viernes, 25 de febrero de 2011

40ª Pregunta: ¿De dónde procedes tú?

1º.- Quién la hace y por qué 

Es el mismo personaje, Pilato el procurador romano, cada vez más desconcertado y cada vez con más miedo. Su miedo es en principio a las autoridades judías; por eso, en vez de hacer justicia convencido de la inocencia de Jesús, manda azotarlo y tolera la burla, el escarnio y las bofetadas que los soldados se permiten y él consiente. Tiene miedo de que le acusen de no ser amigo del César. Pero el evangelista dice que "cuando oyó estas palabras aún se asustó más", ¿a qué palabras se refiere? A estas: "Nosotros tenemos una ley, y según esa ley debe morir, porque pretendía ser hijo de Dios" (19,7-8). Es a continuación de oírlas cuando hace la pregunta. 

Jesús le ha dicho ya lo que constituye su persona y su realeza, para lo que ha nacido y para lo que está en este mundo, que es para dar testi­mo­nio de la verdad. Todo ello apunta a un origen divino, no puede ser algo de origen terreno como en los reinos de este mundo. Al decirle los dirigentes judíos que quería hacerse hijo de Dios quiere saber su origen porque ha aumentado su miedo. Su origen humano puede explicar muchas cosas -ser nazareno, galileo, etc- pero ¿y si su origen es divino? Esto explica que al oír esta posibilidad de la que acusan a Jesús, "aún se asustó más". 

2º.- Lo que revela y provoca 

Desde luego el miedo y el desconcierto de Pilato. Le consta que es inocente e incluso intenta eludir una condena por parte suya; también desentenderse del caso y que asuman su responsabilidad los dirigentes judíos, porque son ellos los que lo acusan y los que se respaldan en su ley para condenarlo. Ya les dijo que lo juzgaran ellos, después que lo condenaran ellos y, últimamente, que lo crucifiquen ellos que es lo que están pidiendo. Pero él no opta por la verdad y conculca la justicia. Se deja presionar por ellos y transige con su injusticia.

También se pone de manifiesto el odio cada vez más satánico de estos dirigentes que, siendo realmente enemigos del César y los romanos, le confiesan como su único rey: "no tenemos más rey que el César" (19,15). Siendo lo más curioso el amparo que buscan en la ley, pues, refugiándose en ella hacen a la ley cómplice de su asesinato. Según ellos la ley era ley de Dios con lo que están oponiendo su ley a su propio autor.

La pregunta provoca el silencio de Jesús. Ya le ha dicho bastante para que pueda discernir y juzgar rectamente. Esto le ha llevado a la conclusión de que Jesús es inocente. Lo que debe hacer es obrar consecuentemente sin dejarse presionar ni intimidar por nadie; incluso defenderlo del odio de sus acusadores. No encontrando ningún cargo contra él lo que no puede hacer es decirles “lleváoslo vosotros y crucificadlo" (19.6). 

3º.- La respuesta de Jesús 

La da no con palabras sino con el silencio más elocuente. Mientras vio en Pilato el deseo de informarse y reconocer su inocencia, Jesús no le negó la palabra y dialogó con él buscando que fuera responsable. Pero a estas alturas de la conversación -interrogatorio Jesús calla, no es que se niegue a dialogar sino que ve claro que el diálogo no es posible. Pilato está en manos de sus acusadores que han logrado exacerbar su miedo. Aquí no hay nada más que hablar porque lo que quieren es matarlo y ven la oportunidad en el miedo que está mostrando con sus transigencias.

También con su silencio está diciéndole a Pilato que se deje de poner parches porque no va a lograr nada de los dirigentes judíos, porque ni obran de acuerdo con su ley que dice "no matarás", ni quieren justicia pues les domina el odio. Tampoco les preocupa en absoluto lo que dicen, “que se hace hijo de Dios", pues Dios, siendo sacerdotes, no ha aparecido -ni lo han nombrado- en todo el proceso hasta ahora utilizándolo como camuflaje para aniquilar a quién se opone a sus intereses, denuncia los errores de estos servidores no de Dios, sino del régimen que han creado y muestra su oposición al mismo régimen.

Sin embargo sorprende que no confiese su origen divino, de donde procede; Él ha nacido de Dios, como lo ha enseñado muchas veces a la gente y a sus discípulos. No responde a la pregunta aunque la respues­ta sobre su origen, supuesto el miedo acrecentado en Pilato, podría ayudarle. Cabe preguntarse ¿por qué? La razón está fundamentalmente en que no quiere que fijen su atención en Dios sino en el Hombre. Se lo dijo Pilato a todos al presentárselo después de los azotes la burla y las bofetadas: "Aquí tenéis al hombre" (19,5). No hay camino hacia Dios, ni hay ya discurso acerca de Dios que no pase necesariamente por el Hombre. Es éste Hombre el Hijo único de Dios. 

4º.- Quién haría hoy esta pregunta 

Muchos que viven, aunque no lo confiesen, un monofisismo práctico sobre Jesús. Sólo ven a Dios, no ven al Hombre. La divinidad absorbe a la humanidad, la unidad de su persona la extienden también a sus naturalezas. No se confiesa así con palabras y repiten el credo con fidelidad pero viven aquello. Ya lo hemos visto con ocasión de otras preguntas. Simplemente repetir aquí que no hay otro camino para llegar al Padre que el Hijo único y esto no se predica de algún extraterrestre sino de éste Hombre que tuvo una historia ya glorificada que es objeto de la misma fe.

Hay también quienes se mueven en el polo opuesto, como también hemos visto. No ven en Jesucristo al revelador del Padre, a la imagen de su sustancia, donde habita la plenitud de la divinidad, el Hombre completamente acabado en todas sus dimensiones... Ven a un hombre ejemplar, extraordinario, solidario, servidor desinteresado, luchador por la justicia... Pero no descubren que es en todo esto tan humano donde se está actuando todo lo divino, pues es en ello donde el Padre está actuando, donde Dios está mostrando su amor desinteresado a los hombres, donde está diciendo lo que Dios mismo es -que es Amor siempre solidario y a favor del hombre, que es Padre que quiere el bien de sus hijos y que, aún en sus limitaciones y finitud, busca siempre su felicidad nunca su sufrimiento, que es el Creador que creó por amor y sigue creando hasta acabar su creación en cada hombre y en su historia. Todo esto no se puede olvidar, ciertamente la Humanidad de Jesús es admirable pero es en ella donde actúa y se revela la divinidad. 

También los hay que derivan toda ésta preocupación por los orígenes hacia la Iglesia y hacen esta misma pregunta sobre ella. Suelen ver sólo lo humano y el peor de los sentidos, en sus errores, equivocaciones, su connivencia con los poderes de éste mundo, en el pecado y las faltas de sus instituciones y persona... Son cosas ciertas e innegables que se han dado a lo largo de la historia también la actual. Pero no se diría la verdad completa si junto a todo esto no se reconoce también todo lo bueno que, para bien de cada uno y de todos, ha hecho y sigue haciendo la Iglesia. Pero, además, se ignora su procedencia ¿tú de dónde eres? Y su verdadera constitución. Es como un iceberg, lo vemos y nos equivocaríamos si creyéramos que su verdadera dimensión es lo que se ve en la superficie del agua, lo que está sumergido es de una proporción incomparablemente mayor. La Iglesia en su origen y en su verdadera dimensión es el verdadero "opus Dei”, la auténtica obra de Dios. Su naturaleza viene definida, no por cánones ni doctrinas, aunque las contenga, sino por la presencia del Espíritu que adhiere e identifica a los creyentes con su único Señor, Jesucristo. Es muy grande, tanto que un solo nombre no puede abarcarla, se necesitan muchos: es la comunidad de los creyentes, el cuerpo de Cristo, el nuevo Pueblo de Dios, la esposa de Cristo... Lo que no se ve es obra exclusiva de Dios, lo que se ve es también obra de los hombres. Su ser interior lo define la Comunión con todo el Misterio Trinitario y con todos los creyentes, por eso es santa. Su exterior lo define la Comunidad, que es la realización histórica de la Comunión por eso esta sometida a las limitaciones y la finitud de la historia tanto en sus instituciones como en sus personas.

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