viernes, 25 de febrero de 2011

41 Pregunta: ¿Te niegas a hablarme a mí?, ¿no sabes que está en mi mano soltarte y está en mi mano crucificarte?

1º.- Quién la hace y por qué 

Es Pilato que cada vez está más temeroso y descompuesto. En las preguntas que hace muestra que el silencio de Jesús, no diciéndole de donde procede, le ha molestado; mucho más teniendo en cuenta que, aún transigiendo con los judíos del régimen, quiere salvarlo evitando dar él una condena. 

La pregunta, por tanto, la causa el silencio de Jesús que, aunque con­estará por última vez a una pregunta suya, está convencido de que no hay posibilidad alguna de diálogo. Por eso no ha contestado a la anterior. 

Manifiesta una mentalidad creada en quién ostenta la autoridad, que se cree con todo el derecho del mundo a que Jesús le dé todas las explicaciones que él quiera para seguir haciendo lo que las presiones de los acu­sadores le obligan a transigir. Él tiene el poder y Jesús debe some­terse a él. Porque tiene el poder tiene la autoridad para soltarlo o crucificarlo. Se mueve en las categorías "de éste orden" y es en él donde ejerce el dominio que le da el poder, pero no la autoridad para actuar contra Jesús, pues ésta viene de Dios. 

Está tan ciego y contrariado -la ceguera que produce el "orden éste" donde está instalada la tiniebla- hasta el punto de no percibir que la cuestión no es de si tiene o no autoridad, esto a Jesús le importa muy poco. Ni Pilato, ni los judíos, ni nadie tiene autoridad para quitarle la vida, porque Él es libre, es el Rey, y tiene decidido darla. 

2º.- Qué revela y provoca 

Manifiesta la contrariedad que siente el poderoso ante quién, sin dirigirle una palabra, le está acusando de cobarde. Jesús guarda silencio porque no hay posibilidad de dialogar pues está cogido por el miedo y esto le hace ir claudicando cada vez más. Ni cabe con él por su miedo, ni cabe con los acusadores porque están obcecados por el odio. 

También revela la ignorancia que tiene sobre Jesús; ni sabe de dónde viene, ni a qué se debe, ni qué pretende. No está en su mano soltarle o matarle aunque él se lo crea; es lo que pretende decirnos el evangelista, ese poder quién lo tiene es el Rey Jesús y tiene decidido ejercerlo, utilizando el odio de los judíos y la cobardía de Pilato. El evangelista nos ha ido mostrando al Rey -despojado de todos los atributos de la realeza humana- y ahora nos muestra su poder dando la vida. No se la quita nadie y nadie tiene autoridad sobre su libertad soberana. Pilato cree que tiene poder pero en realidad es sólo un instrumento utilizado por quién de verdad lo tiene, el Rey Jesús. 

Manifiesta también el seguimiento del proceso de odio hasta la muerte en los judíos y el de temor en el procurador romano hasta dar la condena. Se encontrarán todos satisfechos, uno porque cree que ha ejercido el poder, los otros porque creen que su odio causa la muerte, pero ambos sin darse cuenta, porque están ciegos, de que realmente están sirviendo al único dueño de la situación, al que aparentemente está sometido pero que es plenamente libre, el verdadero y auténtico Rey. 

3º.- La respuesta de Jesús 

Esta vez -será la última- Jesús le contesta a quién se cree con poder para disponer de su vida: "No tendrías autoridad alguna para actuar contra mi si Dios no te dejara. Por eso el que me ha entregado a ti es el principal culpable" (19,11). 

Lo hace poniendo cada cosa en su sitio. Dios no puede querer la muerte de su Hijo y, desde luego, no es el que la causa. Ahora bien, supuesta la acción irreversible de los enemigos de Jesús -que Dios no causa- si quiere que Jesús cumpla lo que tiene decidido, que es dar el supremo testimonio a favor de la Verdad dando la vida y culminando la creación. Dios deja obrar a Pilato porque respeta la libertad del hombre -aunque no la comparta - y lo aprovecha para respetar también la libertad de Jesús de entregar su vida. 

Parece complejo todo esto pero no es difícil comprenderlo. Dios ¿quiere la muerte de Jesús?. No. Pero Jesús tiene decidido dar la vida y Dios lo respeta porque lo hace libremente -nadie se la va a arrebatar-. Para Pilato y los dirigentes judíos será un tremendo pecado, para Jesús será la manifestación de su gloria. Ellos hasta se creen con autoridad y al amparo de la ley, pero no saben que lo que hacen es cumplir la voluntad soberanamente libre de quién de verdad -en "su orden que es "el de arriba"- tiene el poder que se ejerce por el servicio, el Rey Jesús. 

Pero el pecado mayor no es el de Pilato sino "del que me entrega a ti” ¿Quién es? Ciertamente no es Dios. Él no tiene pecado ni puede querer una salvajada semejante con su Hijo único. Tampoco lo son directamente las autoridades judías. Es quién está detrás de Pilato y de ellas, el rey del "orden éste", que es a quién ambos sirven, el padre de la tiniebla y de la mentira. No es un dios del mal alternativo al Padre de Jesús, pero si es el "enemigo” -eso significa Satanás- de los hombres y por tanto de este Hombre. Como en este Hombre se culminará la obra creadora sobre el hombre, el enemigo pone toda su fuerza contra el proyecto de Dios que se realizará en Jesús. Por eso “el que me ha entregado a ti es el mayor culpable". Ahora bien, el no es dios alguno, por eso no tiene en cuenta que su aparente triunfo será precisamente su derrota definitiva. Tiene el mayor pecado y por tanto el mayor fracaso en la Hora del Rey soberano. 

4º.- Quién haría hoy esta pregunta 

Desde luego, de esta misma forma o de otras semejantes se lo hemos oído muchas veces a muchos que tienen o creen tener algún poder: ¿con quién cree Ud. que está hablando?, ¿sabe Ud. quien soy yo?... Son poderosos de poca monta; porque tienen un título o un cargo creen que esto les da derecho para imponerse a los demás y dominarlos. Están en el "orden éste", por eso no entienden que los cargos y los títulos son para el servicio desinteresado a quienes ellos creen súbditos. 

Los hay que, pagados de la autoridad que detentan, se creen dueños de personas y bienes, disponiendo de ellos y no dejándolos ser libres. Creen que la autoridad que les confiere el cargo es un privilegio que debe imponerse y ser reconocido por todos sin la más mínima crítica. No entienden que precisamente el significado etimológico de la palabra autoridad -del verbo latino augeo, crecer- indica ayudar a crecer, es decir, servir a las personas para que cada vez lo sean más y, por tanto sean más libres. 

Otros han endiosado de tal forma a la autoridad -el tengo poder para soltarte o crucificarte de Pilato- que creen que por ser autoridad tienen razón o por serlo sus decisiones son buenas, por eso son tan reacios a la crítica y el juicio de los demás. No caen en la cuenta de que la autoridad no tiene razón por serlo, sino porque respeta y sirve la verdad, y sus decisiones no son buenas por serlo de la autoridad sino porque se deben y sirven a la justicia y el bien desinteresado de los demás. No vale el camuflaje que hoy emplean tantos de ampararse en mayorías y servirse de ellas porque la verdad, la justicia, el amor, los derechos fundamentales del hombre... no son creaciones de ninguna mayoría democrática, ni de ningún parlamento, ni están sometidos al plebiscito de una consulta popular o una elecciones. Son anteriores a ellas y responden a la verdad de lo auténticamente humano, por eso deben ser servidas siempre por estas.
 

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