martes, 22 de febrero de 2011

36ª Pregunta: ¿tú eres el rey de los judíos?

1º.- Quién la hace y por qué 


Es Pilato, el procurador romano. Debía tener conocimiento de Jesús porque, en su prendimiento, había soldados suyos junto con los guardias del sumo sacerdote. Los soldados no se mueven por iniciativa propia sino por órdenes y era a él a quién correspondía darlas. 


Es un personaje confuso, por un lado se pliega a las exigencias de los judíos, pero, por otra, trata de saber si realmente es competencia suya o de los dirigentes judíos el caso de Jesús.


Quiere saber si es el mismo Jesús quién se presenta como rey de los judíos o es algo que le atribuyen otros. La cuestión era clave, porque si se presenta Él como rey -entendido como Pilato lo entiende- es enemigo del César y, como procurador suyo, debe intervenir. Pero si es una cuestión entre los judíos, deben solucionarlo entre ellos según sus costumbres. 


En principio Jesús le es presentado como malhechor, pero sin haber existido juicio alguno sobre Él. En casa de Anás se le interrogó sobre su doctrina, pero personalmente sin tribunal alguno y en casa de Caifás tampoco se habla de ningún tribunal. Al querer Pilato remitir a Jesús al tribunal judío y ser juzgado según sus leyes, está diciéndoles lo mismo que en otra ocasión les había dicho Nicodemo, que según su ley no se debe condenar a nadie sin antes escucharlo. 


2º.- Qué revela y provoca 


Por un lado, la pregunta y el ámbito donde se hace, muestra el forcejeo entre los dos poderes, el oficial representado por Pilato y el real representado por los sumos sacerdotes. No quieren oponerse claramente el uno al otro. Los dirigentes judíos quieren lograr lo que pretenden que es la muerte de Jesús, pero quieren que sea el contrario el ejecutor de la misma. Es un forcejeo repugnante, con cesiones mutuas, donde lo de menos es el interés por la justicia ni en el fondo ni en las formas. Por eso se ve a un Pilato que desde el principio se deja arrastrar por los dirigentes judíos, aunque le cuesta acceder sin conocer con certeza aquello de lo que se acusa al reo.


También, con la inmediata pregunta que le hace Jesús, se está mostrando el interés de Jesús por Pilato -como lo hizo con el guardia que le dio la bofetada- para que tome una determinación justa, que responda a lo que de verdad debe juzgar personalmente sin influencias de nadie. Que haga justicia, aunque hacerla le enfrente a los judíos, sin componendas de ninguna clase. Pero esto era pedir mucho a este personaje confuso.


Pero con las preguntas y las respuestas el evangelista muestra su intencionalidad concreta, que es presentar cual es la auténtica realeza que corresponde a Jesús. A través de ellas va mostrando y esclareciendo cual es el contenido de su reinado que no se corresponde ni con el del César ni con el de ninguno de los reyes de éste mundo. 


3º.- La respuesta de Jesús 


Jesús le responde haciéndole una pregunta: “¿piensas tú eso o te lo han dicho otros de mi?” (18,34). Pilato, que antes habla salido fuera, transigiendo con la norma israelita de no entrar en casa de paganos para no contaminarse, vuelve a entrar en su residencia y llama allí a Jesús, lejos de la algarabía y la presión de los sacerdotes y el pueblo. Es allí, reservadamente, donde le ha hecho la pregunta a Jesús y es allí donde, también reservadamente, éste le pregunta si lo que le ha preguntado es lo que él piensa o lo dice por influencia de otros. Es decir, busca que Pilato se defina porque está hecho un lío. Si Jesús se estima rey, no entiende cómo se ha dejado apresar sin defensa alguna ni cómo sus súbditos lo han consentido. Es decir, cómo no ha recurrido a la fuerza, el poder y la violencia para defenderse o librarse. Si fuera así tendría algo que temer de este hombre ya que estaría frente al único soberano que él reconoce, que es el Cesar, y él, su procurador, tendría que condenarlo para poner a cada uno en su sitio. ¿Es esto lo que de verdad piensa Pilato al margen de presiones? Pues, según se irá desenvolviendo la conversación-interrogatorio mostrará que no es esto lo que piensa acerca de Jesús. Es más, tiene el convencimiento de que no tiene nada que temer de Él y, consiguientemente, debe soltarlo. De hecho dirá después: “yo no encuentro ningún cargo contra él" (18,39). Mientras los dirigentes judíos se lo presentan como un malhechor, trata de librarlo, pero cuando le acusan de hacerse hijo de Dios entonces "se asustó más” (19,8), y cuando lo presentan como enemigo del César diciendo "que no tenemos más rey que el César" (19,15), entonces cede ante los acusadores sin hacer justicia. 


4º.- Quién haría hoy esta pregunta 


Muchos le han hecho a Jesús esta pregunta al ver el tratamiento que en la vida cristiana, la liturgia, la iconografía religiosa... le hemos dado a Jesús como Rey del Universo. ¿Eres tú rey de esta manera como te pintamos?, ¿como cualquier soberano de este mundo con cetro, corona, tratándole de Su Divina Majestad?.... Ciertamente suscita la pregunta ¿tú eres rey?

Ante esto muchos se han respondido mirando más al evangelio que a la liturgia, las imágenes y las costumbres. Su reino ni es de éste mundo ni como los de este mundo. Como no lo son los valores que manifiesta, vive y celebra, que éste mundo desconoce. Es el amor, la verdad, la justicia, la paz, el servicio desinteresado... lo que constituye su reinado. Estos son sus valores irrenunciables que muestran como es Jesucristo Rey. Un rey del que no hay nada que temer y si mucho que amar. 

Pero los hay también que, reconociendo que el Reinado de Jesús va por ahí, sin embargo se contradicen cuando piden y buscan imponer por la fuerza sus valores. No conciben que se perdone a quienes lo ofenden, no entienden que no se reivindiquen privilegios, quieren entrar en competencia y lucha contra quienes se sitúan enfrente... Es decir, por un lado reconocen los auténticos valores del Reino, pero por otro, quieren imponerlos o defenderlos por la fuerza, se quieran o no. No han descubierto que no sólo, desde nuestra fe, hay que admitir el Reino y sus valores, amarlos, vivirlos y celebrarlos, sino que hay "un modo" de hacerlo que también debe ser evangélico, debe responder al Reino. En muchos creyentes de buena fe esto no se tiene en cuenta.

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