martes, 18 de enero de 2011

8ª Pregunta: Señor,¿si no tienes cubo y el pozo es hondo de dónde vas a sacar agua viva?,¿acaso eres tú más que nuestro padre jacob que nos dió el pozo, del que bebió él, sus hijos y su ganado?

1º.- Quién la hace y por qué

Es la mujer samaritana de la pregunta anterior y en la misma conversación con Jesús junto al pozo, que es figura del pueblo de Samaría. Un pueblo que es fiel a la tradición patriarcal y mosaica que tienen en común con los judíos. Luego vino la invasión, la mezcla con los asirios y la separación. Viven sin el conocimiento del Dios verdadero siguiendo otras divinidades cosa denunciada por los profetas como un auténtico adulterio. Conocen el don de los patriarcas pero estos dones dan un agua que no quita la sed. La que da Jesús la quita definitivamente, da la vida eterna.

La pregunta la causa la contradicción que experimenta la mujer entre lo que el pozo da de si y lo que Jesús ofrece. Ve a Jesús como un opositor o un contrincante que viniera a desafiar a su padre Jacob y a lo que Moisés ofrecía con la ley "eres tú más..." Siente una animosidad provocada por Jesús al hablarle de ese otro agua que ella por ahora desconoce. ¿Cómo va a damos una fuente mejor que la dada por sus antepasados, con un agua superior a la tradición de sus mayores y a una ley en la que creyeron?

2º.- Qué revela y provoca

Está mostrando el desconocimiento enorme -provocado por su división y enemistad con los judíos- de la progresión en la revelación de Dios que, después de la separación, aportaron los profetas y los sabios de Israel y que los judíos si conocieron. Ellos se quedaron en un estadio no evolucionado de ésta, los profetas y sabios la hicieron progresar preparando al pueblo de Israel para el conocimiento del don de Dios cuando se cumplieran las promesas.. Este último estadio sería rechazado por muchos judíos -dirigentes y autoridades principalmente- "vino a su casa pero los suyos no la conocieron" (1, 11). De hecho Él viene de Jerusalén de paso para Galilea porque allí los judíos le han rechazado y amenazado de muerte. Sin embargo, la adúltera Samaría -la de los cinco maridos y el ultimo que tampoco lo era- terminará conociendo el don de Dios y recibiendo el agua viva, como muestra el evangelista en su relato.

La pregunta muestra por un lado que su curiosidad ha aumentado. Está convencida de la grandeza de su pozo, es grande y de él han bebido muchos a lo largo de siglos, y Jesús no tiene cubo con qué sacarla. Ella no está dispuesta a dejarle el suyo para que saque el agua viva. Más tarde caerán en la cuenta de que su pozo no da agua viva, apaga la sed para un tiempo y ese tiempo ya ha pasado. Quién le ofrece el agua viva representa el último estadio de la revelación, de la comunicación del único Dios verdadero que, al ser última y definitiva, se convierte en fuente cuya agua es tan viva que salta hasta la vida eterna.

Por otro lado la pregunta es, al mismo tiempo, una reafirmación de su creencia en una tradición a la que defiende frente a la intromisión del judío que le ha pedido de beber. Ella lo malentiende. El no ha venido ni a destruir la ley ni la tradición, que han servido en sus días pero que, al no haber evolucionado, preparando al pueblo para su estadio definitivo, ya no sirven por eso hay que sustituirlas. Querer mantenerlas creyendo que dan vida, cuando impiden el conocimiento del don de Dios y de quién lo representa, es permanecer estancados en un pasado que, aunque profundo, todavía necesita cubos para extraer un agua que ya no sacia. La fuente de agua viva no necesita ni pozos ni cubos para sacar agua. Esta fluye para todos y se da a todos de balde.

Todo ello muestra la ignorancia en la que vive Samaría respecto de la plenitud del tiempo que con Jesús ha llegado. Él rompe toda división, establece la verdadera igualdad y ofrece la plenitud a la que tenía que haber conducido la tradición mosaica y patriarcal de los samaritanos, y la ley y los profetas de los judíos. Ellos lograrán, por el encuentro con Jesús entrar en esa plenitud pero los judíos no. La actitud y las palabras de Jesús van provocando una curiosidad cada vez mayor estimulando a los samaritanos, representados en la mujer, a la superación de sus dificultades. Va suscitando en su interior un ansia de lo que Jesús les ofrece aunque en principio no lo comprenden y hasta lo malentienden.

