Llegaron a
Jericó; al salir de la ciudad con sus discípulos y bastante gente, un mendigo
ciego, Bartimeo (el hijo de Timeo), estaba sentado a la vera del camino. Al oír
que era Jesús Nazareno, empezó a gritar:
— Jesús, hijo de
David, ten compasión de mí.
Muchos
le regañaban para que se callara, pero él gritaba mucho más:
— Hijo de David,
ten compasión de mí.
Jesús
se detuvo y dijo:
— Llamadlo.
Llamaron
al ciego diciéndole:
— Ánimo,
levántate que te llama.
Echó
a un lado el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo:
—¿Qué quieres
que haga por ti?
El
ciego le contestó:
— Maestro, que
vea otra vez.
Jesús
le dijo:
— Anda tu fe te
ha curado.
Al
momento recobró la vista y lo siguió por el camino.
La ceguera no permite encontrar el
verdadero camino, ni tampoco seguirlo. Aquí termina la instrucción que nos
presenta el evangelista y que comenzó también con la curación de otro ciego.
Nos lo presenta al borde del camino, el lugar en que cae la semilla, en la
parábola del sembrador, y que carece de raíces y se la comen los pájaros.
El ciego
llama a Jesús Hijo de David, donde se
centraba la imagen del mesías dominador, investido de poder y fuerza, glorioso
y triunfador. La ceguera es presentada así como la incomprensión del verdadero
mesianismo que representa Jesús y es impedimento serio para poder seguirle.
El ciego
llama a Jesús “nazareno” es decir,
como perteneciente a un sector de población que era considerado como
fuertemente nacionalista. Si comparamos todo esto con las actitudes e ideas de
los discípulos de Jesús, parece claro que el ciego Bartimeo es utilizado por
Marcos como símbolo e imagen de los discípulos, pues pone en él lo que a lo
largo de toda la instrucción nos ha presentado de estos, es su misma mentalidad
que Jesús ataca para mostrar lo que no cabe en su comunidad y es un obstáculo
serio para el seguimiento. Esa ceguera mantiene al ciego al borde del camino
pues le impide el seguimiento. Esa mentalidad y esa situación impiden al ciego
sumarse a la comunidad de verdaderos seguidores manteniéndolo al borde.
¿Qué ha
visto Jesús en sus discípulos a lo largo de toda su instrucción? A pesar de sus
esfuerzos por cambiar la mentalidad en sus discípulos, lo cierto es que no solo
no ha sido un éxito sino que, ateniéndonos a la narración, ha sido un completo
fracaso. Han puesto de manifiesto su actitud contraria a lo que Jesús les ha
ido mostrando y que, ya próxima la entrada en Jerusalén, Marcos la coloca a
continuación, se pone de manifiesto en este episodio donde la imagen del ciego
es representación de los discípulos y de su mentalidad.
Muchos lo
increpaban para que se callase. ¿Quiénes son estos? Los que representan al
verdadero discipulado, sus seguidores que son fieles a su persona y lo siguen
en su verdadero mesianismo. Por eso increpan al ciego, verbo que el evangelista
suele emplear contra los endemoniados. Lo increpan porque no ven en Jesús al
verdadero Mesías Hijo de Dios, sino al mesías poderoso Hijo de David y seguido
generalmente por los nazarenos.
Jesús les
dice que lo llamen; ellos le obedecen y lo cumplen alegrándose al hacerlo. Son
seguidores fieles que ven en el interés de Jesús por llamarlo la invitación al
seguimiento, sumándose a la comunidad, y animan al ciego-mendigo a que acuda a
Jesús para que remedie su ceguera. Es el anuncio de la comunidad de Jesús y la
invitación al seguimiento que esta hace en su nombre.
El
encuentro con el Señor es revelador de quién es y de su verdadero mesianismo.
Ya no es el Hijo de David, se dirige a Él llamándole Rabbuni que es nombre
reservado a Dios. El que le llama es el Hijo de Dios, esa es su identidad y la
curación de la ceguera manifiesta su mesianismo. Previamente el ciego se ha
levantado, ha dejado la orilla del camino, ha soltado el manto, ha dado un
salto y se ha acercado a Jesús. Marcos ha dicho con cuatro palabras todo el
contenido del verdadero seguimiento y las señas de la pertenencia a la
comunidad de Jesús... Primero, levantarse, pues de un seguidor no es vivir
postrado. Dejar la orilla del camino, donde la semilla no puede prosperar y se
la comen los pájaros. Suelta el manto que es toda su pertenencia, equivalente
al “dejarlo todo”. Ha dado un salto,
es el salto de la fe que, no teniendo ya nada a lo que agarrarse, se dirige y
aferra a quién le sana, le plenifica y le da la máxima esperanza. Anda tu fe te
ha salvado quedando incorporado a la comunidad de los seguidores siguiendo a
Jesús por el camino, no sentado en el borde.
No se puede
seguir al Señor con este cúmulo de limitaciones consentidas que son la
revelación palpable de la ceguera. Esta tiene cura en la auténtica comunidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario