lunes, 13 de junio de 2011

TRIGO Y CIZAÑA

 
Mirando hacia atrás, Señor, con la ayuda de la historia, me parece innegable una línea ascendente de progreso en nuestro mundo. En él, el hombre ha progresado. Pero no es menos cierto que esta larga marcha no alcanza a todos ni en extensión ni en calidad. También veo que en las épocas doradas este progreso se simultanea con regresiones o estancamientos a lo peor de nuestra humanidad. Hoy mismo, cuando es imposible negar el progreso humano en general, bien a instancias del mismo bien de resistencias, nos horroriza, Señor, la sistemática conculcación de una humanidad integral para todos lo humanos. Hasta da la impresión de que el mal ha alcanzado una racionalidad que le da asiento y plaza precisamente allí donde con más razón tendría que ser vigilado, arrojado y perseguido.

Por eso, Dios mío, aun comprendiendo todos los progresos y conquistas de nuestra humanidad, me pregunto muchas cosas para las que no tengo una respuesta clara. ¿Hay un progreso real en humanidad o, más bien, hay avances y retrocesos sólo en sectores cualificados que impiden o dejan sin avance a la mayoría?. ¿Ese progreso es en humanidad?. ¿Bien y mal no siguen avanzando en formas cualitativamente más depuradas hasta el punto de que el mal cada vez es peor y el bien cada vez mejor? ¿Esta marcha cualitativamente más perfecta no tendrá un final mediante un enfrentamiento entre la forma más pura de mal con la más pura de bien?... Muchas preguntas, Señor, para las que no tengo respuesta si me salgo de mí mismo buscando lo universal.

Pero si miro las cosas en mí y desde mí mismo, veo un posible camino de inteligencia que me sugiere aquella parábola del trigo y la cizaña. Están juntos en mí y en todos los humanos. No puedo negar, Dios mío, tu acción misericordiosa que a lo largo de mi historia personal me ha ido convenciendo, me ha hecho optar por ti, me hace caminar siguiendo aquellos valores que son tuyos, los de tu Reino. Pero no es menos cierto, Señor, que todo ello se alterna con regresiones, estancamientos, negativas que nacen y obedecen a lo peor de mi humanidad. Muchas veces, muchas Señor, sorprendo en mi campo de trigo, que Tú has plantado, la maldita cizaña que ha sembrado otro amo. Es mía, Señor, toda mía. Mala hierba que da mi campo hasta que un día pueda ser definitivamente limpiado. Y esto es lo que me hace pensar que no hay un proceso universal de mejoras o de atrasos hasta un día final en que bien y mal lleguen a un enfrentamiento último. No existe la humanidad, ni el bien ni el mal, ni hay hombres buenos u hombres malos. Hay hombres concretos, historias personales de hombres buenos con mal y de hombres malos con bien. El hombre bueno no lo es porque no tenga mal, sino porque, siendo malo, se deja convencer por ti y hace bien. Esa inclinación al mal es original, es de nuestro campo que produce mala hierba entre el trigo que Tú te empeñas en sembrar después de haber limpiado el campo. Si a esto añadimos la mala semilla de otros campos, que no se dejan limpiar y caen en el nuestro, no puedo extrañarme, Señor, de que el trigo y la cizaña crezcan juntos hasta el día de la siega. El marcará la última hora para la cizaña, no para el trigo que es tu siembra y tu cosecha.

Hasta que esa hora sea marcada en el reloj de nuestra historia, mi tentación es la impaciencia escatológica. Tú sabes bien, Señor, que ni a mí ni a nadie nos gusta miramos y sorprender en el campo de cada humanidad la suciedad o la fealdad de la cizaña. Por eso queremos arrancarla de raíz de nuestro campo y el de los demás. No nos gusta su compañía, mucho menos sorprender su negritud en el trigal hermoso de tu siembra y cuidado. De ahí la impaciencia por adelantar la hora, por anticipar lo último. Me admira, Dios mío, tu paciencia inagotable conmigo y con todos. Tu terca espera en cada grano de trigo sembrado. Tu confianza, Señor, en el campo humano por ti sanado, tan misericordiosa como absoluta para anticipar en cada siembra lo definitivo, aunque nosotros, por nuestra impaciencia, no lo veamos. En tu paciencia, Dios mío, está todo el fruto asegurado.

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