
discípulos no entienden el Reino así, piensan que es como una continuación del
reino de David donde esplendor, fuerza, riqueza y poderes no solamente son
legítimos sino que son una necesidad para la subsistencia.
Quienes
forman la comunidad de Jesús, son los que se han aventurado por los caminos de
la comunión con los demás, especialmente con aquéllos que más lo necesitan. No
se trata solo de solidaridad, porque uno puede ser personalmente muy solidario
y, sin embargo, no hacer nada por suprimir las causas de la injusticia que provoca
la desigualdad y la división a nivel social. Los cristianos preferimos hablar
de comunión porque ésta crea fraternidad y unidad, alzando de la basura al
pobre. La comunión no solo busca un comportamiento personal sin tacha sino que
suprime lo que origina la pobreza creando en la sociedad un tipo de relación
que implanta la justicia, el derecho y la igualdad sin excluir a nadie de esa
relación. No hace distinción entre caridad y justicia, pues entiende la
justicia social como la concreción social de la caridad.
En la comunidad
se vive la comunión y se la testimonia. Si no hay comunión no hay comunidad.
Podrá haber un grupo, una asociación, un movimiento hasta con fines
caritativos. Incluso socorriendo y ayudando a necesitados... pero no hacen de
ellos “iguales” y hermanos, no solo
compartiendo solidariamente lo que se tiene, sino alzando al pobre en su
dignidad a la altura de los demás y estableciendo con él la común unión y la
común tarea de hacer un mundo justo, eliminando desigualdades y las causas de
la pobreza en la que tantos están.
Esta nueva
relación humana, que se vive en la comunidad de Jesús, que trata de implantar
en la sociedad, lleva siempre como norma el compartir y, como tarea, no la
acumulación de riquezas y su búsqueda, sino que su riqueza estará siempre en,
compartiendo lo que se es y lo que se tiene, establecer la comunión que
reconoce la igualdad en la dignidad del pobre y lo levanta de su injusta e
inmerecida miseria.
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