3º.- La respuesta de Jesús

Es clara y terminante: "quién bebe agua de ésta -la del pozo de Jacob- vuelve a tener sed; el que beba el agua que yo voy a dar nunca más tendrá sed" (4,14). Y da la razón: su agua no es algo externo que remedia momentáneamente la sed, sino que es algo interno que se convierte en manantial que da vida definitiva. Esto intriga a la mujer y la mueve a abandonar el interés por su pozo y desear esa fuente de agua viva: "Señor, dame agua de esa".

¿De qué está hablando Jesús? Ciertamente de la insuficiencia del agua del pozo de Jacob para comunicar vida ni a samaritanos ni a judíos. No ha comunicado ni la fuerza ni la energía necesaria para vivir de acuerdo con la tradición patriarcal y mosaica. De hecho unos se han apartado no siguiendo la evolución de la misma –samaritanos- y los otros se han apartado de lo que era su finalidad, la preparación de la venida del Mesías a quién han rechazado en Jerusalén -judíos- de donde viene huyendo porque quieren matarlo. Todo eso es pasado que no da vida ni interior ni personal. El agua que Jesús ofrece nace del amor que siempre está comunicando vida. Este amor se identifica con el Espíritu que Él comunica a quienes le acogen y siguen. No es una norma, es un dinamismo interior -gracia- que siempre se está comunicando y siempre está dando vida. Tampoco la comunicación que hace es a todos y por igual. No. Cuenta con nuestra condición personal, a la que potencia y enriquece para que ella sea, a su vez, vehículo de transmisión del Amor de Jesús a los demás, como ocurrirá con la samaritana.

Todo ello que es interior y dinámico Jesús lo entiende como fuente. Es decir, siempre está dando agua y siempre desde el interior, desde lo profundo del hombre.

Anticipa en cierto modo la plenitud definitiva. La gloria no será otra cosa que la plenitud de la gracia, es decir, del don de Dios que es Jesús y cuyo Espíritu nos ha sido dado (Rom. 8,15-18).

Jesús provoca con su respuesta el deseo en la mujer -Samaría- de beber su agua y, consiguientemente, abandonar el cubo y el pozo. Pero tendrá que seguir el diálogo con ella aclarándole sus dificultades y explicitando progresivamente el conocimiento del "don de Dios", de quién es el que le ha pedido de beber, hasta poder mostrarle su identidad. Cuando la mujer reconoce que está abierta al futuro, esperando la llegada del Mesías que lo explique todo, Jesús le mostrará su verdadera identidad: "Yo soy, el que hablo contigo" (4,26).

4º.- Quién haría hoy esa pregunta

Esta misma pregunta, aunque de diversas maneras, la hacen hoy todos los que no ven más allá de los pozos de este mundo que nuestra sociedad construye pretendiendo apagar una sed con aguas que la dan mayor. Todos los hombres -lo conozcan o lo ignoren- por haber sido creados están constitutivamente orientados hacia su Creador. Solamente Él puede ser el Absoluto que los plenifique. Todo lo demás es relativo, no puede plenificar a quien está orientado esencialmenteDanaides que estaban condenadas a llenar un cántaro sin fondo. Solamente la acción del Espíritu, que es siempre personal e interior puede sanar la fractura que se padece y comunicar el agua viva que quita la sed al comunicar el "don de Dios".

También pueden preguntar hoy lo mismo los insatisfechos que se han instalado en su insatisfacción sin preguntarse por el agua viva que les satisfaga y que, además, se la ofrecen gratis. Han hecho de la insatisfacción un modo de vivir que, aunque les disgusta, sin embargo, la aceptan y la viven como algo irremediable que tienen que sufrir y, además, sin quejarse. Muchas veces este fenómeno tiene una dimensión religiosa, provocada por una predicación tremendista y por una praxis cristiana que se ha presentado como legítima a lo largo de siglos. Dolor, sufrimiento, angustia, enfermedad, vejez, muerte... son toda una retahíla de vivencias humanas que nos han presentado muchas veces como querer de Dios, su divina voluntad, y muchos se han instalado en ellas cuando son vivencias que, en si, no pueden satisfacer porque son carencias que no reflejan el querer de Dios. ¿Cuál es la voluntad de Dios? ¿Qué suframos calamidades?. No. Su voluntad es que luchemos contra ellas y que lleguemos a superarlas con su ayuda pues Él está siempre frente al mal, venga de donde venga, y siempre a favor del bien. Él es el Padre y lo que quiere siempre es el bien de sus hijos a través del amor, la belleza, la verdad, la vida... El querer de Dios es que seamos felices y que hagamos felices a los demás con salud o enfermedad, con pobreza o con riqueza, con vida larga o vida corta, como nos propone san Ignacio en sus Ejercicios en la meditación sobre la indiferencia.

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