Vio dos barcas
junto a la orilla
(Mc. 5, 2). Subió a una de ellas que era de Simón. A la vista de las barcas
siguió el disponer de ellas para hablar desde allí a la gente y, después,
ponerlas a pescar sacando una gran abundancia de peces. La vista de las barcas
era visión de quienes las poseían, los pescadores. El éxito de la pesca,
precedida de la enseñanza desde la barca, prepara lograr que Pedro se convierta
en pescador de hombres después de reconocer humildemente que no merece la
cercanía de Jesús, ni los frutos de la misma. Era lo que tenían estos
pescadores y de lo que vivían. Las barcas fueron el reclamo para que Jesús se
fijara en ellos. Y ellos, dejándolo todo, le siguieron haciéndose pescadores de
hombres (Lc. 5, 10).
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