lunes, 21 de marzo de 2011

1.III. En ella Jesucristo está verdaderamente presente


Hemos dicho con anterioridad que la Memoria se actualiza por la Presencia. Esta actualización se verifica en todos sacramentos. Todos ellos nos dan facetas del Misterio de Cristo, de su muerte y resurrección. Lo que diferencia a la Eucaristía de todos ellos es que nos da todo el Misterio de Cristo en su totalidad. Es representación de su muerte y resurrección, con todo lo que esto conlleva. No nos da una faceta de Cristo sino que el mismo Cristo está presente en ella con su cuerpo y sangre, es decir, en la totalidad de su persona. Cuando es instituida su efecto no es el de comunicar una gracia particular sino el de hacer presente a aquel en quien tiene origen toda gracia. (Dzg876).

1.- El pan del Cielo es Jesucristo

Los judíos tenían idealizado a Moisés y toda su gesta. Las narraciones del Génesis -particularmente el Éxodo- adquieren caracteres verdaderamente legendarios. Entre ellas la que hace relación al maná sublimada por la tradición posterior, hasta el punto de ser utilizada por los judíos para demostrar que Moisés acreditó mediante el maná que era un enviado de Dios. Así se lo dicen a Jesús para que también Él acredite, mediante alguna obra portentosa, que es el enviado del Padre: "Y ¿qué señal realizas tú para que viéndola crearnos? ¿cual es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, así está escrito: les dio a comer pan del cielo” (Jn. 6, 31). Jesús pone las cosas en su sitio mostrando la realidad de lo acontecido. El maná no era pan del cielo: "no fue Moisés quien os dejó pan del cielo (Jn. 6, 32), de hecho sus padres "comieron el maná en el desierto y murieron" (6, 49). El maná ni era pan de Dios ni dio vida definitiva. Esta la da otro pan que tiene su origen en el Padre, que no cesa de otorgarlo a la humanidad para que ésta tenga vida definitiva."Es el Padre quién da el verdadero pan del cielo"... "aquí está el pan que baja del cielo, para comerlo y no morir. Yo soy el pan vivo bajado del cielo, el que coma pan de éste vivirá para siempre (Jn. 6, 32). El maná ni era pan, ni lo daba Dios, ni daba vida definitiva. El pan que da Dios es Jesucristo, que da vida definitiva si se le come: “yo soy el pan de la vida"..."es mi Padre quién os da el verdadero pan del cielo porque el pan de Dios es el que baja del cielo y va dando vida al mundo” (Jn. 6, 32-35). Esto acontece comiendo su carne y bebiendo su sangre: "os aseguro que si no coméis la carne y bebéis la sangre de este Hombre no tendréis vida en vosotros" (Jn. 6, 53-54). El pan, que es Él; se entrega en la carne: “el pan que voy a dar es mi carne para que el mundo viva" (Jn. 6, 51). Este es don continuo del Padre a los hombres, que hay que aceptar y comer por la adhesión a su persona y que comunica incesantemente vida definitiva que supera la muerte. El maná lo comieron pero murieron; quién coma de este pan vivirá para siempre.

