Iban subiendo
camino de Jerusalén y Jesús les llevaba la delantera: los discípulos no salían
de su asombro, y los que seguían iban con miedo. Él se llevó otra vez aparte a
los Doce y se puso a decirles lo que le iba a suceder:
— Mirad, estamos
subiendo a Jerusalén y este Hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y letrados;
lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos, se burlarán de Él, le escupirán,
lo azotarán y lo matarán, pero a los tres días resucitará.
Es la tercera vez que Jesús anuncia
su muerte y resurrección. Marcos lo ha situado en la subida a Jerusalén. Es
allí donde se va a dilucidar de qué parte está la razón. Si del mesianismo que sostiene
Jesús o del que sostienen los discípulos y la mayoría de la gente. Jesús ha
venido impartiendo toda esta instrucción a su comunidad por el camino y subida
a la ciudad que mata a los profetas, centro de la religiosidad del pueblo y
centro del poder religioso y político de la institución judía.
Marcos
señala dos grupos definidos en el seguimiento de Jesús. Dice expresamente que
Jesús iba delante, por tanto, durante toda su instrucción se está
refiriendo al seguimiento. Son seguidores, que lo siguen, sí, pero sorprendidos
y con miedo. Con ellos van también los Doce y es a ellos a quienes hace el
tercer anuncio de su muerte y resurrección tomándolos aparte. Es entonces cuando
hace el anuncio, antes no.
¿Quiénes
son los que están sorprendidos y tienen miedo?, ¿y por qué? Pues son los Doce y
demás seguidores, porque Jesús ha hecho anteriormente dos anuncios de lo que le
va a pasar en Jerusalén y conocen también el odio que los dirigentes de la
institución judía le tienen. Subir a Jerusalén era la certeza de que el
conflicto iba a ser seguro... Sosteniendo un mesianismo terreno el
enfrentamiento entrañaba, incluso, el uso de las armas; por eso la subida
incluía la sorpresa y el miedo.
Es por este
motivo que Jesús quiere quitarles de la cabeza a los más influidos por ese tipo
de mesianismo —que son los Doce— la idea de que en Jerusalén, Jesús como mesías
triunfal va a lograr ese mesianismo. No lo ha logrado hasta ahora en todas las
intervenciones hechas ante ellos. Tampoco lo conseguirá ahora, como se verá a
continuación después del anuncio. Lo cual pone de manifiesto la dificultad que
existe para cambiar una mentalidad. Está tan arraigada en la persona que la
condiciona totalmente. Jesús no lo comparte pero lo comprende, de aquí la
paciencia infinita que viene mostrando con sus discípulos. Otros seguidores,
que no han estado condicionados por la mentalidad creada por los seguidores del
régimen, se encuentran más libres para seguir a Jesús y su forma de ser Mesías.
Quizá se refiera a estos al distinguirlos de los discípulos y decir que “los que seguían iban con miedo”. Los
discípulos no salían de su asombro pero estos sienten miedo porque no tienen su
mentalidad y creen en lo que Jesús está diciendo.
En este
tercer anuncio de su pasión, muerte y resurrección una cosa que resalta es la
cantidad de detalles que incluye en el anuncio. Las otras dos veces que ha hecho
el anuncio ha sido muy parco, prácticamente se ha reducido a hacer el anuncio
sin más detalles. En ambos no le entendieron y les daba miedo preguntarle ¿por
qué ahora lo hace con ese lujo de detalles? La razón posiblemente sea porque
quiere convencerles, quiere llegar a esa mentalidad e impresionarla para que la
cambien. Si no lo hacen no podrán seguir detrás de Él porque el único camino
para resucitar es morir: si no se muere no se resucita. Al dar tanto detalle
sobre cómo va a dar la vida de una forma tan atroz, está mostrando que la
elección que el Padre ha hecho sobre Él es precisamente para lograr la
salvación de los hombres, identificándose con ellos hasta en la máxima pérdida.
Solamente identificándose de esta manera con ellos podrá rescatarlos de la
muerte, el sufrimiento y el dolor. Por ello no será un mesías de triunfo y
gloria como ellos —los discípulos— lo entienden, si será como el “siervo de Yahveh”, un mesías sufriente
que dará la vida entregándose al sacrificio hasta las últimas consecuencias,
precisamente para liquidar todo sacrificio.
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