martes, 18 de enero de 2011

13ª Pregunta: Pero ¿ no es este Jesús, el hijo de José?, si nosotros conocemos a su padre y a su madre ¿cómo dice ahora que ha bajado del cielo?

Tengo que hacerle una pregunta, Señor Jesucristo (13)

1º.- Quién la hace y por qué

Son nuevos personajes que introduce el evangelista. Son judíos del régimen, fieles a la ley y a la ortodoxia judía que critican a Jesús porque ha dicho "que ha bajado del cielo" (6,38). Con ellos se centrará la controversia que Juan utilizará para ir explicitando, no sólo el mensaje de Jesús y la adhesión que pide, sino también su propia identidad. Es la condición divina de Jesús lo que está en juego y a la que responde la pregunta, que no se la hacen a Jesús directamente pero que comentan entre ellos. Son fieles a la institución judía y a su ortodoxia y, según éstas, no pueden admitir en Jesús ningún origen divino. Además les resulta falso porque conocen a su familia, a su padre y a su madre. Su origen les es bien conocido.

La pregunta está causada por la terquedad de estos dirigentes que, por un lado, está viendo las obras que hace Jesús pero, por otro, no descubren la identidad de quién las hace, la identidad de su persona. Es su cabezonería la que les impide descubrir y reconocer la verdad. Porque, si lo que Jesús hace, sólo lo puede hacer Dios, la conclusión es clara, que Jesús es Dios. Pero confesar esto para ellos es una blasfemia.

Esta terquedad es provocada en gran parte, o por lo menos reforzada, por la imagen que tienen de Dios. Es un Dios lejano, caracterizado por el poder y la fuerza más que por la misericordia y la lealtad. Un juez implacable y distante, no el Padre bueno y cercano. El Dios que se relaciona con ellos como pueblo-raza y excluye a los demás, no el Padre de amor universal, que llega a todos los hombres sean de la raza y el pueblo que sean. Con este imaginario y mentalidad era muy difícil que vieran en las obras de Jesús que eran obras del Padre que en Él se manifestaba como el Dios vivo.

2º.- Qué revela y provoca

La pregunta revela la dificultad, manifestada posteriormente en toda la historia, de ver la Humanidad de Jesús como la manifestación y la mediación que el Padre utiliza para mostrar su amor permanentemente al hombre. Por eso ha marcado a Jesús como el portador del Espíritu que puede derramarlo en quienes con Él se identifican, originando en ellos la vida definitiva. Con ello Dios muestra que no aborrece la carne sino que la hace suya -la Palabra se hizo carne (1, 14)- y de este modo se mete en la historia humana compartiendo su amor con el hombre. Lo que le cuesta creer a los dirigentes judíos es que, teniendo un origen humano -conocen a sus padres- sea divino. Ahí sólo se puede llegar por la fe y ellos no la tienen, como Jesús les mostrará a lo largo de la conversación.

Por esto, la afirmación de Jesús diciendo que es el pan bajado del cielo, provoca su protesta. No pueden entender que quién tiene un origen humano pueda tener también otra procedencia y que ésta sea divina. Les escandaliza que la carne y la sangre -el origen humano- sea el camino querido por Dios para manifestarse a los hombres, haciéndolas el lugar de su presencia, el verdadero templo donde se manifieste su gloria, al que en diversas ocasiones se ha referido. Esto no encaja en su imaginario. Ven la divinidad como lo opuesto a la humanidad. Les resulta incomprensible un Dios cercano, que nos ame, compartiendo todo lo nuestro, nuestra naturaleza sin absorberla pero si entrando en comunión con ella hasta divinizarla.

3º.- La respuesta de Jesús

 Directamente Jesús no responde a la pregunta porque no se la hacen a Él. Realmente es una crítica que hacen ante Él entre ellos. Lo que si hace es insistir en quién es Él: "Yo soy el pan de la vida" (48), "el pan vivo bajado del cielo" (51), que ese pan es "su carne"(51b) y en quién lo come produce "vida eterna"(49-50) y Él "lo resucitará en el último día"(43-44). También en que la cuestión no está en discutir sobre su ori­gen divino sino en dejarse arrastrar por el Padre que tira de todos hacia Él -la fe- para que se identifiquen -adhesión- con Él.