2.- Es necesario comer éste pan

Suena muy fuerte el lenguaje de Jesús en esta hermosa narración del evangelista Juan. "si no coméis la carne y no bebéis la sangre de este Hombre no tendréis vida en vosotros". Los judíos lo entendieron literalmente y pensaron que lo que Jesús les proponía era que lo devoraran: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Y. "desde entonces muchos discípulos se echaron atrás y no volvieron más con Él", porque consideraron que la propuesta "era intolerable ¿quién puede oír eso?" (Jn. 6, 52-54.60.66). Pero Jesús no estaba hablando en ese plano y estaba dando por supuesto algo de lo que ellos carecían: la fe. El Padre "tiene que tirar de él" (6, 44) pues "nadie puede acercarse a mi si el Padre no se lo concede" (6, 65). No se trata de ninguna antropofagia, pero si de una unión tal con Jesucristo resucitado -está vivo y glorioso- que no encuentra mejor imagen que la asimilación que se produce en la ingesta de un alimento. El creyente -alguien de quien el Padre ha tirado- es el que no solo ha escuchado a Jesucristo, sino que se ha adherido a Él y se ha identificado con Él. Al recibir la Eucaristía se produce una asimilación, una comunión tan estrecha con Él, como la que se produce por la asimilación de un alimento al que transformamos en sustancia propia. Si no comemos su carne y bebemos su sangre no hay ni adhesión, ni identificación, ni comunión, porque no hay asimilación de Él, el verdadero pan del cielo dado en la realidad de éste Hombre, de su carne y su sangre.

3.- En él se da un cambio admirable

La palabra que solemos utilizar para designar este cambio es la de transustanciación aunque pueda resultar un poco rara. Literalmente significa cambio de sustancia. La fe de la Iglesia expresada en el Concilio de Trento nos dice: "En primer lugar el sagrado concilio, abierta y simplemente, profesa que en el sacramento vivificador de la santa Eucaristía, después de la consagración del pan y del vino, N.S. Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, está contenido verdaderamente, realmente y substancialmente bajo la especie de aquellas cosas sensibles" (Dz. 1636). No podemos pretender la comprensión, con nuestro escaso entender, de una realidad que pertenece al Misterio y a la que solamente tenemos acceso por la revelación. Pero si debemos no añadir más dificultad a la que, de por si, contiene un Misterio. Un camino puede ser explicitar todo lo que podamos, aquellos elementos y utilizar un lenguaje adecuado que nos permita rebajar esa dificultad que se añadiría, de no hacerlo, a la mejor comprensión del mismo.

Lo primero que se presenta ante nuestra razón es que estamos tratando de una realidad que pertenece a la existencia gloriosa de N.S. Jesucristo. De la presencia del Resucitado. Al aplicarle los adjetivos de verdadera, real y sustancialmente -que en el fondo vienen a decir lo mismo- se nos quiere decir que se trata de la realidad misma del Señor tal y como Él es y está. Es una existencia gloriosa la suya, por tanto su Presencia no es ni física, ni material, ni biológica. Su corporeidad es real pero inmaterial, incorruptible y espiritual. Es la misma pues pertenece a su misma persona, pero ha sido transformada por la resurrección, por tanto no existe tal y como existía antes de su muerte. Por ello en la Eucaristía no se devora a Jesucristo. Es imposible pues nuestra existencia aquí, y por tanto nuestra corporeidad, es material, física y biológica ya que la necesitamos así para poder vivir en el espacio y el tiempo, coordenadas que Él trasciende en su existencia gloriosa.

Consiguientemente cuando el concilio dice que "está contenido" no puede referirse ni a un orden ni a una forma material, física o biológica pues la existencia gloriosa trasciende este orden y esta forma de ser y de estar. Pero hay muchos que piensan que en las especies está contenido Jesús de forma que comen y beben, de una forma para ellos misteriosa su carne y su sangre con una corporeidad como la que tenía antes y existiendo de la misma manera. Otros, al no poder entender esta Presencia de otra manera se refugian en una concepción idealista interpretándola de una forma puramente simbólica, "como está presente el esposo en el anillo de la esposa" que dijo uno de los fundadores del protestantismo. ¿Cómo podemos hacer más inteligible este "estar contenido" del concilio? Vayamos por pasos.


  • Ante todo decir que estamos ante una consagración que es llevada a cabo por el Espíritu del Resucitado. Consagrar es hacer sagrada una persona o cosa. Al hacerla sagrada cambia de condición, queda dedicada y poseída exclusivamente por Dios. Cambia su condición, su significado y su finalidad. Las ofrendas que se le han hecho quedan dedicadas y posesionadas por Dios.

