Miradas con
matices diferentes
Tiene miradas con
ira
Así “echando en torno una mirada de
ira y dolido de su ceguera” (Mc. 3, 5) porque estaban en la sinagoga y los fariseos estaban al acecho para ver si
curaba en sábado a un hombre con el brazo atrofiado. Jesús siente en su actitud
el mal presente y esto provoca su reacción, que es de indignación y enojo
porque no buscan el bien de la persona necesitada sino la ocasión de acusarlo
porque no cumple la ley del sábado. No le mueve ningún sentimiento de venganza.
Le domina el bien que le puede hacer a la persona y también el odio que
muestran sus adversarios.
-También “se volvió de cara a los
discípulos e increpó a Pedro” (Mc. 8, 33) llamándole con la palabra más fuerte que hay en los evangelios ¡Satanás! Y
pidiéndole que se quitara de su vista. Utiliza el evangelista la misma
expresión –le increpó- que utiliza Jesús para las expulsiones de los demonios.
La razón es porque “su idea no es la de
Dios sino la humana”. Pedro no está en el ámbito en que está y se mueve
Jesús, que es el de Dios, sino que, al intentar apartarlo de su destino, se
convierte en piedra de tropiezo que quiere impedir su logro. También lo quería
impedir con una espada y sólo después que Jesús prendido lo vuelva a mirar,
esta vez no con ira sino con ternura, comprenderá y llorará amargamente, porque
su idea ya no será la humana sino la de Dios.
-“Al verlo Jesús, les dijo indignado”
(Mc. 10, 14), es a sus
discípulos. Su indignación es provocada porque estos regañaban a los que le
acercaban niños para que los tocara. ¿Por qué esta reacción? Porque “los que son como ellos, tienen a Dios por
rey”. Por eso, para entrar en el Reino, hay que aceptarlo como un niño. Es
decir, hay que optar por ser pobre sirviendo a los demás como los chiquillos en
la casa. Son últimos que serán primeros (Mc. 10, 31).
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