miércoles, 16 de febrero de 2011

23ª Pregunta: Todavía no tienes cincuenta años ¿y has visto a Abrahán?

1º.- Quién la hace y por qué 

Son los mismos dirigentes y fariseos de las preguntas anteriores y es en la misma conversación. No comprenden que Jesús pueda tener un conocimiento de Abrahán que trascienda la relación física con él. Son tan incapaces de hacerse una crítica o de hacerla a sus tradiciones, instituciones y costumbres, que niegan todo lo que pueda interpretarlas de otra forma a como ellos las entienden o que se escape a lo ocularmente visible o físicamente tangible. No se ponen en que hay otra forma de ver a las personas y las cosas que trascienden lo espa­cio-temporal. La pregunta la causa la referencia de Jesús a Abrahán "que gozaba esperando ver éste día mío y ¡cuánto se alegró al verlo!" (8,56). Ya hemos dicho que Abrahán no es sólo la persona física y en un tiempo concreto, él es portador de una Promesa y es también la cabeza de un linaje. Ambas cosas trascienden el espacio y el tiempo concretos de su existencia histórica. Lógicamente gozaba con el cumplimiento de ambas, aunque no las tuviera presentes físicamente. Jesús dice que se alegró de ver su día. Tanto él como sus descendientes inmediatos murieron "sin recibir lo prometido, nada más viéndolo y saludándolo desde lejos "(Heb.11,13) porque "se fió de Dios y eso le valió la rehabilitación" (Gen. 15,6). Hay una forma de ver que trasciende el espacio y el tiempo, es la visión de fe de quién se fía de Dios y sabe que lo prometido lo cumplirá. 

Pero, además, les irrita que Jesús, al referirse a Abrahán diga "vuestro padre", con lo que Él no se incluye en esa relación. Es al referirse a Dios cuando dice "mi Padre". No se muestra como descendiente de ningún otro padre que no sea Dios. No tiene más que un Padre y es esto lo que les irrita, por eso ponen en duda su relación con Abrahán. Si se fijaran y admitieran su procedencia entenderían que conociera a Abrahán porque "antes que naciera Abrahán, soy yo el que soy” (8,58). 

2º.- Qué revela y provoca 

La pregunta revela que no ven en Abrahán al portador de la Promesa, se quedan sólo en el linaje o descendencia que se atribuyen, él contempló el cumplimiento de la misma y se llenó de gozo. Es más, ese cumplimiento en el futuro estaba tirando hacia delante de su presente. La Promesa lo desinstalaba permanentemente, no permitiéndole instalarse en él al relativizarlo como algo que queda superado en el futuro. Es la contemplación "del día de Jesús" la que da valor a la Promesa, al misino tiempo que la relativiza al mostrar su cumplimiento. Ellos han enterrado la promesa con Abrahán, su muerte los ha instalado en el pre­sente por eso ni relativizan su ideología ni sus instalaciones. No tienen un futuro que tire del presente y lo aboque a su plenitud. Cuando Jesús lo muestra, ni lo perciben ni se alegran. Tendrían que desinstalarse. 

Ellos entienden la relación Jesús - Abrahán cronológicamente. Son dos existencias históricas que concurren en el tiempo de forma actual. Así no pueden concurrir pues se viven en tiempos cronológicamente muy separados. Abrahán es la Promesa, Jesús es su cumplimiento, entre ellos hay un espacio de dieciocho siglos. Éste llena la Promesa, la hace fecunda y la prepara para su realización. Por ello el portador de la mis­ma sueña con el futuro y con su fe ve la llegada de su cumplimiento que anhela. Ellos lo niegan y se sitúan enfrente. 

También manifiesta que Jesús es superior a Abrahán. Él es la realización, Abrahán es la preparación. Como ellos no se ponen en la Promesa, su contenido y su sentido, consideran hasta un insulto que Jesús, que es su cumplimiento, esté por encima de quién es sólo el portador de la misma. Si ellos obraran como Abrahán se alegrarían de la presencia de Jesús, porque estarían contemplando la realización de lo que había sido esperado desde Abrahán durante muchos siglos. Aunque su presencia supone la liquidación de la espera y de lo que era preparatorio, su cumplimiento lleva consigo la liquidación también de la monumental instalación que ellos, al no es­perar, se han fabricado y donde están instalados. 

