martes, 22 de marzo de 2011

2.III. Y sigue con una señal


(APUNTES SOBRE LA CELEBRACIÓN DE LA MISA)

La celebración eucarística es la obra más importante del día o la semana. La marcamos con la señal de la cruz y, lo que vamos a hacer, lo ponemos bajo el nombre del Dios Trinitario. ¿Qué significa todo esto? En primer lugar marcamos la celebración con nuestra señal. Vamos a hacer la Memoria de Jesucristo muerto y resucitado. Lo que vamos a hacer lleva esa marca que resumimos en la cruz hecha en el nombre santo de Dios. La marca significa pertenencia. Esta Memoria que hacemos está marcada desde el principio, es pertenencia suya.

A la forma de hacerla la llamamos santiguar que significa popularmente lo mismo que santificar y esto es lo mismo que consagrar. Por lo tanto, santiguarnos al principio de la celebración quiere expresar que lo que vamos a hacer es algo sagrado y al hacerla sobre nosotros mismos es que somos y estamos decididos a serlo, a ser personas consagradas.

Para que no quede ningún género de duda la señal la hacemos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, es decir, en el nombre santo de nuestro único Dios. Es poner a nombre de la Santísima Trinidad lo que vamos a hacer. No es que el sacerdote, y con él toda la asamblea sustituyan a Dios actuando en nombre suyo. No. Es que todo lo que vamos a hacer está puesto a su nombre. Y, claro, aquí entra no sólo el desenvolvimiento de la celebración, sino también nuestras propias personas pues nos hemos santiguado bajo ese nombre.

Todo lo cual indica que hay que dejar a un lado y alejar de nosotros y de lo que vamos a hacer toda preocupación y toda acción que no esté o pueda estar bajo lo que entraña esta inefable señal. Ante la grandeza de su significado y exigencia, como se ve, no puede devaluarse ni por la falta de conciencia ni por la rutina.

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