miércoles, 5 de diciembre de 2012

II. SACERDOTES. Libres para servir (1)


INTRODUCCIÓN
Una reflexión personal sobre la disponibilidad.
Hace ya bastantes años comenzó a sonar fuerte la palabra disponibilidad en nuestro ámbito. Lo motivaba principalmente, la dificultad encontrada en algunos sacerdotes a la hora de hacer traslados o colaciones, para una mejor atención de la diócesis.
Muchas de aquellas resistencias de entonces provenían de temores entre los que podemos señalar estos:
•  El miedo a posibles arbitrariedades al no ajustarse a normas o criterios conocidos por todos, salvo los muy generales del bien de la Iglesia, de las almas, de la diócesis, etc...
•  El miedo a que se dispusiera de las personas "alegremente" como si fueran cosas o sin tener en cuenta sus condicionamientos de diverso tipo.
•  El miedo a volver a épocas pasadas donde el "ordeno y mando" eran frecuentes.
•  El miedo a convertir el camino de la disponibilidad en tentador para "situarse" unos pocos o "hacer carrera".
•  El miedo a una disponibilidad "siempre a mejor" de los disponibles y no “a peor", en los servicios que nadie suele querer pero necesarios en la diócesis.
•  El miedo a perder cada cual su situación ‑mejor o peor- en la que nos encontrábamos instalados.
•  El miedo, en fin, a ser confundidos con los religiosos siguiendo una disponibilidad que convirtiera la diócesis en un convento.
Que existieran estos miedos no quiere decir que ésta fuera la realidad y tampoco juzga la actitud ni de quienes disponían entonces ni ahora de quienes estaban disponibles, simplemente recogemos lo que entonces algunos sintieron.
De entonces acá, muchas veces nos hemos encontrado con la misma palabra y con sus mismas exigencias. Hoy también, pero en una situación diferente. Situación que nos apremia. O nos empeñamos seriamente en la evangelización de nuestro pueblo o, de aquí a unos años, la descristianización progresiva existente llegará a cotas inimaginables. Por tanto, o estamos disponibles para una evangelización seria y profunda, o será muy difícil que la generación siguiente pueda tener las bases para una vida cristiana consciente. Ahora no se trata de una disponibilidad, primera y principalmente, relacionada con cargos, traslados o colaciones, ni de una redistribución de los sacerdotes que puede ser o no necesaria. Se trata fundamentalmente de una disponibilidad para evangelizar.
Ciertamente, o podemos argüir que esta actitud siempre la hemos tenido, pues eso es lo que hemos buscado en el ejercicio de nuestro ministerio allá donde cada uno ha estado. Pero, ahora, no se trata de que cada uno, por su cuenta y riesgo y según sus ganas e inventiva, trate de evangelizar. La situación exige que seamos todos, conjuntamente y en comunión, los que abordemos la evangelización con nuestro obispo, seglares y religiosos, toda la diócesis, y, desde ahí, que cada uno esté donde deba estar que quizá no coincida con donde quiera estar.
Como todo esto no debe hacerse ni desde métodos ya obsoletos, ni con desconocimiento de nuestra realidad personal, ni con arbitrariedad de ningún tipo, y sí con la mayor claridad posible al menos en las ideas, es por lo que acometemos esta reflexión personal sobre la disponibilidad y, desde ahí, la brindamos a los demás por si puede servirles para algo. Al ser una reflexión personal, no tiene más autoridad que la que nazca de la coherencia de sus ideas, su sintonía con la tradición eclesial y su fidelidad en la situación presente, lo que hemos recibido gratis debemos entregarlo gratis. (La entregamos sin firma, porque somos conscientes de que nuestras ideas no son originales, siempre se las debemos a alguien que nos las brindó, por distintos caminos y medios, a lo largo de nuestra formación constante y que constituyen el rico patrimonio eclesial de los creyentes. Con esto no queremos eludir responsabilidad alguna, sí mostrar que el servicio de cada uno es gratuito para la edificación del conjunto).

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