lunes, 13 de junio de 2011

CONCENTRACIONES RELIGIOSAS

 
Cuando fui a Roma por primera vez, en una concentración de cincuenta mil jóvenes, sentí alegría por ver al Papa y no me costó trabajo palpar allí mis raíces cristianas, disculpé errores, anacronismos, boato y riquezas. No me escandalicé por ello y hasta me sorprendí a mí mismo, Señor, justificando cosas que, en la lejanía, me parecían injustificables. Lo mismo me sucede con los viajes multitudinarios del Papa, trato de comprender su conveniencia y hasta su justificación.

Pero, todos ellos, Dios mío, porque lo he palpado de cerca, me producen temores como antaño en las grandes concentraciones religiosas y peregrinaciones multitudinarias. ¿No se estará brindando a muchos la justificación de una religiosidad que no es fe?. ¿No estaremos creando muchos hinchas del Papa y muy pocos seguidores de Jesucristo?, ¿No se estará potenciando una universalidad engañosa en detrimento de una localidad donde aquella se vive y se palpa?, ¿No se quedaran muchos con la experiencia de una iglesia charlatana y folklórica, de momentos extraordinarios y de comunidad tan irreal como ficticia?...

Son muchas, Señor, las preguntas que se me agolpan con motivo de estas concentraciones. Y no es por ir contracorriente ni por ser excesivamente crítico. Creo que nacen de las experiencias vividas en estas ocasiones. Muchos de estos incondicionales no lo son del Papa, sino de Juan Pablo II pues no aceptaron ni siguieron a Pablo VI y hasta lo insultaron y aborrecieron. Otros son seguidores del Papa pero no siguen a su obispo y hasta desprecian al pobre cura que les tocó en suerte. Otros se apuntan a todas estas experiencias de la Iglesia pero no se apuntan a ninguna de su iglesia local o su parroquia. Otros...

Sé que estas actitudes no son de todos los asistentes y dudo si lo son de la mayoría. Pero, Señor, ¿cómo es posible que con tantos cientos de miles y, a veces, hasta millones de concentrados luego no se note, ni su fervor ni su acción, en sus comunidades propias?. Podría ser porque el Papa les hable otras cosas o les requiera para otras acciones que sus pastores no les saben decir u ofrecer, pero no es así, son las mismas cosas e ideas que les dicen sus pastores más cercanos. ¿Cómo es posible que se concentren tantos para ver, oír y hasta aplaudir a quien les dice cosas que hasta en la misma concentración y luego sistemáticamente se están conculcando? No me cabe, Señor, en mi cabeza esta contradicción entre lo que se les dice y propone y lo que piensan, valoran y hacen.

Por eso, Señor, siento una pena muy grande, cuando veo el esfuerzo, la escasez, la falta de brazos para la tarea, en las comunidades propias de tantos concentrados enfervorizados. No tengo nada en contra de escuchar y sentir cercano a quien nos preside en la caridad, garante de nuestro seguimiento y actualizador de nuestras raíces cristianas. No. Es la inconsecuencia mostrada en el fenómeno y las posibles equivocaciones o justificaciones que puede provocar. No entiendo esta superabundancia de seguidores en estos actos y, al mismo tiempo, una escasez tan dramática en muchos casos, en las comunidades cercanas donde, al fin y al cabo, se autentifican valores, ideas, acciones y seguimiento.

No hay comentarios: