martes, 22 de febrero de 2011

37ª Pregunta: ¿acaso soy yo judío? ¿qué has hecho?

1º.- Quién la hace y por qué 

Es Pilato, el procurador romano, en ésta inquisición -conversación que tiene con Jesús en el interior de su residencia, apartados de los dirigentes judíos y sus seguidores. 

A la pregunta que le hizo Pilato anteriormente a Jesús sobre si era Él el rey de los judíos, éste le responde con otra pregunta sobre si eso es lo que piensa él de Jesús o está dejándose influenciar por otros. Es esto lo que causa esta otra pregunta-res­puesta, en la que Pilato pone distancia entre los judíos y sus problemas y lo que él es y lo que le importa. No le interesan estos litigios entre ellos. No le importa este a­sunto personalmente.

Lo que está en cuestión es que al presentarse Jesús como Mesías es por su nación y sus jefes, cosa que el evangelista viene mostrando desde el prólogo de su evangelio: "vino a su casa pero los suyos no la recibieron"(1,11). Pero es ésta una cuestión en la que la autoridad romana en cuanto tal no entra, mucho más al asegurarse que Jesús ni es un malhechor ni supone ningún peligro para el Cesar a quién él representa. Por esto lo que le importa a Pilato no es si Jesús es el Mesías, si es rey, ni si le corresponden títulos de alguna clase, sino lo que ha hecho. Es como si dijera: “Mira, yo no soy judío y por tanto ni me importa ni me interesan las cuestiones que tengáis entre vosotros, lo único que me importa es lo que hayas hecho”. 

2ª.- Qué revela y provoca 

La situación y las preguntas lo primero que revelan es el odio tremendo contra Jesús de los dirigentes judíos religiosos de éste pueblo. Ellos, que son tan escrupulosos para cumplir sus tradiciones -no entran en la residencia del gobernador, era un pagano, para no contaminarse- no dudan en aliarse con él, el poder invasor y opresor de su nación, con tal de dar muerte a Jesús. Es difícil encontrar una contradicción mayor. Pero, además, a quién traicionan no es sólo a su raza y nación, es al Mesías, al Consagrado, al Ungido por Dios, que viene en su nombre, como enviado suyo para cumplir la misión que Él le ha encargado. Lo que ha mostrado no sólo con palabras sino con hechos. Pilato, si quiere enterarse y hacer justicia, no tiene más que preguntar a la gente. No ha hecho mal a nadie y ha realizado obras que hasta los más ciegos han visto que sólo puede hacer Dios. Tanto odio junto en los dirigentes y el pueblo que les sigue, es inconcebible, y una dejación mayor de la justicia en quién tiene que aplicarla, tampoco. 

La pregunta muestra también la actitud de Pilato que quiere reducir la cuestión, y su gravedad, a un litigio entre judíos; como él no lo es, la cuestión ni le afecta ni le importa, es una disputa entre ellos sobre si es o no el Mesías. A él lo único que le importa es lo que Jesús ha hecho, pues se lo han presentado como un malhechor, por eso pregunta qué ha hecho. Como lo que le ha preguntado antes ha sido si es el rey de los judíos, los hechos que se buscan son si eso que dicen los demás o que piensa Jesús de sí mismo, son los hechos de este rey constitutivos de delito porque se opongan al reino efectivo que él representa, el del César. 