  • Esto implica una transformación. Ya no son para lo que eran. Antes eran pan y vino, esta era su realidad, ahora son transformadas en una realidad distinta. Aquella, que las identificaba y definía -eran alimento para esta vida espacio-temporal- ahora es cambiada por la realidad del cuerpo y la sangre de Jesucristo en su existencia gloriosa. Él ha resucitado y con Él su corporeidad, ese cuerpo y esa sangre son del Resucitado y, consiguientemente, su realidad es también gloriosa. Cuando decimos "su cuerpo y su sangre" no nos referimos a partes -mucho menos a porciones - sino a la realidad misma de Jesucristo resucitado. En las mismas palabras de la institución de la Eucaristía, que solemos expresarlas con "tomad y comed, tomad y bebed" se está expresando su totalidad. De hecho la traducción literal del arameo, lengua utilizada por el Señor, diría: “tomad y comed, esto soy yo mismo".Se comprenderá mejor en el paso siguiente.

  • A esta transformación el concilio la llama convenientemente transubstanciación, que quiere expresar que el cambio que se realiza no es algo periférico o accidental sino que afecta a la sustancia, es un cambio de sustancias. Y esto ¿cómo entenderlo mejor? Hablamos de sustancia para referimos a lo que las cosas son en si mismas, la realidad que las hace existir y ser independientes de las demás. Pues bien, el cambio transformación - que se da por la acción del Espíritu del Resucitado -consagración- es de la sustancia del pan y del vino -la realidad que las define y sostiene como tales- en la sustancia -realidad que define y sostiene- del cuerpo y la sangre de Jesucristo, que es su propia realidad gloriosa.

  • Pablo habla de Jesucristo resucitado como el portador de una energía capaz de transformarlo todo "con esa energía que le permite incluso someterse el universo" (Flp. 3, 21). Esa energía que posee -que se identifica con el Espíritu que le plenifica- es la que transforma esa realidad del pan y el vino, dejando solamente la figura -especies- para poder darse y comunicarse a través de ella a quienes estamos en una existencia distinta de la suya. Ya no son pan ni vino pero mantienen esa forma para que nosotros podamos identificarnos con Él sacramentalmente. La realidad de estos elementos -su sustancia- es "cogida” por esa energía del resucitado y las sustituye por su propia realidad. Transformándola en lo que Él es. Las especies expresan su Presencia real pues, al carecer ya de sustancia propia, están sostenidas por la sustancia del Resucitado. Es esta, con su energía, la que está sustituyendo la sustancia del pan y del vino y la que presencializa la realidad gloriosa del Resucitado, ya que Él está donde actúa, con su cuerpo y su sangre, es decir, Él mismo en su totalidad.

  • Como se ve hablamos de realidades no de imaginaciones ni de meros símbolos. A través de una realidad sensible -pan y vino- somos trasladados a una realidad trascendente, la de la presencia misma del Señor resucitado. Por esto llamamos a la Eucaristía sacramento y sacramental a su Presencia en las especies.
Todo esto que queremos expresar con el 'termino transustanciación nos hace descubrir la Presencia del Señor mucho más profundamente que si la sustituyéramos por otros términos como transfinalización o transignificación. Ciertamente el pan y el vino cambian de fin y también de significado, pero la hondura que expresa la transustanciación no la expresan estos otros conceptos. Por esto el concilio dijo que los santos padres creyeron "conveniente" llamar al cambio que se produce en la Eucaristía transustanciación.

Con todo lo dicho volvemos a aquello con lo que comenzábamos este apartado, El pan del cielo es Jesucristo, es el que el Padre nos regala, es necesario comer este pan para asimilamos con Él y la forma que tenemos hoy para lograrlo es la Eucaristía, es la que actualizando su Memoria se nos ofrece como alimento, lo que nos permite encontrar y vivir nuestra verdadera identidad al identificarnos con Él.

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