lunes, 23 de mayo de 2011

DOS EXISTENCIAS

 
Cuando estudiaba, Señor, la ciencia que habla de Ti, me llamaba la atención siempre que hablaban de sobrenatural. Y yo me imaginé como dos mundos superpuestos pero con interferencias. Uno, el natural, donde estábamos los hombres, las cosas, el mundo, nuestro nacimiento humano hecho de carne y sangre, nuestras relaciones humanas y mundanas, los montes, y los mares. Todo lo que llamamos naturaleza con sus evoluciones y sus saltos.
 
Otro, el sobrenatural. Era tu ámbito, Señor. Tu mundo, tu gloria. Tu Trinidad Santa, tus relaciones externas e internas, tus santos y tus ángeles.
 
Este mundo tuyo, Señor, era para nosotros inimaginable e inasequible. Solo por pura gratuidad, libérrimamente, Tú nos lo ofrecías gratuitamente a través de las mediaciones de tu Hijo y tu Espíritu. Esto era en resumen la gracia. Una especie de sobrenaturaleza que se superponía, penetrando y transformando, nuestra débil naturaleza.
 
Luego, Dios mío, puesto a vivir y a pensar, he visto las cosas de otro modo. No hay dos existencias una natural y otra sobre ella. Tu mundo, Señor, la obra de tus manos, y en él tu gloria, el hombre, nunca estuvieron confiados a las carambolas de una evolución sin finalidad, ni solos en una naturaleza ni manca ni suficiente.
En los orígenes estás Tú con tu poder y tu ternura,
en el desarrollo estás Tú con tu justicia y fidelidad
y al final estás Tú en tu total y absoluta transparencia.
No hay dos existencias una natural y mundana, otra sobre ella espiritual y gratuita. Todo es don de tu ternura inmedible. Todo es gratuidad de tu inmenso amor, de tu libre decisión de comunicarte, de la fluidez de un ser que es Amor dado a participar a la obra de sus manos, celoso de comunicar su belleza y su bien.
 
Todo es don tuyo, Señor, y Tú eres el Don, la gracia, brindada en tus dones.
 
Ciertamente, no sabíamos nada ni de ti ni de tus dones hasta que fuiste descorriendo el velo de las apariencias que te ocultaban Cuando el velo se rasgó definitivamente, en el colmo del amor, de la entrega y de la solidaridad, fuimos sorprendidos con la realidad de lo que mundo y hombre eran. En el Hijo se contempló la realidad del existir, del ser y del vivir. Desde entonces pudimos ver una existencia única, en unidad perfecta, en un solo plan; no sirviendo a fuerzas ciegas ni interesadas, sino a una finalidad: Tú mismo, Señor, como futuro y presencia Absoluto de hombres, mundo y cosas. No hay nadie al margen, no querido por ti, no hay un solo ser humano sin llamada ni amor. No hay mundo sin ser amado.
 
Pero veo, Señor, dos formas contradictorias de vivir mi única existencia: afirmada o negada, querida integralmente con todas sus consecuencias o rechazada en contradicción, anticristiana porque es in-humana. Cuando éste existir es vida, hace historia de mundo y personas, cuando es carencia no es otra existencia distinta, es la misma, vivida en contradicción
es sentirse llamado y hacerse el sordo
sentirse amado y desentenderse de Quien nos ama
verse abocado a la plenitud de sentido y querer vivir el vacío,
impulsado hacia un futuro Absoluto y enredarse
libremente en la absolutización de lo relativo.
No existen dos existencias, una mundana y otra cristiana. Existe una sola realidad, una sola existencia
vivida integralmente, en todas sus dimensiones,
plena de sentido, proyectada hacia lo último, lo definitivo,
poseído ya en prenda por tu Espíritu.
Carecer de ella, no vivirla integralmente, es vacío, carencia, hueco fatal tapado de apariencia. La vanidad ontológica de creer que se es o se tiene lo que nunca fue o se hubo poseído.

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