3º.- La respuesta de Jesús 

Lo primero que hace es aclarar el sentido de su realeza y tranquilizar a Pilato para que no busque lo que Él no hace. La realeza de Jesús no pertenece "al orden éste" -al que pertenece Pilato y el César- en el que la realeza se define por el poder y la fuerza, mientras que la suya se define por el servicio que nace del amor. El poder, en el "orden este", es el ejercicio del dominio: "sabéis que los que figuran como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen, pero no ha de ser así entre vosotros; al contrario, el que quiera ser el primero, sea esclavo de todos, porque tampoco este Hombre ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos" (Mc. 10,42-45). Por eso su realeza no es de aquí -de este orden- pero Pilato no puede comprenderlo, él ve a Jesús en el "orden este" confrontándose con él. El orden al que Jesús pertenece es la esfera del Espíritu, la de "los nacidos de arriba”, su realeza viene definida por los que "le dan su adhesión, y estos no nacen de linaje humano, ni por impulso de la carne, ni por deseo de varón, sino que nacen de Dios" (1, 13). Es en ellos donde está su reinado. Han nacido y pertenecen al que "va a ser levantado en alto", es a éste al que han dado su adhesión y con el que se identifican en la vida y en la muerte. La realeza de Jesús no tiene que ver nada con el orden éste en el que se mueven Pilato, el César con los dirigentes judíos y sus seguidores. Pero Pilato de esto no entiende ni palabra. 

4º.- Quién haría hoy esta pregunta 

La hacen sin duda quienes han identificado el Reino de Dios con la Iglesia. Cuando ven que ésta no responde a lo que ellos piensan que es aquel, porque tiene defectos, faltas y hasta pecados, entonces preguntan. Pero no lo hacen a Jesucristo -porque a Él lo justifican- sino a la Iglesia ¿qué has hecho? A estos les convendría distinguir, con los mismos evangelios, entre Reino y Reinado de Dios. Aquel mira más al ámbito, al espacio donde Dios actúa y se manifiesta más externa y socialmente. Considerado así no es identificable plenamente con la Iglesia. Éste, más que al ámbito de la actuación de Dios, mira a las personas, al interior, donde está la acción del Espíritu que las identifica con Jesús, las incorpora haciéndolas cuerpo suyo. En este sentido Reinado de Dios e Iglesia se identifican. Pero los criterios que manejan estos no son los del Reino-Reinado de Dios sino los del "orden éste". Así si a este lo define donde reside el poder -así será una democracia, una dictadura-... juzgan a la Iglesia por lo que domina en "este orden" desde donde preguntan. La Iglesia no puede responderles según sus criterios. La razón está en que ella no se define por el poder, en ella realmente no hay poder, el poder lo tiene su único Señor y ni en Él ni en ella es ejercicio del dominio, sino servicio desinteresado al hombre para que este encuentre felicidad y salvación. Habría que recordarles que "la antigua historia del samaritano ha sido la pauta de la espiritualidad del Concilio”. El descubrimiento de las necesidades humanas... ha absorbido la atención de nuestro sínodo. Vosotros humanistas modernos, que renunciáis a la trascendencia de las cosas supremas, conferidle siquiera éste mérito y reconoced nuestro nuevo humanismo: “también nosotros -y más que nadie- somos promotores del hombre" (Pablo VI. Discurso de clausura del Concilio Vaticano II nº 8). Ha sido la preocupación fundamental del Concilio, toda su doctrina "se orienta en una única dirección: servir al hombre... la idea del servicio ha ocupado un puesto central" (Idem 14). La Iglesia, haciéndose sirvienta de la humanidad, se identifica con su único Señor, que no vino a ser servido sino a servir (13,13-17). Esto no pertenece al "orden éste" sino al "orden del Espíritu” que es el que constituye y edifica el Reinado de Dios. 

También hacen ésta pregunta aquellos que han reducido el Reino de Dios a una cultura, a una raza, a una religión. Cuando la Iglesia dedica su atención y atiende por igual a personas de otras razas, religiones o culturas respetando todos sus valores, hasta se escandalizan y la tratan como poco de ingenua. No comprenden que el Reino de Dios es universal, porque su amor lo es. Lo mostró Jesús cuya sangre se derramó por la multitud. En su Reino, lo mismo que la solidaridad, la igualdad está servida. Esto es lo que hace, por eso está de más preguntarle ¿qué has hecho? Porque la respuesta será siempre la misma: servir.

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