Puede condensarse esa respuesta de Jesús en dos principios fundamentales: Uno, que es en Jesús y por Él donde el Padre da su pan; otro, que esto no sólo no es ajeno a la carne sino que es adhiriéndose a ella -comunión, adhesión - como origina vida definitiva. La explicación es sencilla: el Padre tira de los hombres hacia Jesús porque es en Él donde está su Espíritu, que es su Amor dado a la humanidad. Es Jesús su portador y, al tenerlo en su plenitud, puede derramarlo sin medida. Al ser el Amor del Padre es siempre origen de vida, de tal calidad que es necesariamente eterna

Jesús insiste en que ese encuentro entre Dios y el hombre es en la carne. Consiguientemente, hacia donde tira el Padre es hacia la carne, es en ella donde se realiza el encuentro, donde comunica la vida y donde se logra la comunión-adhesión. ¿Qué significa todo esto y con este realismo como Jesús lo trasmite al decir que hay que “comer su carne y beber su sangre” (53-54)? Ciertamente no se está refiriendo, como veremos en la pregunta siguiente, a la materialidad física de su cuerpo, a sus órganos, miembros, etc. Se está refiriendo a su condición humana que, necesitada de esa materialidad para poder subsistir en su condición histórica, la trasciende hasta el punto de que es portadora del Espíritu dador de vida y, al poseerlo plenamente, se constituye en el único camino para el encuentro y la adhesión. Donde se hace visible, cercano, tangible el amor del Padre y su acción. Así las obras de Jesús son también las obras del Padre(14,10).La Santa Humanidad de Cristo no es un simple instrumento, ni tampoco un simple apéndice sin importancia de la divinidad. Es donde ésta se dice, se manifiesta, se revela, se comunica... y sin la que aquella no se encuentra. El único camino que hace visible al Dios invisible, lo hace cercano y posible es el encuentro y comunión con esta Santa Humanidad.

4º.- Quién haría hoy esa pregunta

Hay dos posturas extremas acerca de Jesús que se han manifestado siempre a lo largo de la historia. Unos que, valorando su divinidad llegan a menospreciar u olvidar su humanidad. Otros que queriendo hacer hincapié en el valor de su humanidad olvidan o menosprecian su divinidad. De ambas posturas hay historia. Pero lo más importante es que también hoy se dan descarada o solapadamente, dándonos lo que es común a ambas: la visión parcial que nos dan de Jesucristo.

Que los primeros insistan en su divinidad es correcto, sin ella Jesús seria ininteligible, pero lo malo de su actitud es que no valoren de igual modo su humanidad. En el fondo entienden a Jesús como una divinidad embutida, valga la comparación, que, como en todo embutido lo bueno es la masa que se embute que es lo que se consume. La piel que lo con­tiene sirve para curarla y mantenerla unida y, después de consumirla la piel se tira como algo inservible. Aunque la comparación pueda parecer irrespetuosa, muestra con claridad la mentalidad subyacente en quienes no ven en la humanidad de Jesús más que un instrumento de la divinidad, útil para su misión -la redención del hombre - y compensada con la resurrección. Esa humanidad no tendría otro valor ni otra utilidad. Pero esa humanidad es mucho más que eso. Ella es la realización del proyecto original de Dios, lo que Dios ha querido desde el principio, la imagen y semejanza realizadas de Dios, la finalidad de toda la creación, la culminación de ésta llegada a su plenitud ... el verdadero paraíso. Por eso es en ella, con ella y por ella donde se conoce a Dios, donde Él se llega hasta nosotros, donde nos da su Espíritu y donde nos in-corpora -nos hace cuerpo- a Cristo. Es por su humanidad y en ella donde “corporativamente" nos salva y nos conduce a su plenitud. No hay ningún otro acceso a Dios que este Hombre. No se pueden refugiar en un espiritualismo quienes ni reconocen, ni valoran lo humano que es tan querido por Dios que lo ha hecho suyo.

Los segundos, que se van al polo opuesto, o no reconocen o infravaloran su condición divina, ¿cómo dice éste que ha bajado del cielo? Reivindican todo lo humano de Jesús y excluyen lo divino como algo que le quitaría su valor para nosotros como ejemplo o como dinamismo. Resaltar su humanidad no es ningún error. El problema es quedarse en ella aislándola de lo que le confiere su valor. No podemos concebir su humanidad sin su divinidad. Jesucristo es "Dios y Hombre verdadero" (C.Calcedonia, Dzg.148). La "y" separa y, al mismo tiempo, une. No hacerlo es quedarnos sólo en la carne y ésta, sola, no sirve para nada (6,63). ¿A qué se refiere? A que, según el evangelista, Jesús está contraponiendo a una concepción del hombre exclusivamente materialista, una concepción del hombre, que es penetrado por el Espíritu, que le comunica el dinamismo del amor dando vida permanente. Toda la condición humana de Jesús y todas sus obras son manifestación del Hombre que es Jesús, esto es donde está el Espíritu como en su casa por la plenitud que le otorga su divinidad. En Jesús no hay dualismo alguno, sus dos naturalezas permaneciendo inconfusas, están unidas en la unidad de su persona. Ni se puede reivindicar en Él lo divino frente a lo humano, ni lo humano frente a lo divino. Consiguientemente, todo el ser y el acontecer histórico de Jesús, pertenece al Cristo de la fe y todo lo atribuido al Cristo de la fe pasa necesariamente por la existencia humana de Jesús. No hay dos Cristos, un Cristo Dios y un Cristo Hombre. Hay un solo Cristo que es Dios "y" Hombre verdaderos. Ni absorbido uno por el otro, ni divididos sin que uno no tenga que ver con el otro. 

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