lunes, 13 de junio de 2011

CONTENTAR A TODOS ¿UNA VIRTUD?

 
Aunque no he sido muy aficionado a los pasteles, siempre me agradó el noble oficio de pastelero. Me pasa con ellos lo mismo que con los payasos, los admiro porque unos endulzan el paladar, los otros la vida. Hacer grato y hasta exquisito lo que no lo sería de por sí, es algo que me admiró siempre. Pero una cosa es este digno oficio y otra muy distinta es lo que, por derivación, llamamos pasteleo que, en definitiva se reduce a aceptarlo todo y a tratar de agradar a todos. Aquí, Señor, debo confesarte que muchas veces he sentido hasta repugnancia. Si las personas fuéramos siempre buenas, con intenciones, fines y acciones siempre buenas, la verdad es que no me costaría nada aceptar el pasteleo. Pero, conociéndome un poco a mí mismo y otro poco a los demás, la realidad me dice que no somos siempre todos así. Por eso me preocupa, Señor, el pasteleo. Aceptar todo y agradar a todos lo veo incompatible con la realidad, la cual me dice que, ante el mal intencionado de las personas sólo cabe el no. Y lo mismo cuando se presenta, decidida u ocultamente, en hechos o intenciones o acontecimientos diversos. Así como el bien debo aceptarlo venga de quien venga, el mal debo rechazarlo también venga de quien venga. No cabe el pasteleo con él. No debo tratar de endulzar, aceptar o presentar como dulce lo que es amargo como la quina.

Y aquí es donde encuentro la dificultad, Señor, porque muchas veces, unas por timidez otras por pereza, otras por evitar tensiones y división, otras por no molestar, etc., etc.., he callado dejando colarse en mí o en los demás, auténticos males con esta actitud de dejar pasar o hacer que no ha clarificado situaciones ni ha animado al bien. Es como una actitud pasota, que deja pasar y pasa, ante decisiones, actitudes, palabras y hechos que eran objetivamente malas para mí o para otros. A veces, aunque veo la maldad objetiva me refugio en lo subjetivo para disculpar y pasar, dejándola intacta. Y esto, reflexionado en tu presencia Señor, me parece un auténtico y grave mal.

Además, cuando veo esta actitud en otros, disimulada o descaradamente, casi siempre con pretextos de misericordia, comprensión, acompañamiento o caridad, me resulta particularmente rechazable. De un modo especial, si quién actúa así está revestido de autoridad. No entiendo, Señor, que quienes están para ejercer el servicio de presidir en la caridad, no lo ejerzan liquidando la caridad para con los demás al aceptar todo y al tratar de agradar a todos. Creo que por caridad para con todos hay que aclarar, animar al bien, discernir situaciones, etc., sobre todo cuando conllevan incomprensión, enfrentamientos, o divisiones derivadas de no haberse enfrentado en sus comienzos al mal. Aquí, creo Señor, que el pasteleo se convierte en traición a la misión de la autoridad. Es muy grato y muy rentable también, que todos aplaudan nuestra bondad porque cada uno sale reforzado en sus razones pero ¿es esto virtud o una barbaridad?.

Virtud es la caridad que, porque ama a los demás sin desfallecer, busca su bien por encima del bien propio. Lo que es contrario a la pretensión de agradar a todos por encima del bien del otro. Decir la verdad, hacer un discernimiento serio, clarificar situaciones que no son buenas... no puede agradar siempre al otro ni puede agradar a todos, porque todos fallamos muchas veces haciendo o buscando lo que no está bien. Por eso esta actitud de dar la razón a todos o de dejar hacer sin más para agradar, no sólo no me parece virtud sino una auténtica barbaridad. Aparentemente parece que todo marcha bien pues todos encuentran reconocimiento de su actitud, pero a la larga todos sin excepción se quejarán, sobre todo si hay posturas irreconciliables o contrarias. Quizá no afloren con virulencia las divisiones pero sin duda que se ahondarán. No querer tener problemas con nadie, a la larga es tenerlos con todos.

En la parte que me toca, Señor, No creo bueno el pasteleo. Por encima de él está siempre el amor que le debemos a los demás. Este elige y propone siempre el bien aunque para ello tengamos que decir, las veces que haga falta, no, renunciando a agradar.

No hay comentarios: