lunes, 13 de junio de 2011

VIVIR SIN DIOS


Un autor que dio la vida por ti Señor, escribió un día que caminamos hacia un hombre a‑religioso, que la secularización legítima conduce a esa realidad, por eso había que vivir en Dios y con Dios pero sin Dios. Era un buen creyente que llegó hasta a dar su vida. Pero se hace difícil entender esa profunda frase en la que resume la vida de los creyentes en un mundo secularizado y, consiguientemente, a‑religioso. Vivir sin ti suena a ateísmo, a pacto con la increencia, ¿cómo puede proponer esto un creyente? Y, sin embargo, lo era. A esta distancia que dan los años ¿tenía razón?, ¿O la tendrá Malraux cuando dice que el hombre de este siglo o será religioso o no será nada?. Cierto, Señor, que la secularización sigue avanzando a pasos agigantados, y que conforme se eleva el nivel de vida en los países, el hombre se hace menos religioso. Pero esta realidad pregunta muchas cosas porque ¿realmente el hombre ha sido antes más religioso? Y, si lo era ¿su religión se fundaba en la fe  auténtica?, ¿Y esta fe estaba personalizada en la mayoría?

Tú, que lo ves todo con bondad, Señor, sabes mejor que yo, que una descristianización progresiva, según avanza la racionalidad técnica, en los valores, las ideas, los criterios y una vida consecuente, está suponiendo una religiosidad deformada. Algo muy humano pero muy confuso, casi siempre cimentado en la necesidad que, al no estar satisfecha busca el amparo de la divinidad, sea cual sea, en el culto, las instituciones o las personas que de alguna forma te representan. Consiguientemente, la imagen que de ti surge, en esta situación, se parece muy poco a ti y a como Tú eres. Al aminorarse la necesidad por el progreso y, convencido el hombre de que por su ciencia puede dominarlo todo en su persona y mundo, no es de extrañar que deje su religión y prescinda de ti, Señor. Pero ¿es fe esa vivencia religiosa?, ¿Responde a tu comunicación y a como Tú te has manifestado?. Creo que no, Señor. Es cierto que tienen unas connotaciones cristianas no desdeñables en el nivel sociológico, cultural, etc. Que afectan a la persona en lo periférico, pero que no comprometen el núcleo central de la misma, donde se centran las convicciones, las decisiones... y que hacen posible el encuentro, el diálogo, al interpelación y la respuesta Antes lo religioso se valoraba socialmente y las personas no eran solicitadas por tantas cosas como en la modernidad acontece. Las personas en ese ámbito, con una civilización de raíces cristianas y, acuciadas por necesidades muchas veces primarias, no era extraño que acudiera a un dios al que generalmente se presentaba como el remediador de todo y el solucionador de todos los conflictos. Pero ¿eres Tú ese dios, Señor? ¿Responde esa imagen a quien de verdad eres?. Que nos amas, Padre, no cabe dudarlo, que escuchas nuestras súplicas y que buscas el encuentro con todos y cada uno, tampoco. Pero ¿cómo, dónde, de qué modo? ¿Cómo un extraño que lo tiene todo y remedia al que no tiene nada?, ¿Cómo el que lo puede todo entre quienes no pueden nada?, ¿Cómo el que está fuera de todo a disposición de todos?

 No, así no te has manifestado. Otra cosa es que así te hayan presentado en culturas muy diferentes, que te hayan atribuido actuaciones que no eran directamente tuyas, que te hayan apropiado causalidades que muchas veces hasta contradicen quien Tú eres, como actúas y te has mostrado. ¿Por qué creaste todo de la nada y al hombre como centro de esa creación? ¿Por qué estableciste una alianza con tu pueblo, depositario de tus promesas? ¿Por qué la mediación universal de Jesucristo y en ella la de tu Espíritu? ¿Por qué la Iglesia, tu Familia? El hilo conductor de todo ello no es otro que el amor. Y si todas tus actuaciones salvadoras nos remiten siempre al amor como su origen, ¿No están diciendo que eres Amor?, ¿Qué el amor que eres es la causa y el soporte de todo?. Y si eres Amor, y no hay más causa de todo que el Amor ¿cómo no ver que también el modo de causar, la forma de actuar, no puede ser más que amorosa?, y el fin que persigues no puede estar presidido más que por tu amor inefable. Si todo esto es así ¿Cómo no ver el respeto profundo que tienes a quienes amas en nuestra autonomía, nuestra libertad de decidir, nuestras opciones y hasta en nuestras veleidades? Jamás actúas coaccionando o imponiendo desde fuera. Siempre solicitando, llamando desde dentro para provocar decisiones coherentes, cuando, sirviéndote de acontecimientos que nosotros mismos causamos, provocas fuertes llamadas, siempre hacia el interior de las personas, buscando el diálogo y el encuentro. Un amor sin encuentro y relación personal, es pura fantasía. Sin comunión real, sin gozo y sin creatividad no hay amor posible. Por eso, Señor, vivir sin ti me parece una barbaridad si no es en ti y contigo. Vivir sin religión me parece posible, pero vivir sin fe y lo que ella conlleva, no.

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