3º. - La respuesta de Jesús 

Jesús les contestó: “pues si os lo aseguro, desde antes que naciera Abrahán, soy yo el que soy" (8,58). Es una confesión solemne -"os lo aseguro"- de que Él es anterior y superior a Abrahán. Se atribuye a si mismo lo que era el nombre santo de Dios: "Soy el que soy. Esto dirás a los israelitas: yo soy me envía a vosotros" (Gen.3,14). Que es un eco de lo que el evangelista ha escrito en el prólogo de su evangelio: "mediante ella -la Palabra- se hizo todo; sin ella no se hizo nada de lo hecho" (1,3). Esta Palabra encarnada (1,14) es Jesucristo. Lo que quiere decir que está en los orígenes de todo -también de Abrahán- que cumplirá la Promesa y que vendrá con gloria al final. Por ser “el que es”, es anterior a Abrahán y está en sus orígenes. Por ser el que es, la Promesa se cumplirá pues Él sale fiador de ese cumplimiento y por ser el que es recapitulará en su persona todo lo creado. Lo que nos dice no sólo que es anterior al patriarca sino que es superior a él. 

Esta respuesta en la que se confiesa Dios, provoca la reacción airada de sus adversarios: "cogieron piedras para apedrearlo" (8,59) y Jesús tiene que marcharse: "pero Jesús se escondió y salió del templo". Tiene que ocultarse porque lo matan. Esto es algo horrible porque lo que tenia que ser la casa de su Padre, donde Él es­taría como en su propia casa es donde le quieren apedrear y matarlo. El templo ya no lo ocupa la gloria de Dios, allí ya no se revela su presencia, sino los embusteros y traficantes fanáticos y explotadores, que sirven al padre de la mentira, con el dios dinero y sus intereses por delante. 

4º.- Quién haría hoy esa pregunta 

Aquellos que reducen la historia de las personas a hechos puntuales o a periodos concretos de su vida. Es como si sacaran una fotografía que plasma un instante de la persona y la fija para siempre en el mismo. No ven a la persona en toda su historia, en lo que ha sido, es y será. La inmovilizan en un instante, feliz o desgraciado, de su vida sin percibir ni admitir su evolución. A estos les será muy difícil contemplar a Jesús antes y después de su existencia histórica, lo inmovilizan en unos hechos puntuales y constatables históricamente, todo lo demás de Él o no lo perciben o descaradamente lo niegan. Pero Jesús tiene un antes: Él existe antes que toda criatura “pues por su medio se creó el universo celeste y terrestre"... "Él es modelo y fin del universo creado, Él es antes que todo y el universo tiene en Él su consistencia” (Col. 1,16-17). Y tiene también un después “Él es el principio, el primero en nacer de la muerte, para tener en todo la primacía pues Dios, la plenitud total, quiso habitar en Él” (Col. 1, 18-19). Ni se puede reducir a ninguna persona a un hecho de su historia -seria liquidar su misterio- ni se puede reducir a Jesucristo a su existencia histórica. 

Pero es más, no se puede reducir al hombre a su historia intramundana, quitándole su dimensión trascendente. Hay una dimensión en la que supera lo inmanente, en la que están muchas de las relaciones que el hombre establece con los demás hombres, con su mundo y con Dios. Ni el amor, ni la justicia, ni la bondad,... ni tantas relaciones pueden ser reducidas a pura inmanencia. Pero donde aparece en toda se grandeza esta dimensión trascendente es, desde luego, en su relación con Dios. El no es sólo creación de sus padres, es criatura de Dios e hijo suyo y esto desde los orígenes: "porque nos eligió con Él antes de crear el mundo, para que estuviéramos consagrados y sin defecto a sus ojos por el amor; destinándonos ya entonces a ser adoptados por hijos suyos por medio de Jesús Mesías" (Ef 1,4-5). Hay una relación, enteramente gratuita, no exigida por la naturaleza, pero originada por el mismo proyecto original de Dios sobre el hombre, nacido de su amor, que no puede ser reducida a un hecho histórico concreto ni encerrado en la inmanencia de nuestra historia. Es una relación trascendente, pero que forma parte también de la historia humana en todo su devenir, es decir, de la historia total de la persona que abarca todas sus relaciones.
 

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